viernes, 27 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 16. ¿Mama?

Me sequé y con la toalla liada en la cintura asomé la cabeza por la puerta del baño, no sin antes haber revisado con temor la parte externa del marco y el suelo ante mis pies descalzos, no quería encontrarme otro de esos bichos .
-¿Tienes algo de ropa?
-Preparaste una maleta, aquí la tengo. Cógela tú mismo, estoy ocupado.
Sin poder abstraerme de aquella inquietud avancé hacia la habitación de Yohann mirando donde ponía cada pie, lo encontré de espaldas a la puerta, sentado en el borde de la cama frente a una maleta grande que tenía abierta sobre una cómoda con espejo.
-Ahí está, sobre el armario.- Señaló con el dedo, al girarse dejó al descubierto el contenido; varios frascos de vidrio con hojas y ramitas en el fondo, uno estaba abierto, la tapa agujereada estaba encima de la colcha, en el resto agitaban sus patas arañas de diversos tipos, entre ellas Roberta que se entretenían envolviendo con seda un saltamontes inerte. Incliné el cuello y fisgué furtivamente. Con su mano enfundada en un guante de plástico grueso sostenía la araña que faltaba del frasco abierto. Cogió un tarro pequeño que había en la mesilla de noche junto a su revolver, una membrana de látex cubría la boca, era un condón. Acercó el enorme insecto al bote e hizo que clavara sus quelíceros en él, fluyeron unas gotitas transparentes. Sin inmutarse ante mi atónita mirada de repugnancia, la depositó de nuevo en su frasco. No pude evitar reprocharle.
-¡Por Dios que asco!
-Pensé que en el lugar de donde vienes no teníais de eso.
-¿Qué?
-Dios.
-Sabía que te dedicabas a esto, pero ¡joder! ¡Qué asco!- Al arrugar la nariz en un gesto de repulsión me llegó el olor del aceite lubricante usado en el revolver, comencé a recordar-...un momento...¿sabía?
En ese momento salí disparado hacia el salón, cogí la pistola, la desmonté y monté como si fuera un acto reflejo.
-¡Yohann! ¡Yo te conozco! Ya se quien eres, tú eres...
-¿Yohann?
-¡Vete a la mierda! ¡Pues no me he metido yo en líos por tu culpa! Recuerdo tus encargos, los trapicheos en la frontera, las granadas en el maletero de mi Trabant negro, la...la...hummm...¡Me cago en la leche nada sobre mí!
-Lo único que te interesa saber es que a efectos prácticos estás muerto.-Miró su reloj, sus espesas cejas se arquearon.-Vístete y ven al salón.
Con ganas de haberme probado el traje colgado en el pomo del armario salí unos minutos después. Olía a café, de la cocina, como una inofensiva ama de casa apareció Yohann portando una bandeja con dos desayunos tardíos. En algún lugar comenzó a sonar opacado un teléfono, estaba muerto de hambre y le arrebaté un bollo que mordí con ansias. Yohann volvió a mirar el reloj, desenterró de debajo de un montón de folios un teléfono negro, descolgó el auricular y habló sin más.
-Como acordaron con usted,esta conversación no ha existido.
Se giró hacia mi y me ofreció el auricular. Extrañado y aún con medio bollo en el carrillo contesté.
- ¿Si?
-Wolfie, hijo ¿estás bien?
Me atraganté y comencé a toser desesperadamente, me puse rojo, Yohan me dió unos golpecitos en la espalda mientras contenía la risa, aún con los ojos llorosos me llevé de nuevo el auricular a la oreja.
-¡Mama?

martes, 24 de mayo de 2011

Capítulo 15. El cazador

Yohann se sentó en la mesa de la esquina, sumida en penumbra y protegida de miradas curiosas, tal y como acostumbraba a hacerlo. Llevaba pocas semanas en Viena, las suficientes para pasar desapercibido, siempre era así, viajaba como una sombra de ciudad en ciudad. El encargo de esta vez era una mujer, y la querían viva. Por eso se lo pidieron a él.

Si había algo en lo que destacara Yohann era en eso: tóxicos y narcotizantes. De pequeño se entretenía mezclando las medicinas de sus padres y dándoselas a probar a sus mascotas, si éstas morían, seguía sus macabros experimentos con animales callejeros, sólo había que poner el suficiente salami o atún en cualquier callejón, nadie en su sano juicio iba a pensar que aquel niño fuese el responsable de todas aquellas alimañas muertas. Cuando ingresó en la legión extranjera pudo dar rienda suelta a su sádica afición. Líbano, Iraq, Afganistán... Yohann estuvo en todos esos conflictos. Se especializó en el trato a prisioneros, memorizó el manual de la CIA sobre interrogatorios. Sus compañeros decían de él que era espeluznante verlo en acción.

Pero ahora era distinto, los enemigos se camuilaban entre los civiles. Pasar incógnito es vital para el éxito de la misión. El contacto entró, escrutinó el bar en busca de miradas indiscretas y se dirigió hacia la mesa de Yohann. Puso sobre la mesa un maletín, lo abrió y sacó fotos de una mujer, pasaportes, dinero en varias divisas, mapas y callejeros. Yohann miraba lo que el contacto le ofrecía. Removió el bourbon en el interior de su vaso y dijo: "necesitaré un ayudante. Sabes que las misiones de extracción suben bastante el presupuesto, ¿verdad?". El contacto no respondió, miraba continuamente a la puerta del bar, resopló y dijo "ahora mismo carecemos de efectivos libres, si desea contar con el apoyo de la agencia deberá esperar". Esa no era la respuesta que esperaba Yohann, apuró las últimas gotas de su bebida mientras leía los informes. Finalmente dijo: "según tus papeles si esperamos es probable que se largue de la ciudad". El contacto se encogió de hombros: "esperábamos que usted encontrara la manera de hacerlo". "Si va a ser a mi manera, os costará el doble", sentenció Yohann.

La puerta del bar se cerró, la silueta del contacto se desvanecía calle abajo. En el interior, Yohann observaba fijamente la fotografía de una mujer. "No pareces demasiado importante" pensó. Cerró el maletín y se dispuso a salir a la calle. Tenía que encontrar un cómplice. No es que conociera a mucha gente en la ciudad, pero había uno que quizás le ayudase, sí, él le ayudaría. Aunque no sería fácil. Tendría que urdir un plan para sacarlo de allí... aquello iba a exigir un sedante de los potentes.

The Show. Capítulo 14: Ebba.

- Hola, soy yo.
- Vaya, ya pensaba que no llamarías.
- He estado ocupada. Acepto, pero necesito tiempo para organizarlo todo.
- Genial. Hablamos la semana que viene. Adiós.

Colgué y me senté en la mesa del salón delante de una copa de vino y cientos de preguntas.

Necesitaba despejarme un poco así que decidí salir a por tabaco y algo de comer.

Veinte minutos después llegaba a mi destino, un restaurante italiano que me encantaba y al que no iba tan a menudo como me gustaría porque no estaba en una zona por la que una chica sola pudiera pasearse sin meterse en algún lio, y mi meta era ser invisible. Al doblar la esquina un chulo mantenía una acalorada conversación con un tipo que, al parecer, le debía pasta. Un grupo de cinco putas se paseaban calle arriba en busca de algún cliente y, justo cuando iba a entrar en el restaurante para hacer mi pedido para llevar, la vi. Al principio me costó reconocerla. Habían pasado muchos años. Pero en cuanto nuestras miradas se cruzaron y vi sus ojos, supe que era ella. Di gracias al cielo. No se acordaba de mi. Fue mi último trabajo, después de aquello juré que jamás volvería a dedicarme a esto y justo el día en que acepto la oferta que me lleva directa a esa antigua vida, la veo. Precisamente hoy.

Se llamaba Ebba. Sus padres, Anna y Hans, habían nacido y vivido en Alemania. Años después de tener a Ebba, su única hija, se mudaron a Viena. Fue ahí cuando el matrimonio Austerlitz comenzó a amasar su fortuna y cuando yo di con ellos. Yo era joven, no tenía ni pizca de compasión. Supongo que por eso era tan buena. Durante aquellos años trabajaba sola, Rolfe no aparecería hasta meses más tarde.
Conocí a los Austerlitz en una gala benéfica. Una conocida que trabajaba para una casa de subastas solía proporcionarme las invitaciones. En una ocasión me dijo: - No entiendo para qué quieres TU ir a esas fiestas de ricachones-. Le pasaba la mejor coca de la cuidad y se acababan las preguntas.

A los cinco minutos de hablar con Hans ya sabía lo sencillo que iba a ser. No era como en otras ocasiones, cuando tienes que convencer a un tipo que lleva veinte años levantando su empresa, que ha visto de todo y que no se deja engañar fácilmente, para que deje una parte considerable de sus ahorros en tus manos. Tras invitarles a un par de almuerzos y un fin de semana esquiando, eran míos.

El día que salía por la puerta con todos los ahorros de los Austerlitz vi a Ebba por segunda y última vez. Me saludó con la mano desde el columpio del jardín. Sentí una punzada de un sentimiento que en ese momento no supe identificar. Cuando conseguí hacerlo, me retiré.

No estaba segura de cuántos años habían pasado, pero ahí estaba. Salía del portal de un edificio medio en ruinas. Yo ya llevaba en la cuidad el suficiente tiempo como para saber qué clase de huéspedes ocupaban ese edificio. No era la calle de las putas por casualidad. Los chulos las confinaban a todas en dos o tres edificios en la misma calle, así las tenían controladas. Dios mío…Ebba...

Continurá...

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR. 

domingo, 22 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 13. Compañeros incómodos.

Inquieto, Wolfie pasó al cuarto de baño procurando no mover demasiado las cosas de su sitio. De algún modo sentía reconocer el lugar, pero no todas las piezas del puzzle encajaban en su cabeza. Corrió de un tirón las cortinas esperando encontrarse lo peor en la bañera... pero no vio nada, no al menos hasta que bajó su mirada y pudo ver una masa fofa peluda rodeada de unos diminutos bastoncillos negros del tamaño de granos de arroz. Tras él, Yohann entró trayendo algo de ropa para su invitado, se acercó a la bañera y levantó el cuerpo peludo, un hilillo de sangre comenzó a brotar de lo que parecía ser el cuello de una chinchilla decapitada.

- Cazzo di Cristo, otra vez no...

Yohann escudriñó las paredes del aseo como buscando algo, sus ojos barrieron de esquina a esquina la habitación y justo después salió corriendo fuera del baño. Se oyó el sonido sordo de las ventanas cerrándose precipitadamente. Wolfie abrió el grifo de la ducha para arrastrar toda la porquería desagüe abajo, se descalzó, se despojó de lo que le quedaba de ropa y entró. Desde fuera, se podía oir a Yohann arrastrando los sofás y tresillos. Una templada lluvia comenzó a brotar de la alcachofa. Cerró los ojos y se concentró en escuchar el repiquetear de las gotas de agua contra el suelo de la bañera. Se oía blasfemar en italiano tras la puerta. Abrió los ojos, el agua iba dibujando caprichosas líneas, rectas y anguladas, sobre la pared, acelerando para justo después frenar, detenerse o unirse a otras gotas que seguían su ineluctable marcha. Ruido de cristales rotos, un chillido. El aroma del champú lo impregnó todo y nubes de vapor se fueron formando alrededor suya. Un fuerte golpe hizo temblar la pared. La espuma acariciaba su cuerpo, sintió quitarse un enorme peso de encima bajo la fuerza del agua y del jabón. Cerró los ojos y se vio flotando en el paraíso. Se estaba purificando, se sentía renacer, exhaló pausadamente mientras terminaba de despojarse de lo que le quedaba de jabón. Armonía universal.

Al terminar apoyó la barbilla contra su pecho, se relajó, tomó aire, levantó la mirada y justo entonces apareció ante sus ojos algo asquerosamente largo y negro. Gritó y pegó un salto hacia atrás. Toda la paz interior, todo el puto karma acumulado, se fueron a la mierda en un abrir y cerrar de ojos. La puerta se abrió y Yohann, con felina agilidad, se abalanzó sobre el monstruo zancudo agarrándolo por su abdomen.

- Vaya, al fin te encuentro preciosa, me tenías preocupado- dijo mientras alzaba en el aire a la araña.- Dirigiéndose a Wolf:- Veo que ya has conocido a Roberta, normalmente vive enjaulada, pero a veces la dejo suelta para que pueda tejer sus telarañas- se llevó el negro abdomen a la cara y se acarició una mejilla con él.- Verás, Roberta no come chinchillas, Roberta se ha comido a Maggie antes de que pudiera dar cuenta de la chinchilla. Y sin Maggie, no puedo sintetizar el bálsamo del sueño. Pero no es problema, hay otras alternativas, de hecho conozco un acuario por aquí cerca que nos va a venir bien.

Wolfie estaba petrificado.

- Es una criatura encantadora. Tiene su genio, pero fuera de su telaraña es totalmente inofensiva. Una genuina viuda negra, de la familia Theridiidae. Letal. Fría. Y además, su veneno produce priapismo... La mujer perfecta.

Un olor a podrido lo inundó todo.

- Oh vaya, parece que has tenido la misma reacción que la chinchilla. Ahí tienes sales de baño, si quieres, puedo enjabonarte la espalda. Por cierto, no es que me vayan los tíos, pero hay que admitir que tienes un culo muy bonito.

Continuará.

miércoles, 18 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 12: Amitriptilina 75 miligramos

Me senté frente al escritorio bajo la ventana del salón. Ojeé algunos papeles recogidos al azar del suelo, informes rigurosos, recortes de prensa antiguos con cúmulos de anotaciones, fichas policiales, la mayoría aludían a una mujer con muchos nombres. Me invadió una profunda desazón.

Escuché pasos, volví la cabeza y del susto casi me caigo de la silla. En la puerta del baño la figura de un hombre elegante, con un chaleco ceñido y una camisa blanca remangada, se secaba las manos en una toalla empapada de sangre.
-Tú debes de ser Wolfgang- Comentó sin el más mínimo asomo de emoción mientras se esmeraba con las uñas.
Asentí con la cabeza. Aterrorizado hice un esfuerzo por adoptar una pose digna, metí con despreocupación las manos en los bolsillos, en el derecho había un papel.
-Vaya con el 'Ilustre mendigo'- Ironizó inspeccionándome de forma burlona, me había calado. Tragué saliva y continué con mi impostura, no tenía ni idea de qué otra cosa podía hacer.
-¿Y tú?..¿Quién eres?-
-Esta vez si que se han pasado - Murmuró para si – Ni idea de quien soy ¿verdad?-
El tono paternalista me molestó, estaba lo suficientemente desorientado y maltrecho como para soportarlo.
-¿Llevas mucho así? quiero decir consciente-
-Una hora creo ¿Qué sabes de todo esto?-
-Sé muchas cosas. Relájate y descansa un poco, mañana hablaremos con más calma. Si te vas a duchar, que sepas que tenemos otro invitado, apártalo y cuando termines vuelve a meterlo en la bañera, nos ocuparemos de él más tarde. Por cierto, me puedes llamar Yohann- Entró en una de las habitaciones y le perdí de vista.
-Pero, tú eres italiano...el acento- Pensé mientras hablaba en las consecuencias de cabrear a aquel extraño. Cuando salió de la habitación con una pistola miré hacia la puerta, estuve a punto de salir corriendo. La dejó en la mesa junto con algo de munición y acercándose a mi cara más de lo que la cortesía exige me dijo.
-Y tú un alemán imbécil que no sabe en que está metido. Una Tokarev 9mm, 8 balas, una reliquia pero servirá. Procura no matarte-
- Este...¿cómo se usa esto? - La migraña era cada vez más dificil de soportar, estaba mareado.
- Te he dicho que descanses, lo vas a necesitar - Recordé el papel arrugado en el bolsillo del pantalón destrozado. Lo extendí sobre la mesa, a lápiz alguien había escrito en él: "Calle Hetzgasse número 14, 2ºA. Aminotriptilina 75mg diarios".Yohann abrió el cajón del escritorio y sacó un tarro de pastillas
- ¿Buscas esto?- Dijo agitándolo ante mis narices.
-¿Qué es?-
- Ese dolor de cabeza puede hacer que desees volarte la cabeza con esa pistola. Un efecto secundario del hipnótico experimental que te inyectaron después de la paliza-
Recordé súbitamente estár en el suelo encogido mientras me pateaban, uno de los perros había hecho pesa en el brazo y lo zarandeaba con sus fauces. Nada más, ni antes ni después, tan solo impresiones vagas.

Continuará...

martes, 17 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 11. Algunas respuestas.

Caminaba deprisa, inquieto, desorientado porque no conocía el lugar, deseando encontrar respuestas a las preguntas que se iban amontonando sobre su mente como cascotes en un terremoto. Su cabeza se movía a un lado y a otro buscando algo conocido, una esquina, una fachada... Nada. No le sonaba ese lugar, una idea latente presionaba su cerebro, deseosa de salir fuera y explicarle lo que había pasado, pero era incapaz de hacerlo, su jaqueca le impedía pensar con claridad. Se sentía drogado, y herido. Cuando hubo más luz pudo comprobar que su cuerpo estaba lleno de hematomas, dentelladas y arañazos... el hijo de puta que le hizo eso iba a cuatro patas, o los hijos de puta... Había marcas para todos los gustos y tamaños.

Sintió una urgencia y evacuó su vejiga apoyando una mano sobre un muro, fueron unos instantes de gloria después de tanto malestar. Una meada larga, de campeonato, tonificante, de un color azulado... "un momento, ¡¿AZULADO?! ¿Qué mierda me han obligado a tomar?", pensó sin permitir que ese susto le impidiera seguir disfrutando de la micción. Soltó un prolongado suspiro y mientras se sacudía las últimas gotas, miró a ambos lados, al otro lado de la calle vio a una anciana que volvía a casa cargada con bolsas de fruta y productos de desayuno. Se emocionó, la relajación del momento le hizo ver que huir no era la solución, se dijo a sí mismo que seguro que esa mujer sentiría piedad de él y le ayudaría. Todavía algo aturdido y sin ser muy consciente, con la mano que tenía libre intentó atraer su atención.

- ¡EHH SEÑORA! FRAU... AQUÍ...  OIGA...

La mujer, atónita ante semejante panorama, debió perder la poca fuerza que le quedaba en los brazos dejando caer las bolsas al suelo. La comida se esparció por la acera y una manzana rodó calle abajo cual carricoche del Potemkin. Debió pensar que era uno de esos degenerados que salen en los programas de sucesos. Wolf no tuvo que hacer nada, ya se había encargado la tele de asustar a la mujer.

Después sobrevino el temporal iniciado por el grito de socorro de la anciana. Prosiguieron las pedradas de unos gamberros en bicicleta que jugaban por ahí cerca y la indignación popular de todos los que se asomaban a esa calle. -Ese pervertido ha intentado violar a esa pobre mujer- gritaron desde una esquina. "POLICÍA, POLICÍA" se escuchaba desde otro lugar. -Santo cielo, es que ya no se está seguro ni a plena luz del día-  se quejaba amargamente una vecina que acudió rauda y veloz ante la posibilidad de linchamiento público. Se oyeron también gritos de feministas que pedían no sólo la cabeza de Wolfgang, sino también la de todos los hombres mayores de trece años.

Wolf corrió. Hasta donde su cuerpo le permitió. Había esquivado a la muerte la noche anterior sólo para volver a meterse en problemas. Se palpó los bolsillos y sacó su cartera, debía buscar pistas. Detrás del billete de tren estaba escrita una dirección, de algún modo una parte de su memoria volvió a cobrar vida, el tacto del billete y el olor de la tinta le trajeron recuerdos antes dormidos. Reconoció el lugar y se dirigió a él a toda velocidad, intentando dejar atrás el ruido de sirenas. Al llegar al piso se lo encontró abierto. Un amasijo de papeles lo inundaba todo, las paredes estaban repletas de mapas, recortes de periódicos y esquemas incomprensibles. La ventaba también estaba abierta y dejaba entrar una brisa que atrajo algo brillante hacia sus manos.

-¿Qué mierda has venido a hacer a Viena, Wolfie? Tú no eres de por aquí- se dijo mientras sostenía un sombrero hecho con papel de aluminio.

Mientras, en otro lado de la ciudad, la muchedumbre hacía corro alrededor de una ambulancia. Eins, zwei, drei.. repetía continuamente el personal sanitario que intentaba reanimar a una anciana. Al parecer la mujer había sido asaltada por un maníaco sexual que no pudo llevar a cabo sus fechorías gracias a que un grupo de valerosos vecinos lo impidió.

lunes, 16 de mayo de 2011

¡Olvídate de mí!

TÍTULO ORIGINAL Eternal Sunshine of the Spotless Mind
DIRECTOR Michel Gondry
GUIÓN Charlie Kaufman (Historia: Charlie Kaufman, Michel Gondry, Pierre Bismuth)
MÚSICA Jon Brion
FOTOGRAFÍA Ellen Kuras
REPARTO Jim Carrey, Kate Winslet, Kirsten Dunst, Mark Ruffalo, Elijah Wood, Tom Wilkinson, Thomas Jay Ryan, Gerry Robert Byrne, Jane Adams, David Cross, Ryan Whitney
GÉNERO Fantástico. Comedia. Drama. Romance | Cine independiente USA.


Ya, ya, se lo que estáis pensando. De ‘La eterna luz de la mente impoluta’ a '¡Olvidate de mi!' hay un trecho.
No se que me pasa, siempre que me plantan, veo esta película. No puede ser bueno. Es tan autodestructivo...
Pero al grano, es un peliculón y os diré por qué:

"Pensamientos al azar sobre el día de San Valentín de 2004. Es una celebración inventada por los fabricantes de tarjetas de felicitación par que la gente se sienta como una mierda".  

Y así empezamos, o mas bien terminamos, porque uno de los grandes aciertos es que la historia empieza por el final. Una historia que nos cuenta el lado mas amargo del amor.
Joel (Jim Carrey, sin muecas, papel serio) y Clementine (Kate Winslet) son dos personas ajenas a la norma. Él introvertido, con dificultad para socializar y con un gran talento para el dibujo. Ella, un tanto inestable, insegura y con una leve adicción al alcohol.
Y son estos dos personajes los que nos guían a través de todas las fases que suele tener una relación. Todos somos Joels y Clementines. Desde la magia del comienzo, hasta el desastroso final, pasándo por el conocimiento de la personalidad del otro. Al principio, disfrutando cada detallito pero, finalmente, definiéndo estos detalles como defectos y odiándolos. En definitiva, odiando todo aquello que una vez te enamoró.


" - Y en tu pequeño cerebro agusanado nace la misma pregunta: ¿habrá follado con alguien esta noche?
- Pues verás, Clem, doy por supuesto que has follado con alguien. Así es como consigues caer bien."

Y, sin embargo, buscándo una y otra vez lo que ya una vez fracasó.
Clementine, impulsiva como es, no duda en erradicar a Joel de su memoria cosa que él también hace pero sólo por despecho y como venganza al enterarse finalmente de por qué en la librería ella actúaba como si no le conociera. Es duro, vas con un regalo a disculparte, pero él o ella te ha borrado de su cerebro para siempre. Sin segundas oportunidades; c'est finit mon amic. 
Pero Joel la ama, y durante el proceso de borrado, se arrepiente, se niega a dejarla ir. Huye con ella por todos los rincones de su mente. La lleva a sus sitios más privados, a su humillación. Desnuda su alma por completo ante ella. Sabe que va a salir mal, pero quiere intentarlo. ¿Por enésima vez? Qué mas da...

 "- Tu nombre me parece mágico.
- Se acaba. Pronto desaparecerá.
- Lo se. 
-¿Qué hacemos?
- Disfrutarlo." 

Y vuelven a encontrarse, pero en este último encuentro ellos ya saben lo que va a pasar. Tienen las cintas. Oyen a su propia voz, a su propio yo enumerar todas y cada una de las cosas que les llevarán al desastre. Al  dolorosísimo final.

" - ¿Qué quieres, Joel?
- No lo se, sólo espera. Solo quiero que esperes...un rato.
-  Vale.
- ¿En serio?
- No soy un concepto, Joel. Soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu. No soy perfecta.
- No veo nada que no me guste de ti. Ahora mismo, no lo veo.
- Pero lo harás, pero lo harás. No se, ya se te ocurrirán cosas y yo me aburriré de ti y me sentiré atrapada porque eso es lo que me suele pasar.
- Vale.
- Vale." 

Se ríen y siguen adelante. Porque, ¿qué otra cosa podemos hacer sino reir y seguir adelante?  

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.

The Show. Capítulo 10: Próximo Destino

Me había prometido a mi misma cuando me mudé que iba a romper lazos con toda mi vida anterior. Sin embargo, ahí estaba tumbada a su lado en la cama que ni siquiera habíamos deshecho. Me levanté, me cubrí con la bata y busqué un cigarro. Me senté en el alféizar de la ventana. Vi pasar calle arriba a un tipo vestido con harapos, parecía desorientado. Un vagabundo borracho seguramente.
Me di la vuelta y miré a Rolfe, parecía dormido. Fui a la cocina y eché hielo en un vaso. Ya en el salón me serví una copa y me senté en el sofá.

- Bebes demasiado.- me dijo apoyado en el marco de la puerta.
- Hablas demasiado.
- Nena, no te tortures. No podemos negar lo que somos. Eras la mejor, es normal que te busquen. Vayas a dónde vayas, antes o después, darán contigo.
- Eso parece.- le dije.- Aún no he aceptado, quizás si ahora digo que no, se den por vencidos y ya nadie vuelva a buscarme jamás.
- Y, ¿cuál es la alternativa? ¿vivir así?.- echó un vistazo a su alrededor.
- Tú no lo entiendes.- me levanté para rellenar el vaso y al pasar a su lado, me agarró por la cintura.
- Puede que no, pero a diferencia de ese pringado que te plantó hace un par de meses, yo siempre he estado aquí.
- Y, ¿se supone que eso es algo bueno? Además, ¿tú como sabes...?
- Te lo acabo de decir, siempre he estado aquí.- me cogió el vaso de la mano y lo dejó sobre la mesa del correo que tenía detrás. Me desabrochó la bata, me sonrió y me besó.- Nena, esta es tu vida, siempre lo será. La única pregunta es cuánto vas a tardar en aceptarlo.
- Les haré esperar.
- Esa es mi chica.

De camino al dormitorio, pensé en mi próximo destino. Al acabar el trabajo habría que irse echando leches, como siempre. Pero esta vez era distinto. No se trataba de un mafioso de tres al cuarto o de un narcotraficante con deudas pendientes. Este era realmente un pez muy gordo. Es difícil esconderse de tipos así, con un ejército a su servicio, dispuesto a jugarse la vida por él. Cuando el asunto estuviera liquidado, seguirían detrás de mi. No pararían hasta encontrarme. Había que planearlo todo muy bien, no podían quedar cabos sueltos. Y para dejar todo bien atado, nadie mejor que Rolfe. No es es que el tipo fuera todo sensibilidad, pero en cuanto a negocios se refiere, nunca me había fallado. Como si me leyera el pensamiento, mientras nos sentabamos en la cama, dijo:

- ¿No estás harta de este frío polar? Dicen que Ko Samui está preciosa en esta época del año.
- Cállate de una vez.
- Como quieras, ven aquí.

Cerré con el pie la puerta del dormitorio.

Continuará...

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.


The Show. Capítulo 9: Recién nacido

En aquel enorme descampado del extrarradio de Viena crecían sin control la hierba, los arbustos y algún pino desperdigado, mancillaban su espesura senderos que unían atravesándolo distintos núcleos de población.  Erguido a duras penas, bajo un cielo de nubes pasajeras contorneadas por la alborada, acariciado por la brisa, un joven desnudo miraba a su alrededor, palpaba aturdido el hilo de sangre reseca que parecía tener origen en su oreja. En el lóbulo donde debería haber un zarcillo estaba rasgado. Comenzó a tambalearse, se inclinó y apoyó las manos sobre sus rodillas, como para recuperar el aliento, quizás lloraba, quizás contenía toneladas de ansiedad, lo cierto es que respiraba estertóreamente. Cayó al suelo fulminado.

Cuando recobró la consciencia estaba aterido de frío, había amanecido, por los charcos debió llover lo que quedaba de noche. En un gesto repentino se incorporó dispuesto a resolver algunos problemas. Inpeccionó el suelo y encontró trozos de ropa; un pantalón de pana color café con leche rasgado con el que conformó un taparrabos y un jersey de lana con la manga colgandera notablemente maltrecho que le sirvió para cubrirse el pecho.

Una vez más miró a su alrededor, divisó en la distancia el Danubio serpeando por el centro de la ciudad. Aún dudó unos minutos, parecía no saber qué hacer. Hablaba consigo mismo en un afán por inferir su situación, a veces murmurando, a veces gritando. Su angustia era evidente.

Siguió el rastro que debió dejar, restos de una vomitona, jirones de ropa, una botas de ante vuelto que no dudó en ponerse a pesar de estar en el centro un gran charco, un calcetín, restos de una camiseta de tirantes, marcas en el barro que inequívocamente correspondían con las de una persona arrastrada, otro charco y en el ¡una cartera!
La recogío y hurgó en su interior, no había dinero, tan solo un billete de tren y un pasaporte de la RDA. Lo inspeccionó con avidez deteniéndose largo rato en la foto, no conocía al tipo. Mirándose en el reflejo del agua que estaba pisando se quedó perplejo, era él.
- ¡Me llamo Wolfgang! ¡Wolfgang! ¡Wolfie! ¡sí!-
Se sorprendió a si mismo gritando su nombre en mitad de la nada y trató de contenerse. Miró en todas direcciones por si alguien le había oído. En un extremo del descampado una mujer enfilaba uno de los senderos que rasgaban la maleza, no parecía haberle visto. Raudo atravesó dos frondosos arbustos y huyó de la mujer rumbo al centro de la ciudad.
CONTINUARÁ...

domingo, 15 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 8: Viejas amistades

Rolfe, ese cabrón siempre aparecía cuando menos lo esperaba una. Gabrielle cerró la puerta tras él, le ayudó a quitarse la chupa claveteada y la dejó caer sobre la primera silla que encontró. Alto, delgado y con la cara marcada, el rostro de Rolfe era el de un niño travieso atrapado en el cuerpo de un adulto. Buscó un lugar donde sentarse mientras Gabrielle iba a buscar un par de vasos y hielo a la cocina.


-Y bien- preguntó ella desde la otra habitación- ¿qué celebramos?
-No te hagas la tonta, las noticias vuelan. No eres tan desconocida por el barrio como piensas, parece ser que un pez gordo te ha estado ofreciendo trabajo. Dime, ¿qué esperabas para contármelo?
-Sea lo que sea lo que te hayan dicho, es mentira. Ya sabes lo que pienso de la mierda de las grandes corporaciones. Si has venido buscando dinero ya puedes ir largándote por esa misma puerta porque no vas a pillar ni un mísero chelín.
-Vamos- sonrió socarrón- sabes que entre nosotros hay algo más que intereses comerciales- sorbió su whiskey sin perderla de vista-. No vamos a echar a perder nuestra vieja amistad sólo porque unos negocietes nos hayan ido mal antes.

Rolfe se puso a buscar entre la pila de vinilos que había junto al equipo de música, como buscando uno que tocara la fibra sensible de Gabrielle.


-Sabes- dijo él- siempre me he preguntado por qué insistes en escuchar esta mierda de discos pudiendo tener todo lo que te de la gana en caset. Siempre fuiste un poco rara para esto de la música.
-¿Buscas a Rick Astley? Te juro que ahí no lo vas a encontrar en tu vida.
- Aquí está- sacó un disco de una caja azul marino y lo colocó en el tocadiscos-. Seguro que te habías olvidado de esta...

La música empezó a sonar y justo entonces sucedió...


CONTINUARÁ...

The Show. Capítulo 7: Pienso luego...

Fui pensando y fumando de camino a casa. Tenía una semana para decidir. El trabajo estaba tan absurdamente bien pagado que ni siquiera sabía por qué dudaba. ¡Ah, claro! Conciencia.
Al llegara a casa tenía un mensaje de una empresa publicitaria. La voz al otro lado del contestador mascullaba no se qué sobre un anuncio de aerolíneas baratas. Lo borré y me serví una copa de vino. Me senté frente al televisor y lo encendí aunque ni lo miraba, ni lo escuchaba. Dejé la copa de vino sobre la mesa junto a mis pies descalzos, apoyados entre revistas y busqué el cenicero. Abrí la cajetilla de tabaco y vi que era el último. Bajé los pies, me calzé y salí. Decidí cruzar el descampado para ahorrar tiempo y, sobretodo, porque aún habia luz. A mitad de camino mi pie derecho resbaló y casi caigo de bruces. Tras un humillante tira y afloja con la gravedad, miré hacia el suelo. Que asco, alguien había vomitado y aún era reciente. Algo temprano para un borrachera.
De vuelta a casa con provisiones, tomé una decisión. Aunque no sabía la respuesta, la daría al final del periodo de gracia. Sí, les haría esperar.
Al salir de la ducha alguien llamó a la puerta. Fui a abrir mientras me abrochaba el albornoz.
- Hola, ¿quieres compañía? - dijo sonriendo y blandiendo una botella de wisky.
Le devolví la sonrisa y me hice a un lado para dejarle pasar. Basta de pensar por hoy.

Continuará...

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.

The Show. Capítulo 6: Despierta

Negro. El silencio de la noche se vio interrumpido por un agudo dolor de cabeza que le atravesó los sesos, tan intenso como si una lámina de acero al rojo le hubiese cercenado en dos el cráneo. Se retorció sobre sí mismo y apretó los dientes, la gravilla sobre la que estaba tumbado se le empezó a clavar en la piel y entonces fue consciente de que iba desnudo.

Trató de incorporarse como pudo, acertó a ponerse tembloroso a cuatro patas mientras un hilillo de baba le resbalaba de entre los labios. No conseguía enfocar la vista, todo daba vueltas y por sus oídos sólo sentía un molesto pitido. A duras penas conseguía percibir lo que le rodeaba. Desnudo, sólo y perdido en algún lugar. No conseguía recordar nada, no sabía cómo o por qué había llegado allí, sólo sabía que estaba en pelota picada en mitad de ninguna parte y se sentía morir.

"Tranquilo", pensó, "tómate tu tiempo y respira hondo". Lentamente, alcanzó una postura más digna y miró a su alrededor, la luna iluminaba un descampado y apenas podía identificar nada, sólo jirones de ropa y un charco cercano a él. Apartó su nariz cuando descubrió que se trataba de su propio vómito, a duras penas contuvo las náuseas. No se sentía nada bien, su cuerpo apenas respondía a sus órdenes, aunque sobre su cabeza empezaban a arremolinarse las mismas preguntas cada vez con más fuerza. ¿Qué cojones había pasado?

Continuará... 

sábado, 14 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 5: Negocios

Comenzó a llover tímidamente, aún así continué caminando. Quedaban unos cinco minutos a pie cuando la lluvia arreció. El pelo se pegaba en la frente, la camiseta a la espalda. Mascullé veneno y apreté el paso.
Al llegar a casa, en el espejo del ascensor pude comprobar como con la lluvia los últimos restos de glamour se desvanecían como la negrura del 'eyeliner'. La miseria al otro lado del espejo no tenía reparos en decirme: "No te pongas Maridigna, llama". En fin ¿qué es lo peor que podía ofrecerme? Eché mano a la tarjeta y me aterrorizó notar su tacto blanduzco, tibio y áspero. Se ha mojado pero bien ¡La tinta!
Con la misma cara que Mel Gibson desactivando una bomba saqué meticulosamente la tarjeta con una mano mientras con la otra estiraba el borde del bolsillo para facilitar la extracción. El número se había difuminado hasta hacerlo apenas reconocible.
Abrí la puerta del piso y saltando sobre la enésima nota que el casero desliza bajo la puerta me dirigía al bañó en busca del secador. Tan solo podría detener el desastre pero al menos habría una oportunidad.
Tras unos minutos de aire caliente que la tarjeta y yo supimos compartir estábamos casi secas, podía distinguir todas las cifras menos la penúltima. Era... ¿un...Seis?¿Un ocho?¿un tres?...No quería reconocerlo pero tendría que hacer diez llamadas. Un suspiro cansino. Otra maldición al viento.
Tras una breve conversación, decidimos vernos en el bar que nos presentó en una hora. Durante ese tiempo me fumé medio paquete de Marlboro light, ordené un poco el piso, me metí en la ducha y me adecenté  un poco. Lucía el mejor aspecto en semanas. Joder, estaba ilusionada...
Cuando entré al  bar él ya me esperaba en un mesa junto al Jukebox que plañía un tema de Niel Diamond. Me senté, miré a mi izquierda y le hice un gesto al camarero. Encendí un cigarro y ofrecí otro a mi acompañante que declinó con un elegante gesto de muñeca. Llegó mi rubia, le di un trago y entonces miré a los ojos por primera vez desde que me habia sentado a ... ni siquiera sabía su nombre. Esto no podía acabar bien. Bueno, chica, no tienes nada que perder por escuchar.

- Bien.- dijo con una media sonrisa, como si supiera de antemano que mi respuesta iba a ser afirmativa.- Este es el trato...

Continuará...

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.