sábado, 1 de octubre de 2011

The Show. Capítulo 23. El Aprendiz

Volvían de Chanel en un Rolls Royce Camargue blanco de llantas doradas dejando atrás una deuda que jamás sería saldada. Doña Nadie, Duquesa de Montignac. Cada vez que cruzaba la mirada con el rostro serio de Rolfe a través del retrovisor se le escapaba una sonrisa que se apuraba en extinguir. Se detuvieron frente al Grand Hotel Wien, Rolfe uniformado bajó y abrío la puerta cortesmente.
Según su información el pescadito y su maletín estarían en el bar del hotel después de la cena.
Con aire displicente avanzó por el suntuoso salón y ocupó un butacón junto a una mesa baja justo al lado del jefe de finanzas. Mientras le servían el champagne que había pedido giró la cabeza y le sonrió haciendo ver que sabía quién era. Pudo ver desconcierto en el rostro del hombre, ligeramente amuermado por el whisky tardó un poco en emprender una pantomima para averiguar el nombre de aquella mujer que parecía conocerle. Gabrielle tejió relatos de fiestas y eventos a los que sabía que él había asistido con mentiras y lugares comunes que ubicarían a su personaje y harían indistinguible el engaño. La hipocresía estaba de su lado.

-¡Claro! Disculpe Señora Duquesa, como olvidar tan esbelta figura.
-Por favor, Señor Grube va a hacer que me sonroje
-El Duque de Montignac estará acostumbrado a oir cumplidos hacia su mujer.
-Estaba. Roland nos dejó hará casi dos años.
-Disculpe, no quise...
-No importa, la vida sigue y no hemos de sentir culpa al disfrutarla ¿no es cierto?
-Claro Mademoiselle ¿Le importa si me siento a su lado para 'disfrutar' de su agradble compañía?
-Me encantaría Señor Grube.
-Llámame Michael.

Tras cuarenta minutos de escarceos y alcohol subieron a la Suite donde esperaba Rolfe con todo preparado, les abrió la puerta, les acomodó y les sirvió un Whisky y una copa de Champagne.
-Si no desean nada más los señores me retiro.
-Nada más, tenga todo preparado a las diez -se giró hacia Michael Grube con fingida lujuria y corrigió sus órdenes- mejor a las doce.
Rolfe cerró las puertas correderas del salón de la Gran Suite y simuló su salida al pasillo del hotel aunque permaneció en silencio en la oscuridad, observado por la rendija que dejó entre ambas hojas.

Gabrielle veía el whisky narcotizado, el maletin a un costado del sillón y tuvo que contener su satisfacción, era incluso mejor que cuando lo planeó todo tumbada en el suelo de su habitación. Brindaron. Comenzó a insinuarse sin pudor sabedora de que no habría un segundo sorbo de Whisky. Se sentía eufórica, una excitación desconocida le subía por el estómago. Grube comenzó a relajar las facciones hasta alcanzar una mueca de estupidez, apenas se tenía. Gabrielle sonrió al ver como caía de rodillas, en ese instante Grube lo entendió todo, trató de aferrarse a su maletín pero se desplomó sobre él.
No podía creerlo, ya está. Le temblaban las rodillas y la euforia mezclada con el alcohol era incontenible, sentía que el corazón se le salía del pecho, tuvo que sentarse. Sintió miedo y un sueño abrumador, su cabeza se ladeaba sin remedio, lo último que sintió fue el golpe contra la alfombra.

Se abrieron las puertas corredizas y Rolfe apareció aún con uniforme y guantes negros de piel fina puestos. Apartó con el pie a Michael Grube de encima del maletín y lo abrió con el llavín que llevaba en el bolsillo de la americana para comprobar que los bonos estaban allí.
Se agachó frente al rostro lívido de Gabrielle y besó su frente.
-Me has enseñado tanto-
A la una de la madrugada abandonaba el hotel en el Rolls con bonos por valor de dos millones de marcos y a Gabrielle Guillet encajada en una gran bolsa de viaje en el maletero. Solo restaba intercambiarlos con el contacto de Gabrielle antes de mediodía por el sesenta por ciento de su valor en dólares americanos.

CONTINUARÁ...