martes, 29 de noviembre de 2011

The Show. Capítulo 25: Game Over.

Hacer el viaje de Viena a Nueva York en el compartimento de equipajes de un avión, en lugar de en el cómodo asiento de primera clase, había sido una experiencia horrible, pero pronto iba a merecer la pena.
Sólo había tenido que acercarme aquel vaso de wisky a los labios para notar el hedor de la traición y los somníferos. Ese cabrón de Rolfe me había tomado por una aficionada, pero por supuesto, mi teatro había surtido efecto.
Mientras Ebba le encañonaba, no podía evitar, aún desde el maletero del Rolls, imaginarme la cara de Rolfe. Oí cómo le obligaba a deshacerse de sus armas y apartarse del coche, no sin antes obligarle a abrir el maletero.
Sin dejar de apuntarle, Ebba abrió la cremallera y, por fín, noté la brisa en mi rostro y el aire libre en mis pulmones.
Miré a Rolfe, me devolvió la mirada. No hizo falta decir nada. Ebba me pasó las llaves del Cadillac negro, abrí el maletero y saqué la artillería.
- ¿Creías que ibas a poder engañarme? ¿De verdad en algún momento te lo creiste? – Rolfe me miraba entre atónito y orgulloso. – Tenía intención de darte tu parte, pero eres un gilipollas avaricioso y ahora, vas a ser un gilipollas pobre y muerto.
- No serás capaz de matarme, Gabrielle. Puede que hace unos años sí, pero ahora, ya no.
- Tienes razón, he cambiado. Tanto, que creo que es hora de que Ebba sepa la verdad, que sepa quién es el responsable de todas sus desgracias.
Ebba le miraba tan fríamente mientras le apuntaba, que incluso yo me asusté. Me recodaba demasiado a la Gabrielle de hace 10 años. Desvié mi mirada hacia Rolfe y, por primera vez desde que le conocía le vi realmente asustado. Llevaba mucho tiempo en el negocio y sabía perfectamente que sus actos tenían como consecuencia la muerte. No podía dejarle vivo y, si lo hacía, el otro bando se lo cargaría por no cumplir lo prometido. No tenía salida. Estaba desesperado.
- Escucha, Ebba, te está engañando. Ese es su trabajo, engañar, timar. Ella es la culpable de la muerte de tus padres. De tus años como delincuente común que no le importa a nadie un carajo, más que para que se la chupe en un callejón.
Ebba no contestó. Seguía apuntándole. Su mano no temblaba un ápice, al contrario que Rolfe, que empezaba a estar acojonado de verdad.
- Nena, tienes la oportunidad de vengarte de la cabrona que te jodió la vida. La tienes justo ahí. Te daré la mitad del dinero y cada uno por su lado. Podrás empezar de nuevo.
Ambos se giraron a mirarme, Ebba con una media sonrisa, no era para menos. Rolfe, por su parte, cagado de miedo. Maldito cabrón, se lo merecía.
- Lo se todo. No hay nada que puedas contarme que ya no sepa. ¿Te gustó follarte a mi madre cuando ya estaba desesperada y arruinada? ¿Qué le prometiste? ¿Qué la sacarías de la pobreza?
Y apareció la razón por la que tenía la precaución de limitar las apariciones de Rolfe en los timos a pasaportes falsos y pequeños roles sin importancia. No sabía mentir. Por mucho que lo negaba, se veía en sus ojos la verdad.
Ebba, sin perder la calma continuó:
- Ahora, deja de lloriquear, levántate y vamos a acabar el trabajo.
Los tipos a los que iban a ver suponían que, a estas alturas, ya me habrían capturado por lo que tendría que esperar a que una joven puta y un mal mentiroso finiquitaran la parte más difícil del trabajo. El plan no tenía por dónde cogerse, pero no podía hacer otra cosa. Al menos, me había asegurado de que esos tipos contaran con que Rolfe iría acompañado. Una dificultad menos y más favores que deber.
Entraron al almacén semi abandonado. Ebba, tan segura de sí misma que daba miedo y Rolfe intentando no mearse encima. No había nada allí más que basura, unas ventanas altas semi abiertas, botellas vacías y colillas esparcidas por el suelo.
Había cinco tipos sentados alrededor de una mesa circular y unos cuantos matones, uno de los cuales había sido el encargado de reclutar a Gabrielle, de pie guardando a sus respectivos dueños, quedaba una silla libre. Ebba se quedó de pie detrás de él, que tomó asiento en la silla libre. Puso el maletín sobre la mesa, lo empujó hacia uno de los matones que lo recogió y puso sobre la mesa delante de uno de los sujetos más espeluznates que Ebba había visto jamás. Y eso que creía que había visto de todo. Él y otros dos miraron el contenido del maletín. Parecían estar satisfechos.
- Y, ¿qué ha pasado con el Señor Grube?
- No volverán a saber de él. Les garantizo que no les molestará. El resto de bonos y dinero en efectivo han sido traspasados a diferentes cuentas, todas ellas fantasma, que llevan a una única. Mañana a estas horas podrán acceder al dinero.
Rolfe sacó un papel de su bolsillo y se lo pasó a uno de los matones.
- Aquí están los datos. No tendrán ningún problema.
- De no ser así, mañana a estas horas serás un cadáver. – Rolfe se quedó inmóvil. Hubo un silencio, quizás intencionado para intentar poner aún más nervioso a Rolfe o más bien, a la chica impasible que estaba de pie detrás de él sin decir una palabra.
- Nosotros nos vamos, hay un último detalle que estos señores quieren tratar con usted. En un momento podrá acceder a sus honorarios, tal y como habíamos quedado. Supongo y espero que no volveremos a vernos. Adiós.
Al quedar asientos libres, Ebba se sentó. Quedaron sólo ellos y dos tipos más que no habían hablado hasta el momento.
- Soy Yohann, hablamos por teléfono. Yo le proporcioné los sedantes a través de mi contacto- Rolfe hizo un gesto con la cabeza a modo de afirmación.
- Hola, Wolfgang, encantado de conocerles. Vamos al grano. ¿Dónde está la chica?
- Fuera, en el maletero del coche, en una bolsa. Está inconsciente.
- No lo dudo.- Dijo Yohann con una sonrisa inquietante.
En ese momento se oyó un ruido. Los cuatro se giraron pero no vieron nada. Continuaron hablando, ultimando los detalles. Ahora fue Wolf quien habló:
- Aquí le traemos lo acordado.- Dijo señalando el maletín que tenía a sus pies- Tenemos fuera una furgoneta. Cargaremos ahí la mercancía y asunto zanjado. Esto no ha pasado, ustedes y nosotros, no nos conocemos.
- ¿Qué le va a pasar?
- Si eso le importara, no nos la habría entregado por un tercio de su valor. Usted sabe que esa chica es valiosa.
- ¿La van a matar?
- Como ya he dicho, es valiosa. Pero su futuro no depende de nosotros.
De repente se oyó un click y, en un segundo, la mesa circular de formica verde se llenó de sangre y trozos de cerebro reventado. Por encima del humo procedente de los recientes disparos, apareció la cara de Gabrielle. Rolfe, pálido y con la cara desencajada, miró a Ebba que sonreía levemente mientras observaba cómo la sangre goteaba por el borde de la mesa. Antes de que Rolfe pudiera siquiera reaccionar, Gabrielle le apuntó mientas Ebba, con una rápido movimiento, se había situado detrás de él y le encañonaba la nuca.
- Sabes que te mereces lo que te va a pasar.- Durante todos estos años, había albergado algo similar al cariño por ese bastardo, pero todo había desaparecido. Era la misma de hace 10 años. No se puede huir de lo que somos.
- ¿Crees que eres mejor que yo?
Sonreí.- Lo único que creo es que moriré de vejez en una isla paradisíaca disfrutando los millones de dólares que me has proporcionado, maldito cabrón.
Hice un rápido gesto a Ebba para que se apartara y con un certero disparo entre los ojos, zanjé la conversación.
Ya fuera del maloliente almacén, Gabrielle puso el maletín sobre el maletero del Rolls, lo abrió y depositó en una bolsa casi la mitad del contenido.
- Con esto podrás empezar de nuevo. Espero que te vaya todo lo bien que puede irle a alguien como tú.
Ebba miró hacia abajo, al arma que amartillaba junto a su muslo derecho. Me miró:
- Debería pegarte un tiro aquí y ahora mismo. Quedarme con todo y tirar tus despojos al mar.
- Sabes perfectamente que si lo hicieras, acabarías haciéndome compañía.
Asintió, sabía que si me pasaba algo, todos los contactos que le había proporcionado para que empezara de nuevo no sólo desaparecerían, sino que acabarían encontrándola. Así que, tomó su parte, se montó en el Cadillac y desapareció.
Guardé el maletín, hice unas llamadas desde una cabina cercana para asegurarse de que los enemigos del Señor Grube habían cumplido su parte, volví al coche y me dirigí a mi nueva vida. Esperaba que este sí hubiera sido mi último trabajo.

FIN

miércoles, 9 de noviembre de 2011

The Show. Capítulo 24. Una mala elección

El Rolls avanzaba decidido por las avenidas de la gran manzana, iluminado por el basto mar de cristaleras que inunda el sur de Nueva York. Su destino se hallaba en un estrecho callejón del barrio chino, allí, la penumbra y la ausencia de testigos le permitiría llevar a cabo su intercambio alejado de miradas indiscretas. Pensó para sí mismo que todo estaba saliendo a pedir de boca. Lo que no sabía es que Gabrielle aún no había jugado su última carta.

Detrás de su coche, un par de luces seguían a las del Rolls, dentro de la cabina se adivinaba una esbelta cabeza de mujer. Envuelta en las sombras, sus ojos brillaban con algún reflejo nocturno, decididos a alcanzar a ese que tanto daño le había hecho en su vida.

Era Ebba.

Estaba allí por capricho de Gabrielle. En cuanto se enteró de quién era esa joven y cómo había acabado viviendo de aquella manera, le entró una subida de leche y se sintió responsable de la vida de aquella desgraciada.

Y un carajo. Si eres timadora no puedes tener conciencia ni remordimientos. Eso acaba jodiéndolo todo.

Rolfe no pudo hacer nada para hacerla desistir, Ebba vendría con ellos y Gabrielle resarciría parte de su conciencia regalándole una nueva vida a la chica pordiosera. Se estaba ablandando con la edad. Cuando se hacen cosas con las que uno no está agusto, al final te pasa que no puedes dormir por las noches. Eso parecía estar pasándole factura a Gabrielle.

Sin embargo, Ebba tenía otra misión de la cual Rolfe no tenía ni idea. Su cometido era vigilarle a él, para evitar que se saliera del plan establecido, tal y como estaba sucediendo esa madrugada.

Dobló un par de curvas, los neumáticos gimieron ante la brusquedad del giro. Se detuvo en un semáforo y junto a él se colocó un coche. Bajó la ventanilla y de ella salió una nueve milímetros.

-Fin del trayecto gilipollas.

Continuará...