lunes, 16 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 9: Recién nacido

En aquel enorme descampado del extrarradio de Viena crecían sin control la hierba, los arbustos y algún pino desperdigado, mancillaban su espesura senderos que unían atravesándolo distintos núcleos de población.  Erguido a duras penas, bajo un cielo de nubes pasajeras contorneadas por la alborada, acariciado por la brisa, un joven desnudo miraba a su alrededor, palpaba aturdido el hilo de sangre reseca que parecía tener origen en su oreja. En el lóbulo donde debería haber un zarcillo estaba rasgado. Comenzó a tambalearse, se inclinó y apoyó las manos sobre sus rodillas, como para recuperar el aliento, quizás lloraba, quizás contenía toneladas de ansiedad, lo cierto es que respiraba estertóreamente. Cayó al suelo fulminado.

Cuando recobró la consciencia estaba aterido de frío, había amanecido, por los charcos debió llover lo que quedaba de noche. En un gesto repentino se incorporó dispuesto a resolver algunos problemas. Inpeccionó el suelo y encontró trozos de ropa; un pantalón de pana color café con leche rasgado con el que conformó un taparrabos y un jersey de lana con la manga colgandera notablemente maltrecho que le sirvió para cubrirse el pecho.

Una vez más miró a su alrededor, divisó en la distancia el Danubio serpeando por el centro de la ciudad. Aún dudó unos minutos, parecía no saber qué hacer. Hablaba consigo mismo en un afán por inferir su situación, a veces murmurando, a veces gritando. Su angustia era evidente.

Siguió el rastro que debió dejar, restos de una vomitona, jirones de ropa, una botas de ante vuelto que no dudó en ponerse a pesar de estar en el centro un gran charco, un calcetín, restos de una camiseta de tirantes, marcas en el barro que inequívocamente correspondían con las de una persona arrastrada, otro charco y en el ¡una cartera!
La recogío y hurgó en su interior, no había dinero, tan solo un billete de tren y un pasaporte de la RDA. Lo inspeccionó con avidez deteniéndose largo rato en la foto, no conocía al tipo. Mirándose en el reflejo del agua que estaba pisando se quedó perplejo, era él.
- ¡Me llamo Wolfgang! ¡Wolfgang! ¡Wolfie! ¡sí!-
Se sorprendió a si mismo gritando su nombre en mitad de la nada y trató de contenerse. Miró en todas direcciones por si alguien le había oído. En un extremo del descampado una mujer enfilaba uno de los senderos que rasgaban la maleza, no parecía haberle visto. Raudo atravesó dos frondosos arbustos y huyó de la mujer rumbo al centro de la ciudad.
CONTINUARÁ...

4 comentarios:

Javi dijo...

LoL, me reprimí de poner que el color de los jirones de ropa era blanco, por aquello de que durante la noche no iba a reconocer los tonos...

En fin, esto le da un giro a la historia que le tenía reservada en un principio, igual me guardo el personaje que tenía planeado darle para otra novela...

Unknown dijo...

Por cierto el desmayo que le da es después del despertar del capítulo anterior, es decir, se vuelve a quedar inconsciente para que le de tiempo a aparecer a Gabrielle. ;)

Javi dijo...

Danubio... chelines... RDA... Wolfgang... ¿es el imperio de las ostras (Österreich)?

Galadriel dijo...

Entonces ya estamos situados.Bien, bien,esto avanza.
:D