lunes, 4 de junio de 2012

Viridis. Capítulo 3. Algo huele mal.


Cuando el ascensor la dejó en la planta principal del centro comercial el ruido de las celebraciones era estremecedor, chillidos y gritos de euforia llegaban de cualquier rincón. Pero no era eso lo que ella había oído desde abajo. Apoyados a la pared y de espaldas al resto en la zona de contenedores, habían unos cuantos aficionados echando la pota, el repugnante sonido de su regurgitación le revolvió las tripas, no miró pero a su cabeza llegaron imágenes de bocas abiertas hasta la fisura chorreando un hilillo de bilis y tropezones entre tosidos. Se habría largado de allí cuanto antes de no haberse interpuesto en su camino una figura delgada y oscura, como un cuervo. Era su jefe.



-¿Se puede saber por qué te has ido al almacén con la que hay montada ahí afuera? La prioridad ahora es despejar la terraza, ¿es que no te entra en la cabeza que cada cosa tiene su momento?



Sofi no respondió gran cosa, se limitó a contarle que sus compañeros le habían pedido adelantar parte del trabajo final para poder acabar antes. Pero sabía que todo intento de razonar o discutir con él acabaría por empeorarlo todo, por muchos motivos a favor con los que contase, a veces era mejor darle la razón pese a que no la tuviera. Con este tipo de gerentes lo mejor era ir cediendo poco a poco hasta que acabasen por cometer un error tan gordo que a los mandamases no les quedara otra que relevarlos de su cargo. Y tenía suficiente experiencia analizando y catalogando a sus jefes, sabía qué podía esperar de cada uno y hasta donde llegaba su compromiso con los mandamases, con el negocio y con sus subordinados. Este era de los difíciles de tratar, competente pero corrupto, además, siempre tenía salidas para todo y parecía disfrutar manteniendo una disciplina casi sádica con el resto de trabajadores. Así que Sofi tragó saliba y se dispuso a aguantar el chaparrón, “qué mierda que a este maricón no le guste el fútbol, ya podía estar dando saltos de alegría como el resto de personas normales”, dijo para sí.



-¿Y desde cuándo los trabajadores de este restaurante deciden y cambian los procedimientos de clausura sin consultar con su gerente?- la miró desdeñoso, probablemente desconfiaba de ella desde aquella vez que Sofi lo descubrió tomando coca con sus amigos en el aparcamiento de una discoteca. Si ella se iba de la lengua, sería la comidilla del lugar durante un buen tiempo, y esas historias de consumo de drogas vendrían aderezadas por otras más sórdidas, fruto de la más perversa imaginación de las cocineras, para mayor goce del personal. Lo tenía claro, no permitiría que se destapase el pastel y los mandamases empezaran a desconfiar de él, tenía demasiado que ocultar sobre su nada clara gestión de los recursos del local... Y si Sofi tenía que ir a la puta calle para salvar su pellejo, a él no le temblaría la voz para acusarla de lo que hiciese falta.



Lo peor de todo era que Sofi lo sabía, pero necesitaba los cuartos, y además se sentía cómoda en aquel lugar. Así que fingió que no estaba molesta y pisoteando su amor propio admitió que tenían que habérselo consultado a él antes, que dado el estrés de día se le había pasado por alto, que fue por una buena causa y que tuviera en cuenta lo mucho que han trabajado aquella noche, también dijo que no volvería a ocurrir.



Acto seguido guardó lo que había traído del almacén y se fue a ayudar a sus compañeros, bajando de las mesas a las clientes borrachas que bailaban sobre ellas, a despegar a sobones pesadicos de sus compañeras más macizorras y a colaborar en poner un poco de orden en el lugar. Qué asco tener que currar cuando prácticamente todo el mundo alrededor de ti está en plena juerga, eso era lo que más detestaba de todo, incluso por encima de tener que soportar a su jefe.



El jaleo era tal, que nadie oyó aquel grito de mujer, un chillido estridente, de terror, de alguien que ha caído presa del pánico y está viendo la muerte con sus propios ojos...

martes, 8 de mayo de 2012

Al desnudo

"Hazie Coogan lleva años al servicio de la actriz Katherine Kenton. Durante décadas ha velado para que los deseos desorbitados de la estrella, veterana de múltiples matrimonios, retornos profesionales y operaciones de cirugía estética, se hicieran realidad. La repentina aparición de un caballero con el aparatoso nombre de Webster Carlton Westward III, que se abre camino hasta el corazón (y la ropa interior) de la actriz, despierta la desconfianza de Hazie. Sus sospechas se confirman cuando encuentra unas memorias de Webster sobre su vida con Katherine en la que la actriz muere de manera "accidental". Si Westward mata a Katherine y consigue hacer que parezca un accidente, podrá vender sus memorias y hacerse rico. ¿Será capaz Hazie de desbaratar sus planes? ¿O algo todavía más horrible está a punto de ocurrir?"

Así reza la contraportada del último libro de Chuck Palahniuk, escritor del que ya se ha hablado en numerosas ocasiones en este blog. Llevaba ya algún tiempo detrás de esta novela, pues tenía constancia que se había publicado hace más de dos años en EEUU bajo el título Tell All (cuéntalo todo), y tras varias búsquedas concienzudas a través de Internet y una visita a todas las grandes librerías de Murcia y Cartagena llegué a perder toda esperanza de que la fuesen a traducir. Tampoco me veía muy animado a comprarla en inglés, ya lo probé con Pygmy (Pigmeo) y no lo vuelvo a hacer con este autor, pues sentía que me estaba perdiendo la mitad de chistes y de dobles sentidos, y que Pygmy... es Pygmy, vaya.

Las reseñas que pude leer en inglés tampoco me esclarecían nada, entre mi precario dominio del idioma y lo poco que parecían haberse enterado del libro (o lo poco que querían desvelar) quienes las escribían, llegué a entender que era una especie de recopilación de chismes del viejo Hollywood de la primera mitad del siglo XX, una antología de historias palahniukanas sobre los clásicos del cine.

Por suerte no era así, o al menos no completamente. Ante nosotros tenemos una novela fiel al auténtico estilo Chuck, Al desnudo nos ofrece por igual dosis de humor y de sadismo aderezadas con un puntito surrealista. De un capítulo a otro podemos pasar de una siniestra escena de enterramiento en una cripta a una absurda cena de sociedad donde un famoso se dedica a despedazar la reputación de las viejas glorias del cine ante la atenta escucha de los más reputados buitres de la prensa rosa.

Como en gran parte de su obra, la imprevisibilidad y la perturbación rezuman para narrarnos un romance que las circunstancias imposibilitan. La novela se divide en tres partes, en la primera se produce el cortejo de la Kenton por parte de Webster, en la segunda salen a la luz los planes de Webster para hacer fortuna a costa de la Kenton y en la tercera nos aguarda un inesperado desenlace... Crimen, codicia y sexo "at its finest".

En definitiva, una novela aceptable aunque no la mejor de Chuck. Abusa de sus habituales latiguillos y nos los intenta vender relajadamente como un chiste que yo personalmente no he encontrado demasiado gracioso. Quienes no tengan mucho conocimiento del Hollywood de la época se verán apabullados por una avalancha de nombres que supuestamente buscan ubicar al lector, pero que probablemente logren lo contrario, generar hastío y confusión ante tanta palabra en negrita. Por fortuna, esos momentos pasan al olvido en cuanto llega alguna de sus habituales escenas picantes o morbosas. Lástima que dure tan poco...

Viridis. Capítulo 2. Brote

Sofi extendió su mano hasta tocar el botón del ascensor de servicio, mientras esperaba, podía oír los gritos de júbilo de la masa embriagada por el triunfo de su equipo, iba a ser una noche larga en la ciudad, miles de aficionados se preparaban para armar mucho jaleo con sus bocinas y sus bufandas por las calles, molestando hasta altas horas. Las puertas se abrieron y del interior surgió una sombra, indecisa, de espaldas a ella, con la barbilla hundida en el pecho. Sofi se quedó esperando a que la figura se decidiese a abandonar el ascensor, pero algo no parecía ir bien.


-¿Te pasa algo?- preguntó Sofi.

La silueta se giró y mostró un semblante aterrorizado:

-He visto algo terrible ahí abajo... no lo vas a creer.

Al verla, Sofi reconoció a la chica, era camarera en el restaurante que había frente al suyo, se habían parado a charlar muchas veces en esa zona, sobre todo acerca de los oscuros sótanos del centro comercial. En más de una ocasión se gastaban bromas entre los propios trabajadores al bajar a los almacenes del sótano, a veces aguardaban tras uno de los múltiples coches abandonados que poblaban esos sótanos-garaje en desuso, esperaban a que un despreocupado colega bajara para reabastecer su local, y en cuanto menos se lo esperase le saltaban entre sonidos guturales y espasmos incontrolados. El resultado era casi siempre el mismo: gritos e impromerios resonando entre las paredes del sótano desierto, incluso había quien salía corriendo entre chillidos histéricos, estos eran los objetivos preferidos de los bromistas.

Sofi pensó que esta era una de esas noches, aunque le costaba imaginarse a sus colegas con muchas ganas de cachondeo después del palizón a trabajar que se habían pegado.

-No te preocupes, que ya bajo yo a por limones y de paso me llevo un par de ajos y se lo explico al Conde Drácula, a Frankenstein, al hombre lobo o a quien haga falta- dijo Sofi con convicción.

-No es coña, hay algo ahí abajo, las curianas estaban volando en bandadas como si fuesen gorriones, y había algo, algo se movía por el suelo reptando a toda velocidad, ¡te lo juro que no me lo estoy inventando!

-Que sí que sí, mira, tú no te preocupes que llevo una biblia y un crucifijo en el bolsillo por si hay que exhortizar lo que sea, y si no vuelvo en cinco minutos, te doy permiso para llamar a los cazafantasmas.

Sofi se acercó para pasarle una mano por la mejilla en ademán tranquilizador pero su compañera rehusó el gesto. Tenía la cara completamente sudada “qué se habrá metido ésta” pensó Sofi. Reparó también en que el dedo meñique de su colega había una pequeña manchita de sangre. Apostilló con una nueva broma para rebajar tensión:

-¿Eso quién te lo hizo? ¿El chupacabras?

La otra se miró sorprendida la mano...”esta noche no me he cortado con nada... ha debido ser al agacharme a coger las llaves... No bromeo, hay algo y me ha debido morder... una rata o algo...”

Sofi ya no podía contenerse más la risa y soltó una carcajada liberadora, “sí, probablemente haya sido un caimán mutante de las alcantarillas” y sin seguir dándole palique se metió en el ascensor y pulsó el botón del -2, una vez dentro, puede que por los nervios, sintió una punzada risueña en los mejillas y se llevó una mano a la boca para tapar su descarada risotada. A saber lo que le esperaba ahí abajo.

Pero, contrario a lo que pudiera imaginarse, no se topó con nada, tomó la precaución de encender todas las luces para evitar ser sorprendida por ninguno de los camareros del otro restaurante, pero se ve que éstos, de haber perpetrado antes su broma, se habrían apresurado a regresar en el otro ascensor para contemplar, en actitud victoriosa, el humillante regreso de su compañera asustada.

Sofi no vio ni rastro de ellos, ni siquiera se topó con ninguna curiana, el lugar estaba desolado y el ambiente sordo de las celebraciones que se llevaban a cabo plantas más arriba llegaba por la inutilizada puerta del garaje. Lo que sí vio fue el lugar bastante encharcado, una serie de recientes lluvias torrenciales provocaron desbordamientos del río Segura algunos kilómetros antes de Murcia, y por las paredes se filtraba una gran cantidad de humedad que se deslizaba hacia abajo en hileras, el nivel freático había alcanzado el subterráneo del centro comercial y con sus acuosas zarpas lo rodeaba.

Tras cerrar la puerta de su almacén, Sofi se cercioró de que llevaba consigo todo lo que le hacía falta al restaurante, se echó las llaves al bolsillo y esta vez le pareció ver la sombra de un roedor bebiendo de uno de los charcos, pero fue una imagen fugaz, pues las luces se apagaron en ese preciso instante. Cuando encontró el interruptor temporizado, la silueta había desaparecido y ella volvió a encontrarse en plena soledad.

Se dirigió hacia el ascensor y conforme se acercaba empezó a oír de nuevo el rugido de las celebraciones de más arriba, aunque algo había cambiado en el tono del rumor. Algo distinto que no lograba discriminar desde ahí abajo. Entró en el ascensor y pulsó el botón que le conduciría a la planta baja, al amasijo de personas entregadas a la fiesta y el jolgorio.

domingo, 6 de mayo de 2012

Viridis. Capítulo 1. La Sofi.


De un giro, Sofi se impulsó para arrojar la pesada bolsa de basura al contenedor. “Ea”, dijo a la par que palmeaba sus manos en un gesto de aprobación. Le había quedado muy profesional el lanzamiento, digno de unas olimpiadas. Era la cuarta bolsa que tiraba esa noche, algo inusual para ese día de la semana, sin duda la jornada había sido fuerte por la gran cantidad de personas que acudieron a ver la final de la Liga de Campeones, partido en el que un equipo español se jugaba el título. Se contaban por millares los aficionados que se habían dado cita para animar a su equipo y tomarse unas cervecillas mientras veían el partido en la pantalla gigante que dominaba el patio central del centro comercial.

Sofi no prestaba demasiada atención a esas cosas, ni siquiera sabía qué equipos se habían enfrentado. Para ella el fútbol era terriblemente aburrido, y tener que soportar a tanto cliente eufórico tampoco le generaba mayores simpatías hacia el deporte rey. Lo único importante del asunto es que los jefes quedaran contentos ante tal avalancha de clientes, a los camareros les venía en el sueldo soportar todo ese apabullamiento del gentío y darse vidilla para sacarlo adelante. Y si además, después de todas las innumerables cosas que fallaron aquella noche, el local cerraba sin una hoja de reclamaciones, entonces podían darse con un canto en los dientes.

Con el dorso de una mano se secó el sudor de la frente y se echó a un lado un par de trencitas multicolor, se palpó infructuosamente los bolsillos en busca de su paquete de cigarrillos y su encendedor, pensó en cuánto había fumado esa semana pero no consiguió construir un pensamiento más elaborado que pudiera ayudarle a recordar dónde había dejado sus cigarrillos o qué beneficios podría aportarle una vida sin tabaco. Pensar no era lo suyo, aunque de manera casi inconsciente, siempre solía encontrar salidas a casi todos los problemas con los que se iba topando, y no eran malas soluciones. Sofi era ante todo una persona sencilla pero práctica. Le gustaba guarrearse el pelo de colorines y vestir como una hippy, sus gustos musicales tampoco eran mucho más refinados, aunque sentía una especial debilidad por todo aquello que viniese de Oriente o se interpretase con instrumentos rústicos. Entre sus aficiones no se contaban visitar al gimnasio, hacerse la depilación láser o visitar asiduamente la biblioteca; su juventud la había pasado rodeada de drogas blandas, fuera de un aula cada vez que tenía opción y de fiesta en fiesta hasta que tuvo edad y contactos para acceder a raves y codearse con la crema social de la degeneración neuronal. No la clase de vida que papaíto quisiera para su cielito. No lo que el doctor canoso de la tele pudiera considerar un estilo de vida saludable. No lo que los señores del gobierno pusieran como ejemplo a seguir para la juventud.

Pero la vida seguía, y pese al sumatorio de malas influencias, decisiones equivocadas e inadaptación social que lastraba su vida, ella no parecía demasiado preocupada. Tenía un sueldo al que aferrarse y un grupo de gente al que llamar clan de amigos. Las cosas podían ir mucho peor y ella lo sabía bien, durante su juventud conoció una infinidad de malos ejemplos con los que compararse y subir su autoestima en los momentos de bajona existencial. Es probable que la vida resulte mucho más fácil si naces en una cárcel de pensamiento único que vele por tu porvenir, pero ella era no tenía elementos de juicio para imaginarse viviendo una vida diferente en una jaula de cristal. En su veintena larga, ella se sentía una mujer hecha a sí misma, libre y conocedora de sus límites, hubo hombres y también mujeres, pero ahora se encontraba libre y a la expectativa.

MORTEM VIRIDIS. PRÓLOGO

El primer cuarto del siglo XXI fue testigo de terribles momentos de penuria. Las numerosas crisis económicas y bancarrotas gubernamentales derivaron en un insostenible malestar social que provocó el auge de radicalismos de todo color.

No solo había conflictos a nivel estatal, la competencia por obtener los menguantes recursos y materias primas del planeta fue en aumento, llegando a provocar fuertes tensiones y hostilidades abiertas entre varias naciones de lo que entonces se llamaba el primer mundo, algo impensable algunas décadas atrás.

Ante la escalada de violencia urbana, los gobiernos se vieron abocados a desviar el foco de los problemas verdaderos fuera de sus fronteras, avivando el clima de aversión y xenofobia que desde algunos sectores de la sociedad se estaba implantando. Ni siquiera eso les ayudó a mantener sus escaños y sus puestos en los gobiernos, el resultado de unas elecciones podían fácilmente cambiar de signo de unos comicios a los siguientes, pasando de un extremo a otro: el caldo de cultivo perfecto para el caos y el desgobierno.

De entre todo este descontento surgieron sociedades secretas, algunas apostaban por la unificación definitiva de los pueblos del planeta y derruir toda frontera para un futuro que auspiciaban armonioso y grandioso para la Humanidad, mientras que otras reclamaban desandar el camino de la globalización y retornar al viejo modelo de los estados-nación, añorantes de épocas pretéritas y arropadas por sueños de estabilidad, progreso o gloria. No había un programa único para la gran mayoría de estos lobbies, lo que importaba en los discursos de estos grupos era inspirar a la ciudadanía y ponerla de su lado, aun a costa de contradecirse continuamente.

Pese a no haber declaradas abiertamente guerras, los gobiernos trabajaban a destajo desarrollando nuevas armas e ingenios que permitieran a sus países protegerse en caso de conflicto armado. Las cicatrices de Verdún o los recuerdos de Auschwitz parecían haber desaparecido de la memoria colectiva, y la situación se había tornado lo suficientemente dramática como para no andarse con remilgos a la hora de dar a luz nuevos monstruos bélicos.

Nuestra historia tiene su origen en uno de esos laboratorios que oficialmente no aparecen en ningún registro del Ministerio de Defensa ni en sus partidas presupuestarias, la instalación que lo alberga tampoco se encuentra en ningún mapa, solo es un espacio en blanco al final de una carretera. El típico lugar cuyos trabajadores firman cláusulas de confidencialidad y cuyos planos de arquitectura se perdieron misteriosamente una vez terminada la obra. Un lugar al margen de la ley y del escrutinio público.

Únicamente los más altos cuadros militares y una minoría del gobierno tenían constancia de que ese lugar existiese, y de entre todos ellos tan solo una ínfima parte estaba al tanto de los experimentos que allí se realizaban. Yo soy una de esas personas. Y ruego al privilegiado lector que sea prudente y se abstenga de propagar este secreto que voy a desvelarle, ya que aún quedan peces gordos interesados en que toda esta información quede a la sombra. Que esto quede entre tú y yo.

Hace no muchos años, durante un seco mes de mayo, se produjo un terremoto con epicentro unos kilómetros al oeste de la Sierra de Carrascoy, en el interior de la Región de Murcia, no fue un gran seísmo, sin embargo, dada la superficialidad a la que se produjo el foco, causó severos daños. La ya mencionada instalación secreta no quedó indemne, y aunque no hubo que lamentar graves daños a primera vista, los responsables del centro se llevaron las manos a la cabeza cuando descubrieron grietas en la estructura que albergaba uno de sus tanques de pruebas. La reacción fue inmediata, pero pese a haber sellado la estancia, parte del contenido de uno de los tanques con agentes bacteriológicos se filtró al suelo. Era cuestión de rezar para que no pasara nada, pero también era cuestión de tiempo para que sucediese...

A los pocos días, se obtuvieron extraños resultados en una medición rutinaria de aguas del Río Mula a la altura de Albudeite, localidad muy próxima a la instalación clandestina. La contención había fracasado, la caja de Pandora se había desatado y avanzaba por los canales de riego y los trasvases hacia mayores focos de población, a la ávida caza de víctimas...

martes, 14 de febrero de 2012

13 consejos de Chuck Palahniuk para escribir

Este texto está sacado del portal del escritor estadounidense Chuck Palauhniuk, fue escrito para inspirar o motivar a la gente con sus creaciones literarias. Origen:http://litreactor.com/essays/chuck-palahniuk/stocking-stuffers-13-writing-tips-from-chuck-palahniuk . Traducido por menda.




Número uno:


Hace dos años, cuando escribí el primero de estos ensayos, lo hice sobre mi "método del cronómetro". No habrás leído ese ensayo, pero aquí te traigo el método: cuando no quieras escribir, pon un cronómetro o una alarma para que suene a la hora (o a la media hora) y siéntate a escribir hasta que pase el tiempo.  Si pasado ese tiempo no te encuentras para nada inspirado y no quieres seguir haciéndolo, descansa durante una hora.  Aunque como norma general, para cuando salte la alarma, estarás tan metido de lleno en tu trabajo, disfrutándolo tanto, que querrás seguir. En lugar de un cronómetro con cuenta atrás, puedes poner una lavadora o secadora y usarlas como tu tiempo de trabajo. Además, alternarás el trabajo mentalmente agotador de la escritura con otro más relajado como fregar los platos o lavar la ropa, lo que te servirá como pausas para que se te vayan ocurriendo nuevas ideas. Si no estás muy seguro de cómo continuar una historia... ve a lavar los cuartos de baño. Cambia las sábanas. Por los clavos de Cristo, quítale el polvo al teclado. Una idea mejor llegará mientras tanto.

Número dos:

Tu público es más listo de lo que imaginas. No temas experimentar con formatos de la historia y saltos en el tiempo. Mi teoría personal es que la gente joven pasa de la mayoría de libros, no porque sean más tontos que los lectores mayores, sino porque el lector de hoy es más listo. El cine nos ha hecho muy sibaritas acerca de las historias y narraciones que nos gustan. Ten también en cuenta que tu audiencia es mucho más difícil de impresionar de lo que puedas imaginar.

Número tres:

Antes de que te sientes a escribir una escena, piénsala bien y búscale un propósito. ¿De qué situación es consecuencia? ¿En qué situaciones puede derivar? ¿De qué manera afecta a la trama? Ten siempre esta pregunta en tu mente según vayas trabajando y avanzando. Anota las ideas según se te vayan ocurriendo. Y sólo cuando estés seguro del esqueleto de la escena, solo entonces, siéntate y escríbela. No te vayas a sentar delante de ese sucio y lento ordenador sin nada en mente. No aburras al lector con una escena que en la que poco o nada sucede.

Número cuatro:

Sorpréndete. Si puedes hacer que la historia llegue a un lugar que te apasiona, puedes llegar a sorprender a tu lector. En cuanto dejes entrever una buena sorpresa, de seguro que un lector sofisticado la sabrá ver.

Número cinco:

Cuando te atasques, retrocede y lee las escenas previas, buscando personajes fuera del hilo o detalles que puedas resucitar como armas secretas. Cuando estaba terminando de escribir El club de la lucha, no se me ocurría cómo acabar con el edificio de oficinas. Pero releyendo el primer capítulo, encontré un comentario de relleno sobre mezclar nitroglicerina con parafina para crear un explosivo plástico de baja calidad. Esa frase "la parafina nunca me funcionó" me sirvió como una perfecta arma secreta para resucitar en el final y salvar mi culo de historiador.
Número seis:
Usa la escritura como tu excusa para quedar con gente cada semana - incluso si se trata de asistir a talleres de escritura. Todo tiempo que estés con otra gente que valore y apoye la literatura servirá para amortizar esas horas que pasas a solas, escribiendo. Incluso si algún día vendes tu trabajo, ninguna cantidad de dinero compensará todo el tiempo que pasaste solo. Así que, sácale partido a la escritura, conviértelo en una excusa para rodearte de gente. Cuando se acerque el final de tus días, créeme, no rememorarás esos momentos que pasaste a solas.
Escribe el libro que quieras leer.

Número siete:

Al escribir no lo des todo por sentado. Este consejo es el que más se suele dar en el mundillo de la literatura. Cuanto más tiempo dediques a darle forma a una historia, mejor va a quedar. No te apresures o fuerces el final de la historia o del libro. Lo único que tienes que conocer es cuál será el siguiente capítulo o las próximas escenas. No tienes que conocer al detalle qué va a suceder hasta el final, de hecho, tener que escribir una novela así sería endiabladamente aburrido.

Número ocho:

Si necesitas más libertad alrededor de la historia, haz borradores de los mismos borradores, cambia los nombres de los protagonistas. Los personajes no son reales, ni tampoco son tú mismo. Cambiándoles arbitrariamente sus nombres, consigues la distancia necesaria para torturarles realmente. O peor aún, eliminarlos, si eso es lo que la historia necesita realmente.

Número nueve:

(Este lo voy a omitir porque es una chorradilla filológica, habla de los tipos de discurso: descriptivo, exhortativo y expresivo).

Número diez:

Escribe el libro que quieras leer.

Número once:

Hazte ahora que eres joven las fotos de autor (las que vienen en las contraportadas de los libros). Consigue los negativos y registra intelectualmente esas fotos.

Número doce:

Escribe sobre cosas que realmente te enfadan. Esas son las únicas cosas sobre las que merece escribir. En su curso, llamado "Dangerous Writing", Tom Spanbauer hace hincapié en el hecho de que la vida es demasiado valiosa para malgastarla escribiendo cursiladas o historias demasiado mundanas con las que no tengas ninguna relación. Hay demasiadas cosas de las que Tom habló, aunque solo recuerdo la mitad:  el arte de la manumisión, consistente en que te has de reflexionar sobre la manera en la que el lector discurrirá por la novela. Y la "soto conversación", lo que me pareció entender como el mensaje oculto bajo la historia principal.  Como no me siento cómodo describiendo conceptos que no termino de entender, Tom ha accedido a escribir un libro sobre su enseñanza y las ideas que imparte. El trabajo se llamará "A hole in the heart", y planea tenerlo listo para junio de 2006, con fecha de publicación para comienzos de 2007.

Número trece:

(el autor escribe una historia cuya moraleja es "no importa si a la gente no le parece bueno tu trabajo o si no eres famoso, cuando te hayas ido, lo que quedará de ti es tu trabajo, y seguro que habrá quien sepa valorarlo).

jueves, 29 de diciembre de 2011

Die Welle (La Ola)

DIRECTOR: Dennis Gansel
GUIÓN: Dennis Gansel, Peter Thorwarth (Historia: Johnny Dawkins, Ron Birnbach. Idea: William Ron Jones. Novela: Todd Strasser)
MÚSICA: Heiko Maile
FOTOGRAFÍA: Torsten Breuer
 REPARTO: Jürgen Vogel, Frederick Lau, Jennifer Ulrich, Max Riemelt, Christiane Paul, Elyas M'Barek, Jacob Matschenz, Cristina Do Rego, Maximilian Mauff, Maximilian Vollmar.



Me llamó la atención por varios motivos. Primero, porque es un film alemán y últimamente estoy obsesionada (maldita escuela de idiomas), segundo porque ya me habían hablado muy bien de Dennis Gansel y Jürgen Vogel en "Das Phantom" y finalmente, porque vi que la ponían en La 2, cadena que me descubrió grandes títulos como, por ejemplo, la inolvidable "No Matarás".
Antes de nada, pondré las cosas en su contexto. Esta película se basa en un libro que a su vez se basa en una historia real. Iremos por partes. Ron Jones es un profesor de Historia Contemporánea en Palo Alto  (California). En un intento por implicar al alumnado al tiempo que procura educar, se le ocurre realizar este experimento con sus alumnos: "La Tercera Ola". Se trata de dar respuesta a la pregunta de si en nuestros días, una dictadura sería posible en el mundo occidental. El primer impulso, claro, es decir "no, imposible". ¿Por qué? Los motivos por los que sería imposible repetir errores pasados son muchos: nuestra memoria histórica, el desarrollo tecnológico y de nuevas políticas, etc. Además de que hoy día existen organismos que no permitirían que se llegara al punto de Guerras Mundiales. Como he dicho, los argumentos que he oido son de lo más variado. 
Pues bien, este experimento le sirve a Todd Strasser para escribir su famoso libro "La Ola"  y a Dennis Gansel para rodar la película homónima, pero con ciertos cambios. El marco no es EEUU, sino la Alemania del Siglo XXI y el profesor que realiza el experimento en este caso es Rainer Wenger. 
La película comienza ya con una cierta ironía. La semana de proyectos del instituto consiste en explicar los distintos tipos de gobierno y la pelea surge entre Anarquía y Autocracia. Wegner, muy interesado en impartir el curso de Anarquía encuentra que ese proyecto ya tiene dueño y, he ahí que Rainer Wenger, ataviado con su camiseta de Los Ramones, se persona en el despacho de la directora del instituto con no pocas quejas. Como respuesta un "apañaos vosotros". Así, Rainer no tiene más remedio que impartir el curso de Autocracia (Gobierno de Uno Mismo).
Y aquí comienza el experimento. Tras delimitar el término Autocracia, qué es, qué elementos necesita para iniciarse y perdurar, qué estructuras sociales deben darse para que se propicie esta forma de gobierno, etc, el profesor Rainer, perdón, a partir de ahora, el Señor Wenger será el líder del movimiento, movimiento que tendrá su propio nombre, símbolo, vestimenta, saludo... e incluso realizará algunas actividades vandálicas a espaldas de su líder.
La implicación de los alumnos es tal, que comienzan a hostigar a los que no pertenecen a "La Ola", declaran una guerra abierta a los anarquistas, se espían unos a otros...
En la versión real, el profesor Ron Jones tuvo que suspender el proyecto al 5º día por miedo a que la cosa fuera a más.
En este caso, el de la ficción, efectivamente va a más. La implicación de los alumnos que en un principio parece positiva y creativa, acaba derivando en un fanatismo extremo, que llevará a la película a su terrible e inevitable final.
Destacar que el discurso final del Señor Wenger pone los pelos de punta, pero no las palabras en sí, o la actuación de Jürgen Vogel en sí, sino la moraleja. La moraleja del discurso es espeluznante.
A mi, personalmente, me parece una película impresionante. Para que luego digan que el cine europeo no puede competir con los yankis. En cuanto a las actuaciones, todas correctísimas y destacadas para mi son, aparte de la de Jürgen Vogel, la de Max Riemelt en el papel de Marco y Frederick Lau en el papel de Tim. El personaje de Jennifer Ulrich: Karo, es odioso, cumple su fin. La chica lo borda, acabas con ganas de taparle la boca con cinta aislante.
En definitiva, una gran película que, no sólo entretiene, sino que te hace pensar.