martes, 8 de mayo de 2012

Al desnudo

"Hazie Coogan lleva años al servicio de la actriz Katherine Kenton. Durante décadas ha velado para que los deseos desorbitados de la estrella, veterana de múltiples matrimonios, retornos profesionales y operaciones de cirugía estética, se hicieran realidad. La repentina aparición de un caballero con el aparatoso nombre de Webster Carlton Westward III, que se abre camino hasta el corazón (y la ropa interior) de la actriz, despierta la desconfianza de Hazie. Sus sospechas se confirman cuando encuentra unas memorias de Webster sobre su vida con Katherine en la que la actriz muere de manera "accidental". Si Westward mata a Katherine y consigue hacer que parezca un accidente, podrá vender sus memorias y hacerse rico. ¿Será capaz Hazie de desbaratar sus planes? ¿O algo todavía más horrible está a punto de ocurrir?"

Así reza la contraportada del último libro de Chuck Palahniuk, escritor del que ya se ha hablado en numerosas ocasiones en este blog. Llevaba ya algún tiempo detrás de esta novela, pues tenía constancia que se había publicado hace más de dos años en EEUU bajo el título Tell All (cuéntalo todo), y tras varias búsquedas concienzudas a través de Internet y una visita a todas las grandes librerías de Murcia y Cartagena llegué a perder toda esperanza de que la fuesen a traducir. Tampoco me veía muy animado a comprarla en inglés, ya lo probé con Pygmy (Pigmeo) y no lo vuelvo a hacer con este autor, pues sentía que me estaba perdiendo la mitad de chistes y de dobles sentidos, y que Pygmy... es Pygmy, vaya.

Las reseñas que pude leer en inglés tampoco me esclarecían nada, entre mi precario dominio del idioma y lo poco que parecían haberse enterado del libro (o lo poco que querían desvelar) quienes las escribían, llegué a entender que era una especie de recopilación de chismes del viejo Hollywood de la primera mitad del siglo XX, una antología de historias palahniukanas sobre los clásicos del cine.

Por suerte no era así, o al menos no completamente. Ante nosotros tenemos una novela fiel al auténtico estilo Chuck, Al desnudo nos ofrece por igual dosis de humor y de sadismo aderezadas con un puntito surrealista. De un capítulo a otro podemos pasar de una siniestra escena de enterramiento en una cripta a una absurda cena de sociedad donde un famoso se dedica a despedazar la reputación de las viejas glorias del cine ante la atenta escucha de los más reputados buitres de la prensa rosa.

Como en gran parte de su obra, la imprevisibilidad y la perturbación rezuman para narrarnos un romance que las circunstancias imposibilitan. La novela se divide en tres partes, en la primera se produce el cortejo de la Kenton por parte de Webster, en la segunda salen a la luz los planes de Webster para hacer fortuna a costa de la Kenton y en la tercera nos aguarda un inesperado desenlace... Crimen, codicia y sexo "at its finest".

En definitiva, una novela aceptable aunque no la mejor de Chuck. Abusa de sus habituales latiguillos y nos los intenta vender relajadamente como un chiste que yo personalmente no he encontrado demasiado gracioso. Quienes no tengan mucho conocimiento del Hollywood de la época se verán apabullados por una avalancha de nombres que supuestamente buscan ubicar al lector, pero que probablemente logren lo contrario, generar hastío y confusión ante tanta palabra en negrita. Por fortuna, esos momentos pasan al olvido en cuanto llega alguna de sus habituales escenas picantes o morbosas. Lástima que dure tan poco...

Viridis. Capítulo 2. Brote

Sofi extendió su mano hasta tocar el botón del ascensor de servicio, mientras esperaba, podía oír los gritos de júbilo de la masa embriagada por el triunfo de su equipo, iba a ser una noche larga en la ciudad, miles de aficionados se preparaban para armar mucho jaleo con sus bocinas y sus bufandas por las calles, molestando hasta altas horas. Las puertas se abrieron y del interior surgió una sombra, indecisa, de espaldas a ella, con la barbilla hundida en el pecho. Sofi se quedó esperando a que la figura se decidiese a abandonar el ascensor, pero algo no parecía ir bien.


-¿Te pasa algo?- preguntó Sofi.

La silueta se giró y mostró un semblante aterrorizado:

-He visto algo terrible ahí abajo... no lo vas a creer.

Al verla, Sofi reconoció a la chica, era camarera en el restaurante que había frente al suyo, se habían parado a charlar muchas veces en esa zona, sobre todo acerca de los oscuros sótanos del centro comercial. En más de una ocasión se gastaban bromas entre los propios trabajadores al bajar a los almacenes del sótano, a veces aguardaban tras uno de los múltiples coches abandonados que poblaban esos sótanos-garaje en desuso, esperaban a que un despreocupado colega bajara para reabastecer su local, y en cuanto menos se lo esperase le saltaban entre sonidos guturales y espasmos incontrolados. El resultado era casi siempre el mismo: gritos e impromerios resonando entre las paredes del sótano desierto, incluso había quien salía corriendo entre chillidos histéricos, estos eran los objetivos preferidos de los bromistas.

Sofi pensó que esta era una de esas noches, aunque le costaba imaginarse a sus colegas con muchas ganas de cachondeo después del palizón a trabajar que se habían pegado.

-No te preocupes, que ya bajo yo a por limones y de paso me llevo un par de ajos y se lo explico al Conde Drácula, a Frankenstein, al hombre lobo o a quien haga falta- dijo Sofi con convicción.

-No es coña, hay algo ahí abajo, las curianas estaban volando en bandadas como si fuesen gorriones, y había algo, algo se movía por el suelo reptando a toda velocidad, ¡te lo juro que no me lo estoy inventando!

-Que sí que sí, mira, tú no te preocupes que llevo una biblia y un crucifijo en el bolsillo por si hay que exhortizar lo que sea, y si no vuelvo en cinco minutos, te doy permiso para llamar a los cazafantasmas.

Sofi se acercó para pasarle una mano por la mejilla en ademán tranquilizador pero su compañera rehusó el gesto. Tenía la cara completamente sudada “qué se habrá metido ésta” pensó Sofi. Reparó también en que el dedo meñique de su colega había una pequeña manchita de sangre. Apostilló con una nueva broma para rebajar tensión:

-¿Eso quién te lo hizo? ¿El chupacabras?

La otra se miró sorprendida la mano...”esta noche no me he cortado con nada... ha debido ser al agacharme a coger las llaves... No bromeo, hay algo y me ha debido morder... una rata o algo...”

Sofi ya no podía contenerse más la risa y soltó una carcajada liberadora, “sí, probablemente haya sido un caimán mutante de las alcantarillas” y sin seguir dándole palique se metió en el ascensor y pulsó el botón del -2, una vez dentro, puede que por los nervios, sintió una punzada risueña en los mejillas y se llevó una mano a la boca para tapar su descarada risotada. A saber lo que le esperaba ahí abajo.

Pero, contrario a lo que pudiera imaginarse, no se topó con nada, tomó la precaución de encender todas las luces para evitar ser sorprendida por ninguno de los camareros del otro restaurante, pero se ve que éstos, de haber perpetrado antes su broma, se habrían apresurado a regresar en el otro ascensor para contemplar, en actitud victoriosa, el humillante regreso de su compañera asustada.

Sofi no vio ni rastro de ellos, ni siquiera se topó con ninguna curiana, el lugar estaba desolado y el ambiente sordo de las celebraciones que se llevaban a cabo plantas más arriba llegaba por la inutilizada puerta del garaje. Lo que sí vio fue el lugar bastante encharcado, una serie de recientes lluvias torrenciales provocaron desbordamientos del río Segura algunos kilómetros antes de Murcia, y por las paredes se filtraba una gran cantidad de humedad que se deslizaba hacia abajo en hileras, el nivel freático había alcanzado el subterráneo del centro comercial y con sus acuosas zarpas lo rodeaba.

Tras cerrar la puerta de su almacén, Sofi se cercioró de que llevaba consigo todo lo que le hacía falta al restaurante, se echó las llaves al bolsillo y esta vez le pareció ver la sombra de un roedor bebiendo de uno de los charcos, pero fue una imagen fugaz, pues las luces se apagaron en ese preciso instante. Cuando encontró el interruptor temporizado, la silueta había desaparecido y ella volvió a encontrarse en plena soledad.

Se dirigió hacia el ascensor y conforme se acercaba empezó a oír de nuevo el rugido de las celebraciones de más arriba, aunque algo había cambiado en el tono del rumor. Algo distinto que no lograba discriminar desde ahí abajo. Entró en el ascensor y pulsó el botón que le conduciría a la planta baja, al amasijo de personas entregadas a la fiesta y el jolgorio.

domingo, 6 de mayo de 2012

Viridis. Capítulo 1. La Sofi.


De un giro, Sofi se impulsó para arrojar la pesada bolsa de basura al contenedor. “Ea”, dijo a la par que palmeaba sus manos en un gesto de aprobación. Le había quedado muy profesional el lanzamiento, digno de unas olimpiadas. Era la cuarta bolsa que tiraba esa noche, algo inusual para ese día de la semana, sin duda la jornada había sido fuerte por la gran cantidad de personas que acudieron a ver la final de la Liga de Campeones, partido en el que un equipo español se jugaba el título. Se contaban por millares los aficionados que se habían dado cita para animar a su equipo y tomarse unas cervecillas mientras veían el partido en la pantalla gigante que dominaba el patio central del centro comercial.

Sofi no prestaba demasiada atención a esas cosas, ni siquiera sabía qué equipos se habían enfrentado. Para ella el fútbol era terriblemente aburrido, y tener que soportar a tanto cliente eufórico tampoco le generaba mayores simpatías hacia el deporte rey. Lo único importante del asunto es que los jefes quedaran contentos ante tal avalancha de clientes, a los camareros les venía en el sueldo soportar todo ese apabullamiento del gentío y darse vidilla para sacarlo adelante. Y si además, después de todas las innumerables cosas que fallaron aquella noche, el local cerraba sin una hoja de reclamaciones, entonces podían darse con un canto en los dientes.

Con el dorso de una mano se secó el sudor de la frente y se echó a un lado un par de trencitas multicolor, se palpó infructuosamente los bolsillos en busca de su paquete de cigarrillos y su encendedor, pensó en cuánto había fumado esa semana pero no consiguió construir un pensamiento más elaborado que pudiera ayudarle a recordar dónde había dejado sus cigarrillos o qué beneficios podría aportarle una vida sin tabaco. Pensar no era lo suyo, aunque de manera casi inconsciente, siempre solía encontrar salidas a casi todos los problemas con los que se iba topando, y no eran malas soluciones. Sofi era ante todo una persona sencilla pero práctica. Le gustaba guarrearse el pelo de colorines y vestir como una hippy, sus gustos musicales tampoco eran mucho más refinados, aunque sentía una especial debilidad por todo aquello que viniese de Oriente o se interpretase con instrumentos rústicos. Entre sus aficiones no se contaban visitar al gimnasio, hacerse la depilación láser o visitar asiduamente la biblioteca; su juventud la había pasado rodeada de drogas blandas, fuera de un aula cada vez que tenía opción y de fiesta en fiesta hasta que tuvo edad y contactos para acceder a raves y codearse con la crema social de la degeneración neuronal. No la clase de vida que papaíto quisiera para su cielito. No lo que el doctor canoso de la tele pudiera considerar un estilo de vida saludable. No lo que los señores del gobierno pusieran como ejemplo a seguir para la juventud.

Pero la vida seguía, y pese al sumatorio de malas influencias, decisiones equivocadas e inadaptación social que lastraba su vida, ella no parecía demasiado preocupada. Tenía un sueldo al que aferrarse y un grupo de gente al que llamar clan de amigos. Las cosas podían ir mucho peor y ella lo sabía bien, durante su juventud conoció una infinidad de malos ejemplos con los que compararse y subir su autoestima en los momentos de bajona existencial. Es probable que la vida resulte mucho más fácil si naces en una cárcel de pensamiento único que vele por tu porvenir, pero ella era no tenía elementos de juicio para imaginarse viviendo una vida diferente en una jaula de cristal. En su veintena larga, ella se sentía una mujer hecha a sí misma, libre y conocedora de sus límites, hubo hombres y también mujeres, pero ahora se encontraba libre y a la expectativa.

MORTEM VIRIDIS. PRÓLOGO

El primer cuarto del siglo XXI fue testigo de terribles momentos de penuria. Las numerosas crisis económicas y bancarrotas gubernamentales derivaron en un insostenible malestar social que provocó el auge de radicalismos de todo color.

No solo había conflictos a nivel estatal, la competencia por obtener los menguantes recursos y materias primas del planeta fue en aumento, llegando a provocar fuertes tensiones y hostilidades abiertas entre varias naciones de lo que entonces se llamaba el primer mundo, algo impensable algunas décadas atrás.

Ante la escalada de violencia urbana, los gobiernos se vieron abocados a desviar el foco de los problemas verdaderos fuera de sus fronteras, avivando el clima de aversión y xenofobia que desde algunos sectores de la sociedad se estaba implantando. Ni siquiera eso les ayudó a mantener sus escaños y sus puestos en los gobiernos, el resultado de unas elecciones podían fácilmente cambiar de signo de unos comicios a los siguientes, pasando de un extremo a otro: el caldo de cultivo perfecto para el caos y el desgobierno.

De entre todo este descontento surgieron sociedades secretas, algunas apostaban por la unificación definitiva de los pueblos del planeta y derruir toda frontera para un futuro que auspiciaban armonioso y grandioso para la Humanidad, mientras que otras reclamaban desandar el camino de la globalización y retornar al viejo modelo de los estados-nación, añorantes de épocas pretéritas y arropadas por sueños de estabilidad, progreso o gloria. No había un programa único para la gran mayoría de estos lobbies, lo que importaba en los discursos de estos grupos era inspirar a la ciudadanía y ponerla de su lado, aun a costa de contradecirse continuamente.

Pese a no haber declaradas abiertamente guerras, los gobiernos trabajaban a destajo desarrollando nuevas armas e ingenios que permitieran a sus países protegerse en caso de conflicto armado. Las cicatrices de Verdún o los recuerdos de Auschwitz parecían haber desaparecido de la memoria colectiva, y la situación se había tornado lo suficientemente dramática como para no andarse con remilgos a la hora de dar a luz nuevos monstruos bélicos.

Nuestra historia tiene su origen en uno de esos laboratorios que oficialmente no aparecen en ningún registro del Ministerio de Defensa ni en sus partidas presupuestarias, la instalación que lo alberga tampoco se encuentra en ningún mapa, solo es un espacio en blanco al final de una carretera. El típico lugar cuyos trabajadores firman cláusulas de confidencialidad y cuyos planos de arquitectura se perdieron misteriosamente una vez terminada la obra. Un lugar al margen de la ley y del escrutinio público.

Únicamente los más altos cuadros militares y una minoría del gobierno tenían constancia de que ese lugar existiese, y de entre todos ellos tan solo una ínfima parte estaba al tanto de los experimentos que allí se realizaban. Yo soy una de esas personas. Y ruego al privilegiado lector que sea prudente y se abstenga de propagar este secreto que voy a desvelarle, ya que aún quedan peces gordos interesados en que toda esta información quede a la sombra. Que esto quede entre tú y yo.

Hace no muchos años, durante un seco mes de mayo, se produjo un terremoto con epicentro unos kilómetros al oeste de la Sierra de Carrascoy, en el interior de la Región de Murcia, no fue un gran seísmo, sin embargo, dada la superficialidad a la que se produjo el foco, causó severos daños. La ya mencionada instalación secreta no quedó indemne, y aunque no hubo que lamentar graves daños a primera vista, los responsables del centro se llevaron las manos a la cabeza cuando descubrieron grietas en la estructura que albergaba uno de sus tanques de pruebas. La reacción fue inmediata, pero pese a haber sellado la estancia, parte del contenido de uno de los tanques con agentes bacteriológicos se filtró al suelo. Era cuestión de rezar para que no pasara nada, pero también era cuestión de tiempo para que sucediese...

A los pocos días, se obtuvieron extraños resultados en una medición rutinaria de aguas del Río Mula a la altura de Albudeite, localidad muy próxima a la instalación clandestina. La contención había fracasado, la caja de Pandora se había desatado y avanzaba por los canales de riego y los trasvases hacia mayores focos de población, a la ávida caza de víctimas...