martes, 26 de julio de 2011

The Show. Capítulo 21: Dos millones de marcos

Una brisa agradable arrastraba los círculos de humo que se elevaban hacia la lámpara, fumaba tumbada boca arriba en el suelo, la habitación se llenaba de atardecer. Llevaba así medio paquete, quizás tres horas, repasando mentalmente cómo iba a hacerse y deshacerse de dos millones de marcos en bonos. Visualizaba al jefe de finanzas, un cincuentón que disimulaba su alopecia galopante con un ridículo bisoñé, podía ver su maletín de cuero marrón abierto, podía oler el whisky que seguramente tomaría mientras se hacía el interesante sin saber que sería el seducido. Faltaba una semana, sabía donde encontrarlo, sus gustos, cuál era su coche, dónde vivía, cómo se llamaba su mujer.
Cayó en la cuenta de sus pintas de pordiosera y de lo necesario que serían un buen vestido elegante, un coche de relumbrón, un chófer y una habitación en un cinco estrellas. No todos los días consigue un señor aburrido hacerse con las bragas de una rica heredera. Al menos eso es lo que su entrepierna debía pensar antes de dar de bruces con la moqueta al segundo sorbo de whisky. Benditos narcóticos.
En Nueva York comprando en Channel por valor de al menos 1000$ tenías crédito de 5000$. Nunca había sido petulante en el vestir pero sonrió al pensar en el sablazo a la sucursal francesa en Viena. El problema es que no tenía ni para un café, pero Rolfe es tan servicial. Sin levantarse alargó la mano y cogió el teléfono de la mesita.
-¿Rolfe?...¿Te apetece una copa?...¿Conoces el Coco Bar?...si,el que hace esquina, ese...este...¿Me puedes prestar 2000$?...ya se que no es calderilla pero tengo un plan, te devolveré el doble.-
Colgó y dejó de nuevo el teléfono en la mesilla. Una hora y una ducha después parecía una persona respetable. La temperatura en la calle hacía agradable el paseo. Poco caminó cuando una sensación familiar se apoderó de su nuca, alguien la seguía, no sabía exactamente quién ni desde hacía cuanto. Hábilmente se apostó frente a un aparador cuya fachada estrechaba la calle contemplándose a si misma en el reflejo, y a treinta metros tras ella, apoyado en un portal, un chico joven con magulladuras en la cara. Lo vio en la plaza comprando una revista y un par de días en la terraza del bar frente a su piso.¿Quién lo enviaría? de una cosa estaba segura, si quisieran matarla no le hubieran seguido tanto tiempo ¿La policía? Un tanto inquieta comenzó una ruta aleatoria a paso ligero, comprobó como a cada quiebro el chico seguía tras ella, en cuanto doblaba la esquina podía oír como corría para no perderla de vista. O no era muy listo o iba a acabar con ella en ese momento. Dobló una esquina más y esperó agazapada al tipo mientras se aferraba a un frasco de perfume que sacó de su bolso.
Pudo oir de nuevo la carrerilla hasta la esquina y la vuelta a un paso normal, al girar el chico la encontró de frente y estupefacto no pudo anticipar el rodillazo en sus pelotas ni figurarse por qué le dolió tanto el golpe que le abrió la ceja. Cayó de rodillas y Gabrielle echó a correr, esta vez si en dirección al Coco Bar.
Entró a prisa buscando a con desesperación a Rolfe. Allí estaba, ignorante de todo, con una cerveza de Abadía.
-Llevan días vigilándome-
-¿Quién?
-¡Alguien! La policía, los yugoslavos...¡Yo que sé! no son pocos los que quieren pegarme un tiro.-
-¿Aún te siguen?-
-No-
-¿Quieres que vayamos a otro sitio?¿contratar a alguien como en los viejos tiempos? ¿una pistola?-
-No. Bueno si, algo discreto que pueda ocultar y... ¿Te importaría estar conmigo la próxima semana?
-Si querías estar conmigo no tenías que inventar todo esto
-¡¿Te parece el momento?!¡¿Te quedarás o no?!-
-Para empezar, esta noche dormiremos en algún hotel y mañana enviaré a alguien para recoger tus cosas.
-Será lo más prudente. Tenemos que preparar el trabajo, serás mi chófer.
-Comme vous voulez Mademoiselle.
CONTINUARÁ...