jueves, 29 de diciembre de 2011

Die Welle (La Ola)

DIRECTOR: Dennis Gansel
GUIÓN: Dennis Gansel, Peter Thorwarth (Historia: Johnny Dawkins, Ron Birnbach. Idea: William Ron Jones. Novela: Todd Strasser)
MÚSICA: Heiko Maile
FOTOGRAFÍA: Torsten Breuer
 REPARTO: Jürgen Vogel, Frederick Lau, Jennifer Ulrich, Max Riemelt, Christiane Paul, Elyas M'Barek, Jacob Matschenz, Cristina Do Rego, Maximilian Mauff, Maximilian Vollmar.



Me llamó la atención por varios motivos. Primero, porque es un film alemán y últimamente estoy obsesionada (maldita escuela de idiomas), segundo porque ya me habían hablado muy bien de Dennis Gansel y Jürgen Vogel en "Das Phantom" y finalmente, porque vi que la ponían en La 2, cadena que me descubrió grandes títulos como, por ejemplo, la inolvidable "No Matarás".
Antes de nada, pondré las cosas en su contexto. Esta película se basa en un libro que a su vez se basa en una historia real. Iremos por partes. Ron Jones es un profesor de Historia Contemporánea en Palo Alto  (California). En un intento por implicar al alumnado al tiempo que procura educar, se le ocurre realizar este experimento con sus alumnos: "La Tercera Ola". Se trata de dar respuesta a la pregunta de si en nuestros días, una dictadura sería posible en el mundo occidental. El primer impulso, claro, es decir "no, imposible". ¿Por qué? Los motivos por los que sería imposible repetir errores pasados son muchos: nuestra memoria histórica, el desarrollo tecnológico y de nuevas políticas, etc. Además de que hoy día existen organismos que no permitirían que se llegara al punto de Guerras Mundiales. Como he dicho, los argumentos que he oido son de lo más variado. 
Pues bien, este experimento le sirve a Todd Strasser para escribir su famoso libro "La Ola"  y a Dennis Gansel para rodar la película homónima, pero con ciertos cambios. El marco no es EEUU, sino la Alemania del Siglo XXI y el profesor que realiza el experimento en este caso es Rainer Wenger. 
La película comienza ya con una cierta ironía. La semana de proyectos del instituto consiste en explicar los distintos tipos de gobierno y la pelea surge entre Anarquía y Autocracia. Wegner, muy interesado en impartir el curso de Anarquía encuentra que ese proyecto ya tiene dueño y, he ahí que Rainer Wenger, ataviado con su camiseta de Los Ramones, se persona en el despacho de la directora del instituto con no pocas quejas. Como respuesta un "apañaos vosotros". Así, Rainer no tiene más remedio que impartir el curso de Autocracia (Gobierno de Uno Mismo).
Y aquí comienza el experimento. Tras delimitar el término Autocracia, qué es, qué elementos necesita para iniciarse y perdurar, qué estructuras sociales deben darse para que se propicie esta forma de gobierno, etc, el profesor Rainer, perdón, a partir de ahora, el Señor Wenger será el líder del movimiento, movimiento que tendrá su propio nombre, símbolo, vestimenta, saludo... e incluso realizará algunas actividades vandálicas a espaldas de su líder.
La implicación de los alumnos es tal, que comienzan a hostigar a los que no pertenecen a "La Ola", declaran una guerra abierta a los anarquistas, se espían unos a otros...
En la versión real, el profesor Ron Jones tuvo que suspender el proyecto al 5º día por miedo a que la cosa fuera a más.
En este caso, el de la ficción, efectivamente va a más. La implicación de los alumnos que en un principio parece positiva y creativa, acaba derivando en un fanatismo extremo, que llevará a la película a su terrible e inevitable final.
Destacar que el discurso final del Señor Wenger pone los pelos de punta, pero no las palabras en sí, o la actuación de Jürgen Vogel en sí, sino la moraleja. La moraleja del discurso es espeluznante.
A mi, personalmente, me parece una película impresionante. Para que luego digan que el cine europeo no puede competir con los yankis. En cuanto a las actuaciones, todas correctísimas y destacadas para mi son, aparte de la de Jürgen Vogel, la de Max Riemelt en el papel de Marco y Frederick Lau en el papel de Tim. El personaje de Jennifer Ulrich: Karo, es odioso, cumple su fin. La chica lo borda, acabas con ganas de taparle la boca con cinta aislante.
En definitiva, una gran película que, no sólo entretiene, sino que te hace pensar.

martes, 29 de noviembre de 2011

The Show. Capítulo 25: Game Over.

Hacer el viaje de Viena a Nueva York en el compartimento de equipajes de un avión, en lugar de en el cómodo asiento de primera clase, había sido una experiencia horrible, pero pronto iba a merecer la pena.
Sólo había tenido que acercarme aquel vaso de wisky a los labios para notar el hedor de la traición y los somníferos. Ese cabrón de Rolfe me había tomado por una aficionada, pero por supuesto, mi teatro había surtido efecto.
Mientras Ebba le encañonaba, no podía evitar, aún desde el maletero del Rolls, imaginarme la cara de Rolfe. Oí cómo le obligaba a deshacerse de sus armas y apartarse del coche, no sin antes obligarle a abrir el maletero.
Sin dejar de apuntarle, Ebba abrió la cremallera y, por fín, noté la brisa en mi rostro y el aire libre en mis pulmones.
Miré a Rolfe, me devolvió la mirada. No hizo falta decir nada. Ebba me pasó las llaves del Cadillac negro, abrí el maletero y saqué la artillería.
- ¿Creías que ibas a poder engañarme? ¿De verdad en algún momento te lo creiste? – Rolfe me miraba entre atónito y orgulloso. – Tenía intención de darte tu parte, pero eres un gilipollas avaricioso y ahora, vas a ser un gilipollas pobre y muerto.
- No serás capaz de matarme, Gabrielle. Puede que hace unos años sí, pero ahora, ya no.
- Tienes razón, he cambiado. Tanto, que creo que es hora de que Ebba sepa la verdad, que sepa quién es el responsable de todas sus desgracias.
Ebba le miraba tan fríamente mientras le apuntaba, que incluso yo me asusté. Me recodaba demasiado a la Gabrielle de hace 10 años. Desvié mi mirada hacia Rolfe y, por primera vez desde que le conocía le vi realmente asustado. Llevaba mucho tiempo en el negocio y sabía perfectamente que sus actos tenían como consecuencia la muerte. No podía dejarle vivo y, si lo hacía, el otro bando se lo cargaría por no cumplir lo prometido. No tenía salida. Estaba desesperado.
- Escucha, Ebba, te está engañando. Ese es su trabajo, engañar, timar. Ella es la culpable de la muerte de tus padres. De tus años como delincuente común que no le importa a nadie un carajo, más que para que se la chupe en un callejón.
Ebba no contestó. Seguía apuntándole. Su mano no temblaba un ápice, al contrario que Rolfe, que empezaba a estar acojonado de verdad.
- Nena, tienes la oportunidad de vengarte de la cabrona que te jodió la vida. La tienes justo ahí. Te daré la mitad del dinero y cada uno por su lado. Podrás empezar de nuevo.
Ambos se giraron a mirarme, Ebba con una media sonrisa, no era para menos. Rolfe, por su parte, cagado de miedo. Maldito cabrón, se lo merecía.
- Lo se todo. No hay nada que puedas contarme que ya no sepa. ¿Te gustó follarte a mi madre cuando ya estaba desesperada y arruinada? ¿Qué le prometiste? ¿Qué la sacarías de la pobreza?
Y apareció la razón por la que tenía la precaución de limitar las apariciones de Rolfe en los timos a pasaportes falsos y pequeños roles sin importancia. No sabía mentir. Por mucho que lo negaba, se veía en sus ojos la verdad.
Ebba, sin perder la calma continuó:
- Ahora, deja de lloriquear, levántate y vamos a acabar el trabajo.
Los tipos a los que iban a ver suponían que, a estas alturas, ya me habrían capturado por lo que tendría que esperar a que una joven puta y un mal mentiroso finiquitaran la parte más difícil del trabajo. El plan no tenía por dónde cogerse, pero no podía hacer otra cosa. Al menos, me había asegurado de que esos tipos contaran con que Rolfe iría acompañado. Una dificultad menos y más favores que deber.
Entraron al almacén semi abandonado. Ebba, tan segura de sí misma que daba miedo y Rolfe intentando no mearse encima. No había nada allí más que basura, unas ventanas altas semi abiertas, botellas vacías y colillas esparcidas por el suelo.
Había cinco tipos sentados alrededor de una mesa circular y unos cuantos matones, uno de los cuales había sido el encargado de reclutar a Gabrielle, de pie guardando a sus respectivos dueños, quedaba una silla libre. Ebba se quedó de pie detrás de él, que tomó asiento en la silla libre. Puso el maletín sobre la mesa, lo empujó hacia uno de los matones que lo recogió y puso sobre la mesa delante de uno de los sujetos más espeluznates que Ebba había visto jamás. Y eso que creía que había visto de todo. Él y otros dos miraron el contenido del maletín. Parecían estar satisfechos.
- Y, ¿qué ha pasado con el Señor Grube?
- No volverán a saber de él. Les garantizo que no les molestará. El resto de bonos y dinero en efectivo han sido traspasados a diferentes cuentas, todas ellas fantasma, que llevan a una única. Mañana a estas horas podrán acceder al dinero.
Rolfe sacó un papel de su bolsillo y se lo pasó a uno de los matones.
- Aquí están los datos. No tendrán ningún problema.
- De no ser así, mañana a estas horas serás un cadáver. – Rolfe se quedó inmóvil. Hubo un silencio, quizás intencionado para intentar poner aún más nervioso a Rolfe o más bien, a la chica impasible que estaba de pie detrás de él sin decir una palabra.
- Nosotros nos vamos, hay un último detalle que estos señores quieren tratar con usted. En un momento podrá acceder a sus honorarios, tal y como habíamos quedado. Supongo y espero que no volveremos a vernos. Adiós.
Al quedar asientos libres, Ebba se sentó. Quedaron sólo ellos y dos tipos más que no habían hablado hasta el momento.
- Soy Yohann, hablamos por teléfono. Yo le proporcioné los sedantes a través de mi contacto- Rolfe hizo un gesto con la cabeza a modo de afirmación.
- Hola, Wolfgang, encantado de conocerles. Vamos al grano. ¿Dónde está la chica?
- Fuera, en el maletero del coche, en una bolsa. Está inconsciente.
- No lo dudo.- Dijo Yohann con una sonrisa inquietante.
En ese momento se oyó un ruido. Los cuatro se giraron pero no vieron nada. Continuaron hablando, ultimando los detalles. Ahora fue Wolf quien habló:
- Aquí le traemos lo acordado.- Dijo señalando el maletín que tenía a sus pies- Tenemos fuera una furgoneta. Cargaremos ahí la mercancía y asunto zanjado. Esto no ha pasado, ustedes y nosotros, no nos conocemos.
- ¿Qué le va a pasar?
- Si eso le importara, no nos la habría entregado por un tercio de su valor. Usted sabe que esa chica es valiosa.
- ¿La van a matar?
- Como ya he dicho, es valiosa. Pero su futuro no depende de nosotros.
De repente se oyó un click y, en un segundo, la mesa circular de formica verde se llenó de sangre y trozos de cerebro reventado. Por encima del humo procedente de los recientes disparos, apareció la cara de Gabrielle. Rolfe, pálido y con la cara desencajada, miró a Ebba que sonreía levemente mientras observaba cómo la sangre goteaba por el borde de la mesa. Antes de que Rolfe pudiera siquiera reaccionar, Gabrielle le apuntó mientas Ebba, con una rápido movimiento, se había situado detrás de él y le encañonaba la nuca.
- Sabes que te mereces lo que te va a pasar.- Durante todos estos años, había albergado algo similar al cariño por ese bastardo, pero todo había desaparecido. Era la misma de hace 10 años. No se puede huir de lo que somos.
- ¿Crees que eres mejor que yo?
Sonreí.- Lo único que creo es que moriré de vejez en una isla paradisíaca disfrutando los millones de dólares que me has proporcionado, maldito cabrón.
Hice un rápido gesto a Ebba para que se apartara y con un certero disparo entre los ojos, zanjé la conversación.
Ya fuera del maloliente almacén, Gabrielle puso el maletín sobre el maletero del Rolls, lo abrió y depositó en una bolsa casi la mitad del contenido.
- Con esto podrás empezar de nuevo. Espero que te vaya todo lo bien que puede irle a alguien como tú.
Ebba miró hacia abajo, al arma que amartillaba junto a su muslo derecho. Me miró:
- Debería pegarte un tiro aquí y ahora mismo. Quedarme con todo y tirar tus despojos al mar.
- Sabes perfectamente que si lo hicieras, acabarías haciéndome compañía.
Asintió, sabía que si me pasaba algo, todos los contactos que le había proporcionado para que empezara de nuevo no sólo desaparecerían, sino que acabarían encontrándola. Así que, tomó su parte, se montó en el Cadillac y desapareció.
Guardé el maletín, hice unas llamadas desde una cabina cercana para asegurarse de que los enemigos del Señor Grube habían cumplido su parte, volví al coche y me dirigí a mi nueva vida. Esperaba que este sí hubiera sido mi último trabajo.

FIN

miércoles, 9 de noviembre de 2011

The Show. Capítulo 24. Una mala elección

El Rolls avanzaba decidido por las avenidas de la gran manzana, iluminado por el basto mar de cristaleras que inunda el sur de Nueva York. Su destino se hallaba en un estrecho callejón del barrio chino, allí, la penumbra y la ausencia de testigos le permitiría llevar a cabo su intercambio alejado de miradas indiscretas. Pensó para sí mismo que todo estaba saliendo a pedir de boca. Lo que no sabía es que Gabrielle aún no había jugado su última carta.

Detrás de su coche, un par de luces seguían a las del Rolls, dentro de la cabina se adivinaba una esbelta cabeza de mujer. Envuelta en las sombras, sus ojos brillaban con algún reflejo nocturno, decididos a alcanzar a ese que tanto daño le había hecho en su vida.

Era Ebba.

Estaba allí por capricho de Gabrielle. En cuanto se enteró de quién era esa joven y cómo había acabado viviendo de aquella manera, le entró una subida de leche y se sintió responsable de la vida de aquella desgraciada.

Y un carajo. Si eres timadora no puedes tener conciencia ni remordimientos. Eso acaba jodiéndolo todo.

Rolfe no pudo hacer nada para hacerla desistir, Ebba vendría con ellos y Gabrielle resarciría parte de su conciencia regalándole una nueva vida a la chica pordiosera. Se estaba ablandando con la edad. Cuando se hacen cosas con las que uno no está agusto, al final te pasa que no puedes dormir por las noches. Eso parecía estar pasándole factura a Gabrielle.

Sin embargo, Ebba tenía otra misión de la cual Rolfe no tenía ni idea. Su cometido era vigilarle a él, para evitar que se saliera del plan establecido, tal y como estaba sucediendo esa madrugada.

Dobló un par de curvas, los neumáticos gimieron ante la brusquedad del giro. Se detuvo en un semáforo y junto a él se colocó un coche. Bajó la ventanilla y de ella salió una nueve milímetros.

-Fin del trayecto gilipollas.

Continuará...

sábado, 1 de octubre de 2011

The Show. Capítulo 23. El Aprendiz

Volvían de Chanel en un Rolls Royce Camargue blanco de llantas doradas dejando atrás una deuda que jamás sería saldada. Doña Nadie, Duquesa de Montignac. Cada vez que cruzaba la mirada con el rostro serio de Rolfe a través del retrovisor se le escapaba una sonrisa que se apuraba en extinguir. Se detuvieron frente al Grand Hotel Wien, Rolfe uniformado bajó y abrío la puerta cortesmente.
Según su información el pescadito y su maletín estarían en el bar del hotel después de la cena.
Con aire displicente avanzó por el suntuoso salón y ocupó un butacón junto a una mesa baja justo al lado del jefe de finanzas. Mientras le servían el champagne que había pedido giró la cabeza y le sonrió haciendo ver que sabía quién era. Pudo ver desconcierto en el rostro del hombre, ligeramente amuermado por el whisky tardó un poco en emprender una pantomima para averiguar el nombre de aquella mujer que parecía conocerle. Gabrielle tejió relatos de fiestas y eventos a los que sabía que él había asistido con mentiras y lugares comunes que ubicarían a su personaje y harían indistinguible el engaño. La hipocresía estaba de su lado.

-¡Claro! Disculpe Señora Duquesa, como olvidar tan esbelta figura.
-Por favor, Señor Grube va a hacer que me sonroje
-El Duque de Montignac estará acostumbrado a oir cumplidos hacia su mujer.
-Estaba. Roland nos dejó hará casi dos años.
-Disculpe, no quise...
-No importa, la vida sigue y no hemos de sentir culpa al disfrutarla ¿no es cierto?
-Claro Mademoiselle ¿Le importa si me siento a su lado para 'disfrutar' de su agradble compañía?
-Me encantaría Señor Grube.
-Llámame Michael.

Tras cuarenta minutos de escarceos y alcohol subieron a la Suite donde esperaba Rolfe con todo preparado, les abrió la puerta, les acomodó y les sirvió un Whisky y una copa de Champagne.
-Si no desean nada más los señores me retiro.
-Nada más, tenga todo preparado a las diez -se giró hacia Michael Grube con fingida lujuria y corrigió sus órdenes- mejor a las doce.
Rolfe cerró las puertas correderas del salón de la Gran Suite y simuló su salida al pasillo del hotel aunque permaneció en silencio en la oscuridad, observado por la rendija que dejó entre ambas hojas.

Gabrielle veía el whisky narcotizado, el maletin a un costado del sillón y tuvo que contener su satisfacción, era incluso mejor que cuando lo planeó todo tumbada en el suelo de su habitación. Brindaron. Comenzó a insinuarse sin pudor sabedora de que no habría un segundo sorbo de Whisky. Se sentía eufórica, una excitación desconocida le subía por el estómago. Grube comenzó a relajar las facciones hasta alcanzar una mueca de estupidez, apenas se tenía. Gabrielle sonrió al ver como caía de rodillas, en ese instante Grube lo entendió todo, trató de aferrarse a su maletín pero se desplomó sobre él.
No podía creerlo, ya está. Le temblaban las rodillas y la euforia mezclada con el alcohol era incontenible, sentía que el corazón se le salía del pecho, tuvo que sentarse. Sintió miedo y un sueño abrumador, su cabeza se ladeaba sin remedio, lo último que sintió fue el golpe contra la alfombra.

Se abrieron las puertas corredizas y Rolfe apareció aún con uniforme y guantes negros de piel fina puestos. Apartó con el pie a Michael Grube de encima del maletín y lo abrió con el llavín que llevaba en el bolsillo de la americana para comprobar que los bonos estaban allí.
Se agachó frente al rostro lívido de Gabrielle y besó su frente.
-Me has enseñado tanto-
A la una de la madrugada abandonaba el hotel en el Rolls con bonos por valor de dos millones de marcos y a Gabrielle Guillet encajada en una gran bolsa de viaje en el maletero. Solo restaba intercambiarlos con el contacto de Gabrielle antes de mediodía por el sesenta por ciento de su valor en dólares americanos.

CONTINUARÁ...

martes, 27 de septiembre de 2011

The Show. Capítulo 22. Puñaladas traperas

Escocido, Wolf se limpiaba la sangre de la cara frente al espejo. Esa cabrona le había pillado desprevenido. Quizás se había mostrado demasiado impulsivo, quizás ella era más lista de lo que parecía a simple vista, el caso es que no iba a ser tan fácil como pensó en un principio, habría que buscar mejor la ocasión.

Al otro lado de la casa se cerró la puerta de la calle, Yohann acababa de llegar y sin abandonar el recibidor le lanzó una puya.

-¿Qué clase de hombre se deja zurrar por una mujer?

-Esa hija de puta se dio cuenta. Te juro que si no se llega a girar sería nuestra.

-¿Te das cuenta de que ahora no va a volver a salir más sola? Por tu torpeza vamos a tener que gastar más tiempo y dinero.- Yohann se abrió una cerveza- La próxima vez serás tú el que espere en el coche.

-Será un placer ver cómo te arrean- respondió irónico el alemán.

Yohann tomó uno de sus insectos y comenzó a juguetear con él entre las manos. Mientras observaba a la criatura, soltó:

-He estado mojando a más gente, según tengo entendido, tomará el avión de Nueva York del próximo jueves con dos personas más, quizás sería más cómodo cazarla allí y entregarla a mi contacto americano.

-¿América?- respondió atónito Wolf- ¿La tierra de la Coca-Cola y los pantalones vaqueros?

Cogió la bebida del otro y le pegó un buen trago.

-¿Quién sabe? Igual podría comenzar allí una nueva vida...


Continuará

martes, 26 de julio de 2011

The Show. Capítulo 21: Dos millones de marcos

Una brisa agradable arrastraba los círculos de humo que se elevaban hacia la lámpara, fumaba tumbada boca arriba en el suelo, la habitación se llenaba de atardecer. Llevaba así medio paquete, quizás tres horas, repasando mentalmente cómo iba a hacerse y deshacerse de dos millones de marcos en bonos. Visualizaba al jefe de finanzas, un cincuentón que disimulaba su alopecia galopante con un ridículo bisoñé, podía ver su maletín de cuero marrón abierto, podía oler el whisky que seguramente tomaría mientras se hacía el interesante sin saber que sería el seducido. Faltaba una semana, sabía donde encontrarlo, sus gustos, cuál era su coche, dónde vivía, cómo se llamaba su mujer.
Cayó en la cuenta de sus pintas de pordiosera y de lo necesario que serían un buen vestido elegante, un coche de relumbrón, un chófer y una habitación en un cinco estrellas. No todos los días consigue un señor aburrido hacerse con las bragas de una rica heredera. Al menos eso es lo que su entrepierna debía pensar antes de dar de bruces con la moqueta al segundo sorbo de whisky. Benditos narcóticos.
En Nueva York comprando en Channel por valor de al menos 1000$ tenías crédito de 5000$. Nunca había sido petulante en el vestir pero sonrió al pensar en el sablazo a la sucursal francesa en Viena. El problema es que no tenía ni para un café, pero Rolfe es tan servicial. Sin levantarse alargó la mano y cogió el teléfono de la mesita.
-¿Rolfe?...¿Te apetece una copa?...¿Conoces el Coco Bar?...si,el que hace esquina, ese...este...¿Me puedes prestar 2000$?...ya se que no es calderilla pero tengo un plan, te devolveré el doble.-
Colgó y dejó de nuevo el teléfono en la mesilla. Una hora y una ducha después parecía una persona respetable. La temperatura en la calle hacía agradable el paseo. Poco caminó cuando una sensación familiar se apoderó de su nuca, alguien la seguía, no sabía exactamente quién ni desde hacía cuanto. Hábilmente se apostó frente a un aparador cuya fachada estrechaba la calle contemplándose a si misma en el reflejo, y a treinta metros tras ella, apoyado en un portal, un chico joven con magulladuras en la cara. Lo vio en la plaza comprando una revista y un par de días en la terraza del bar frente a su piso.¿Quién lo enviaría? de una cosa estaba segura, si quisieran matarla no le hubieran seguido tanto tiempo ¿La policía? Un tanto inquieta comenzó una ruta aleatoria a paso ligero, comprobó como a cada quiebro el chico seguía tras ella, en cuanto doblaba la esquina podía oír como corría para no perderla de vista. O no era muy listo o iba a acabar con ella en ese momento. Dobló una esquina más y esperó agazapada al tipo mientras se aferraba a un frasco de perfume que sacó de su bolso.
Pudo oir de nuevo la carrerilla hasta la esquina y la vuelta a un paso normal, al girar el chico la encontró de frente y estupefacto no pudo anticipar el rodillazo en sus pelotas ni figurarse por qué le dolió tanto el golpe que le abrió la ceja. Cayó de rodillas y Gabrielle echó a correr, esta vez si en dirección al Coco Bar.
Entró a prisa buscando a con desesperación a Rolfe. Allí estaba, ignorante de todo, con una cerveza de Abadía.
-Llevan días vigilándome-
-¿Quién?
-¡Alguien! La policía, los yugoslavos...¡Yo que sé! no son pocos los que quieren pegarme un tiro.-
-¿Aún te siguen?-
-No-
-¿Quieres que vayamos a otro sitio?¿contratar a alguien como en los viejos tiempos? ¿una pistola?-
-No. Bueno si, algo discreto que pueda ocultar y... ¿Te importaría estar conmigo la próxima semana?
-Si querías estar conmigo no tenías que inventar todo esto
-¡¿Te parece el momento?!¡¿Te quedarás o no?!-
-Para empezar, esta noche dormiremos en algún hotel y mañana enviaré a alguien para recoger tus cosas.
-Será lo más prudente. Tenemos que preparar el trabajo, serás mi chófer.
-Comme vous voulez Mademoiselle.
CONTINUARÁ...

lunes, 20 de junio de 2011

Letras peligrosas

No podían respirar bien, dentro hacía un calor infernal, apenas tenían espacio en ese minúsculo maletero. Del habitáculo llegaban melodías distorsionadas, algo en inglés, con teclados y coros, rollo indy. El sudor empapaba sus cuerpos y hacía de lubricante, en las curvas sus cuerpos se zarandeaban como muñecos de un lado para otro, al estar maniatados no podían sujetarse a nada, sus cabezas chocaban inevitablemente con los laterales del maletero.

Un último golpe contra los asientos traseros les anunció que el vehículo se acabab de detener, se paró el motor, se oyó el ruido de una puerta abriéndose y cerrándose tras el conductor. Pasos. De repente, la luz lo inundó todo, quedaron cegados cuando la puerta del maletero se abrió. Una figura se asomó y los ayudó a ponerse en pie, cortando las bridas que les tenían inmovilizados los pies. Tardaron un poco en hacerse al lugar, les resultaba familiar, un amplio bulevar, arbolado en los laterales y seccionado por un tranvía. Estaban en la Biblioteca Regional. ¿Qué clase de secuestrador los llevaba maniatados a un lugar público? Aún era temprano, se veía muy poca gente por la calle, además era verano, no había ni Cristo en la ciudad.

-Caminad- les dijo su secuestrador, y de un empujón los puso en marcha.

Les dolía la cabeza, estaban algo aturdidos, como con un resacón del quince. ¿Cómo habrían llegado hasta allí?

Les llegaban flashes a su cabeza, como disparos de fotografías, se lo habían debido pasar muy bien la noche anterior puesto que no recordaban demasiado, empezaron tomando Havana 7, luego pusieron la videoconsola, el guitar hero, el buzz, cuando se acabó el Havana salió un Captain Morgan de no se sabe dónde... luego apareció una cachimba... después todo borroso. Habían estado en casa de Javi la noche anterior celebrando que habían terminado los exámenes. Pero... ¿qué había pasado después?

Torpemente subieron las escaleras, al estar atados el uno a la otra, caminaban con dificultad. Él les abrió la puerta de la biblioteca y la brisa del aire acondicionado del interior les heló la cara.

-Todo recto- el vigilante ignoró el hecho de que estuvieran maniatados, pasó por su mente la idea de pedir ayuda, pero tenían la vaga sensación de que sus vidas peligrarían si lo hacían.

Historia del derecho. Su triste procesión les introducía más y más en la biblioteca.

Anatomía. Antropología. Los pasillos se sucedían uno tras otro bajo el eco sordo de sus pisadas.

37. Novelas.

-Ya hemos llegado- dijo la voz del que tiraba de ellos. Se agachó hasta colocar su nariz a la altura de la segunda leja, estuvo oteando los libros y se volció hacia ellos.

-Aquí los tenéis. Coged el que queráis, no os voy a dar mi opinión, no quiero quitaros la opción de equivocaros.

Frente a ellos estaba la colección de libros de Chuck Palahniuk. Asfixia, Rant, Nana, Monstruos invisibles, Fantasmas. Ahora se acordaban.

-Ya sabéis el trato. Me hacéis un resumen del libro que escojáis y volveréis a ser libres. Esa es la condición para que os desate.

No les dio tiempo a réplica.

-Recordad que tengo un documento firmado por vosotros que me autoriza a hacer esto. Es por vuestro bien - Javi se frotaba las manos-, veréis lo mucho que os vais a reir... Ya no me valen excusas como "es que estoy de exámenes" o "tengo pendientes chococientosmil libros más"... Me da igual, el autor del Club de la lucha lo merece. Esto y mucho más.

Resignados, Galadriel y Obdemurian escogieron un libro de la estantería, uno al azar, y se sentaron en una mesa blanca y despejada, dispuestos a cumplir su penitencia y achicar su alma de ignorancia.

miércoles, 15 de junio de 2011

The Show. Capítulo 20: Seis grados

-19 de febrero de 1970, estudios de la BBC en Londres, concierto de Deep Purple, estaba prevista la aparición de Joe Cocker pero finalmente rehusó por motivos de agenda, la velada se editó en un disco que vio la luz en el 80. Entre bambalinas, una francesita de diecisiete años se contoneaba con las primeras notas de "Child in time" con una acreditación al cuello, tenía un porte impropio de su edad.-
-¿Qué tiene que ver en todo esto James?- El Coronel se impacientaba, aún así no giró su sillón, contemplaba pensativo el atardecer de Washington.
-Yo hacía trabajos esporádicos como jefe de seguridad de eventos para la BBC, si recuerda, por aquel entonces Marta y yo nos mudamos con los chicos a una casa más grande...
-¡Al grano James!-
-Esa cría, se acreditó como ayudante del productor, entró hasta la cocina, se acostó con Blackmore, el guitarrista, se llevó 1.500 libras en efectivo y cargó 3 noches por todo lo alto en el Corinthian. Desapareció sin más. No supe de Gabrielle Guillet hasta diez años más tarde. Supe que era ella porque en el café tras el briefing de una misión de contra-espionaje alguien mencionó a Deep Purple y no dudó en contar su historia. Trabajó para nosotros durante cinco años como agente doble, luego desapareció. Todo apunta a que fue ella quien tramó el escándalo del Teniente Mumford y los 100.000 dólares evaporados.
-Hija de perra, Mumford era un buen tipo, no me importa con quien se fuera a la cama. No se lo merecía.-
-Después, poco cierto se sabe, pero he oído que se dedicó a timar a empresarios, narcos de medio pelo y a un par de perros de la guerra. Súbitamente dejó de operar. Hará un par de meses, haciendo 'negocios' con un tal Rolfe, me enteré de que no la liquidaron, simplemente está arruinada.-
-No me gustan tus chanchullos con los de aduanas, este tipo de tratos deben cesar.-
-Señor, estos tejemanejes mueven hoy los hilos como nunca antes, debe comprender...-
-Esta bien. No quiero oírlo. Será nuestra Matahari, la quiero aquí en quince días, todo debe ser extraoficial, no quiero a nuestros chicos de paseo por Europa.-
Esa misma noche James Fitzgerald volaba hacia Ginebra en un vuelo de la TWA. Al día siguiente, en un reservado del casino del Mövenpick, una bailarina con los ojos vendados bailaba para él canciones de Otis Redding. Su espigada figura se desparramó en el sillón del fondo, sujetaba una copa de Borgoña, levantó el auricular y sin apartar la vista de la húmeda piel de la chica, llamada tras llamada, pidió favores, sugirió delitos, chantajeo a funcionarios, contrató a mercenarios, localizó a alguien que daba el perfil, se hacía llamar Yohann aunque todos sabían que era italiano. Contactó con recepción.
-¿Marcel?...baja a por la chica y consígueme un billete de tren a Viena para esta madrugada.-
Apuró la copa y al levantarse se sintió algo achispado, se ajustó la corbata, se puso la americana y salió por la puerta dejando a la jóven semidesnuda aún contoneándose bajo una luz tenue. Sonaba I've been loving you.
. . .
Un Trabant negro era perseguido a toda velocidad por dos coches de la policía por las calles de Berlín , un golpe con el bordillo, la dirección se rompe y tras un frenazo termina golpeando una cabina de teléfono. Los agentes, subfusil en mano, gritan al conductor que salga y se tumbe en el suelo. Chirriando se abre la puerta y se deja caer sobre los adoquines un chico con una aparatosa brecha en la cabeza. Un agente se le echa encima y lo esposa para a continuación registrarlo. Los del coche más rezagado contemplan atónitos el contenido del maletero; dos cajas de granadas.El inspector ojea la documentación.
-Wolfgang Schäuble ¡militar!...Tenían al zorro dentro del corral.- Impertérrito gesticulaba y daba órdenes a sus compañerso. Se puso en cuclillas y al oido le dijo al detenido- Amigo, te acabas de meter en un buen lío.-Wolfgang, arrastrado por dos policías, sabía cuanta razón tenía aquel tipo, el ejército no era piadoso dictando sentencia.
. . .
También había putas en la Viena de Mozart pensó Rolfe mientras brindaba con aquellas chicas de aspecto poco saludable. Hedían a ginebra, la impúdica voz de Sid Vicious pervertía aún más el ambiente podrido de humo. Tenía un buen trato que celebrar, se codeaba con los americanos, espléndidos pagadores. La noche terminó en un hotel cutre que admitía check-in de madrugada.
-Ebba está fuera de combate- Dijo entre risas la más vivaracha de ellas mientras traqueteaba a su amiga inconsciente en la alfombra.
-Es una pena, tiene buenas tetas-
-Déjala, lo pasaremos bien-
Se dejaron caer en la cama y sin mover a la chica del suelo apuraron la madrugada. Al despertar, Ebba había desaparecido con el fajo de billetes de 1.000 chelines que Rolfe acababa de recibir la noche anterior. Se llevó las manos a la cara enrojecida por la rabia. Sabedor de que no podría pagar, decidió marcharse del hotel sigilosamente, la chica que aún dormía en la habitación conocía al recepcionista y dio su nombre.

CONTINUARÁ...

sábado, 11 de junio de 2011

The Show. Capítulo 19: La fuga del muerto

Sollozos y alguien apremiando a la mujer del otro lado del auricular.
-Wolfie estábamos tan preocupados por ti.
-Usted es...- Tuve miedo de no reencontrarme con mi propia vida y repetí mentalmente el nombre varias veces antes de pronunciarlo- Matilda. Eres Matilda Schäuble.
-¿De veras estás bien? nos dijeron que habías muerto.
Yohann, escuchando en silencio la conversación, me miró solemne y asintió con la cabeza.
-Y eso es lo que debe parecer – Un maremágnum de recuerdos arrebataron mi consciencia, un torrente efímero de sueños lúcidos, como tantas veces describieron el día en que nuestra alma sería escrutada en busca de toda mácula. Sentí un dolor indescriptible atravesándome, una aflicción espiritual que no olvidaré jamás. Dos enormes lágrimas cayeron al suelo. Tomé consciencia de donde estaba, mi mano temblorosa apretando el auricular contra mi oreja.
-Aún no se cómo explicarte todo esto pero dame tiempo, te escribiré, aún estoy muy desorientado pero no te preocupes. Un día no demasiado lejano te enviaré una carta, el remitente será un tal Otto, como el abuelo, desde una dirección inexistente.- La misma voz que antes exigía brevedad ahora susurraba que debía finalizar. Podía imaginarla; los ojos cerrados arrasados por un llanto mudo, la cara enrojecida y su pañuelo estampado recogiéndole el pelo.- Sabrás de mi, no te preocupes. Cuidaos, y que Linda no se meta en lios por Dios...-Habían colgado.
Pasaron unos minutos antes de que ninguno de los dos pudiera articular palabra. Yohann suspiró profundamente como cogiendo fuerzas y me dijo.
-Se que es duro, también que has revivido muchas cosas al oír de nuevo a tu madre ¿verdad?- Asentí levemente absorto en la reconstrucción de todo lo rememorado- El efecto del  'polvo zombi' desaparece, pronto serás el de antes, igual de chulo, eso no lo arregla ninguna pastilla- bromeó intentando animarme- También recordarás el trato que hicimos el día antes del juicio militar, cuáles son tus obligaciones y cuáles las consecuencias de no respetarlo.
-No hará falta, aún así corrígeme; Veinte mil dólares en efectivo, mi familia 'protegida', una nueva identidad en algún lugar que determinaríamos después, entregar una única persona, viva. Si me niego ellas pagarán las consecuencias.
-Acordamos quince mil.
-¡Veinte mil!...rata milanesa.
-Vale, vale, pero que sepas que untando a la policía militar gasté más de lo esperado, si en algún momento tienes la oportunidad de demostrar gratitud, por favor, no te inhibas.
-Lo que quiero que me expliques es cómo terminé llegando aquí, imaginé otro tipo de viaje clandestino.
-Pacté el cambio a una celda de aislamiento, uno de los soldados que te arrestaría era el contacto que fingiría alguna irregularidad. Te darían unos cuantos tortazos, en fin, algo 'razonable', pero tú opusiste resistencia ¡membrillo! y te zurraron de lo lindo, los otros dos no sabían nada y no se contuvieron, los pastores alemanes tampoco-
-¡¿Cómo iba a saber yo que era parte del plan?! 
-El arte de la guerra amigo mío, el soldado no debe conocer el sentido de las órdenes. Fuiste un reo díscolo muy creíble. -El muy mamón tuvo los huevos de reírse- Una vez en aislamiento y a solas, el contacto te inyectaría el 'polvo de zombi' mejorado. Sufrirías una muerte aparente.  Ya eras una paliza que se fue de las manos, un asunto que no debía salir a la luz. Asustados, los otros dos guardias cooperaron y pronto ibas en un camión de patatas rumbo a Austria. El trecho de la frontera hasta aquí realmente no se cómo transcurrió pero sospecho que alguien tuvo miedo de ser descubierto y te abandonó en las afueras. 
CONTINUARÁ...

martes, 7 de junio de 2011

The Show. Capítulo 18: Comienza el Juego.

Pasé toda la noche dando vueltas en la cama. Me levantaba, iba a por un vaso de agua, un cigarro. Harta y sudorosa me levanté, fui al salón, encendí el ventilador de techo y…qué coño…me serví una copa.
Intenté calmarme y poner en orden mis pensamientos, buscando una solución. Dos cosas estaban claras: la primera, que era tarde para echarse atrás, el trabajo debía hacerse y la segunda, tenía que resarcir a Ebba por haberle jodido la vida de una manera tan cruel. Aquella niñita que se despidió desde su columpio se había convertido en un despojo de la sociedad. Algo debía hacer, ¿pero qué?
Dos copas y cuatro cigarros más tarde, tuve una idea. No podía decirle quién era yo, al menos de entrada. Se negaría a escucharme y lo más probable es que me pegara un tiro con el típico revolver Smith&Wesson que llevan escondido todas las putas del barrio chino. Una chica tiene que protegerse. Estaba claro, si quería limpiar mi conciencia, iba a tener que esperar hasta que terminara el trabajo.
Por otra parte, una muchacha joven como Ebba no desperdiciaría la oportunidad de salir de la calle. A estas alturas no creí que tuviera mucho que perder. Lo intentaría. Me fui a la cama. Por esta noche ya no podía hacer más.
Al día siguiente tras varias llamadas a un par de buenos amigos, comprobé que tal y como yo sospechaba, ya estaba fichada por pequeños hurtos, agresión, había escapado de un par de hogares de acogida… En una de las ocasiones, cuando el inspector de turno le preguntó el motivo, ella declaró que su padre adoptivo había intentado abusar de ella. Puso una denuncia, a los dos días se retiraron los cargos y Ebba ingresó en el hospital con un brazo y la nariz rotos y diversas magulladuras. Un accidente según ella. Después de aquello, notas vagas, nada de interés.
Cuando acabé de leer estaba entre estupefacta y aliviada. La culpabilidad era ya una punzada tan familiar, que había llegado a acostumbrarme. Pero me alivió saber que era imposible que declinara mi oferta. Era muchísimo dinero, lo suficiente como para salir de la calle, largarse de esta ciudad y empezar de nuevo. 
Había que ponerse en marcha, en este tipo de trabajos los preparativos y la previsión lo son todo.

- Hola Rolfe, ¿ocupado?
- Para ti nunca, preciosa, ¿qué puedo hacer por ti?
- ¿Tienes ya mis papeles?
- Casi, faltan un par de detalles.
- Bien. Necesito que hagas otro juego más.
- ¿Para quién?
- Eso no es asunto tuyo.
- ¿Tienes un socio?
- ¿Qué parte de ‘no es asunto tuyo’ no entiendes? Los necesito a nombre de mujer, elige el que más te guste.
- ¿Por qué no me has dicho que íbamos a necesitar a alguien más?
- No te confundas, amigo. Tú no necesitas a nadie. Tu único cometido en esto es que no nos pillen en el aeropuerto por un pasaporte cutre y pasarte por casa esta noche, si te apetece.
- Muy bien, muy bien. He aprendido con los años a no hacer preguntas. No sirve de nada. Allí estaré. Ponte guapa.

Colgué. Ya estaba en marcha.

CONTINUARÁ…

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.

lunes, 6 de junio de 2011

The Show. Capítulo 17. Amargos recuerdos

- Herr Austerlitz, ¿tiene usted su propio notario o desea que haga venir al mío?

¿Notario? ¿Se suponía que debía tener uno? Hans dudó - Por favor, si no es mucha molestia, le pediría que el suyo se hiciese cargo.

- Como desee- respondió Gabrielle - mañana mismo lo tendrá aquí a mediodía.

Pero mañana a mediodía nunca llegó.

Los días pasaron, el ambiente se fue cargando en la residencia de los Austerlitz. Hans no daba crédito a lo que le acababa de suceder. Donde antes sonaba la radio popular o el jolgorio de la tele, ahora sólo eran portazos y discusiones. Todo por lo que había luchado el matrimonio se había desmoronado en un abrir y cerrar de ojos. Habían sido víctimas de una estafa. "No, no no y no. Esto no puede estar pasando...", "La culpa es tuya por ser así de avaricioso", "si es por ti todavía estaríamos viviendo en aquel cuchitril de Villach", los reproches se sucedían como las gotas de lluvia sobre la ventana. El otoño caía en la ciudad y traía consigo la gelidez al hogar.

Dentro de la inocencia de su juventud, todo esto pasaba desapercibido para Ebba... al principio. No era consciente de la tragedia que estaba por suceder. Sus padres habían sido lo bastante discretos para mantenerla al margen de todo esto. Sin embargo, no lo pudieron ocultar durante mucho más, era inevitable. Un día, la pelea entre sus padres se elevó más de lo normal. Ebba, aterrada, hundió la cabeza bajo su almohada, apretó los dientes y se juró a sí misma no casarse nunca. Hubo gritos, golpes y gritos más fuertes todavía. Luego nada. Cuando la policía vino a levantar los cadáveres los agentes tuvieron que aislarla de la prensa, se abalanzaron sobre ella buscando el titular más morboso del año. Lo tenían fácil, un poderoso hombre de negocios, ejemplificando al odiado macho maltratador que después de matar a su mujer, se quita la vida.

Y así fue como se fueron a la mierda todas las espectativas de futuro de Ebba. No ya las propias de ser una hija de clase alta, sino la simple aspiración a ser una chica normal: baile de fin de curso, novio en el instituto, universidad y matrimonio con un prometedor ejecutivo.

No. Su vida se convirtió en un infierno, de hogar de acogida en hogar de acogida, comenzó a cometer pequeños hurtos, los psicólogos decían que para llamar la atención, "no conseguirás que vuelvan tus padres", le decían. Saltaba de diagnóstico en diagnóstico como una avispa va de flor en flor. ¿Depresión? ¿Déficit de atención? ¿Trastorno de la personalidad? De algún modo, Ebba empezó a pensar que el mundo entero la odiaba. Que ya no sería como esos ejemplos que aparecen en las sitcoms de la tele. Su vida empezó a torcerse con cada gramo que consumía, de repente, los ahorros familiares se esfumaron entre tanta factura. El estado no deseaba hacerse cargo de casos irrecuperables como el suyo, por lo visto era más rentable invertir en bancos. Así fue como la espiral se fue haciendo más profunda, más estrecha, más oscura. Su camino autodestructivo la llevó hasta el Spittelberg, el barrio chino de Viena.

viernes, 27 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 16. ¿Mama?

Me sequé y con la toalla liada en la cintura asomé la cabeza por la puerta del baño, no sin antes haber revisado con temor la parte externa del marco y el suelo ante mis pies descalzos, no quería encontrarme otro de esos bichos .
-¿Tienes algo de ropa?
-Preparaste una maleta, aquí la tengo. Cógela tú mismo, estoy ocupado.
Sin poder abstraerme de aquella inquietud avancé hacia la habitación de Yohann mirando donde ponía cada pie, lo encontré de espaldas a la puerta, sentado en el borde de la cama frente a una maleta grande que tenía abierta sobre una cómoda con espejo.
-Ahí está, sobre el armario.- Señaló con el dedo, al girarse dejó al descubierto el contenido; varios frascos de vidrio con hojas y ramitas en el fondo, uno estaba abierto, la tapa agujereada estaba encima de la colcha, en el resto agitaban sus patas arañas de diversos tipos, entre ellas Roberta que se entretenían envolviendo con seda un saltamontes inerte. Incliné el cuello y fisgué furtivamente. Con su mano enfundada en un guante de plástico grueso sostenía la araña que faltaba del frasco abierto. Cogió un tarro pequeño que había en la mesilla de noche junto a su revolver, una membrana de látex cubría la boca, era un condón. Acercó el enorme insecto al bote e hizo que clavara sus quelíceros en él, fluyeron unas gotitas transparentes. Sin inmutarse ante mi atónita mirada de repugnancia, la depositó de nuevo en su frasco. No pude evitar reprocharle.
-¡Por Dios que asco!
-Pensé que en el lugar de donde vienes no teníais de eso.
-¿Qué?
-Dios.
-Sabía que te dedicabas a esto, pero ¡joder! ¡Qué asco!- Al arrugar la nariz en un gesto de repulsión me llegó el olor del aceite lubricante usado en el revolver, comencé a recordar-...un momento...¿sabía?
En ese momento salí disparado hacia el salón, cogí la pistola, la desmonté y monté como si fuera un acto reflejo.
-¡Yohann! ¡Yo te conozco! Ya se quien eres, tú eres...
-¿Yohann?
-¡Vete a la mierda! ¡Pues no me he metido yo en líos por tu culpa! Recuerdo tus encargos, los trapicheos en la frontera, las granadas en el maletero de mi Trabant negro, la...la...hummm...¡Me cago en la leche nada sobre mí!
-Lo único que te interesa saber es que a efectos prácticos estás muerto.-Miró su reloj, sus espesas cejas se arquearon.-Vístete y ven al salón.
Con ganas de haberme probado el traje colgado en el pomo del armario salí unos minutos después. Olía a café, de la cocina, como una inofensiva ama de casa apareció Yohann portando una bandeja con dos desayunos tardíos. En algún lugar comenzó a sonar opacado un teléfono, estaba muerto de hambre y le arrebaté un bollo que mordí con ansias. Yohann volvió a mirar el reloj, desenterró de debajo de un montón de folios un teléfono negro, descolgó el auricular y habló sin más.
-Como acordaron con usted,esta conversación no ha existido.
Se giró hacia mi y me ofreció el auricular. Extrañado y aún con medio bollo en el carrillo contesté.
- ¿Si?
-Wolfie, hijo ¿estás bien?
Me atraganté y comencé a toser desesperadamente, me puse rojo, Yohan me dió unos golpecitos en la espalda mientras contenía la risa, aún con los ojos llorosos me llevé de nuevo el auricular a la oreja.
-¡Mama?

martes, 24 de mayo de 2011

Capítulo 15. El cazador

Yohann se sentó en la mesa de la esquina, sumida en penumbra y protegida de miradas curiosas, tal y como acostumbraba a hacerlo. Llevaba pocas semanas en Viena, las suficientes para pasar desapercibido, siempre era así, viajaba como una sombra de ciudad en ciudad. El encargo de esta vez era una mujer, y la querían viva. Por eso se lo pidieron a él.

Si había algo en lo que destacara Yohann era en eso: tóxicos y narcotizantes. De pequeño se entretenía mezclando las medicinas de sus padres y dándoselas a probar a sus mascotas, si éstas morían, seguía sus macabros experimentos con animales callejeros, sólo había que poner el suficiente salami o atún en cualquier callejón, nadie en su sano juicio iba a pensar que aquel niño fuese el responsable de todas aquellas alimañas muertas. Cuando ingresó en la legión extranjera pudo dar rienda suelta a su sádica afición. Líbano, Iraq, Afganistán... Yohann estuvo en todos esos conflictos. Se especializó en el trato a prisioneros, memorizó el manual de la CIA sobre interrogatorios. Sus compañeros decían de él que era espeluznante verlo en acción.

Pero ahora era distinto, los enemigos se camuilaban entre los civiles. Pasar incógnito es vital para el éxito de la misión. El contacto entró, escrutinó el bar en busca de miradas indiscretas y se dirigió hacia la mesa de Yohann. Puso sobre la mesa un maletín, lo abrió y sacó fotos de una mujer, pasaportes, dinero en varias divisas, mapas y callejeros. Yohann miraba lo que el contacto le ofrecía. Removió el bourbon en el interior de su vaso y dijo: "necesitaré un ayudante. Sabes que las misiones de extracción suben bastante el presupuesto, ¿verdad?". El contacto no respondió, miraba continuamente a la puerta del bar, resopló y dijo "ahora mismo carecemos de efectivos libres, si desea contar con el apoyo de la agencia deberá esperar". Esa no era la respuesta que esperaba Yohann, apuró las últimas gotas de su bebida mientras leía los informes. Finalmente dijo: "según tus papeles si esperamos es probable que se largue de la ciudad". El contacto se encogió de hombros: "esperábamos que usted encontrara la manera de hacerlo". "Si va a ser a mi manera, os costará el doble", sentenció Yohann.

La puerta del bar se cerró, la silueta del contacto se desvanecía calle abajo. En el interior, Yohann observaba fijamente la fotografía de una mujer. "No pareces demasiado importante" pensó. Cerró el maletín y se dispuso a salir a la calle. Tenía que encontrar un cómplice. No es que conociera a mucha gente en la ciudad, pero había uno que quizás le ayudase, sí, él le ayudaría. Aunque no sería fácil. Tendría que urdir un plan para sacarlo de allí... aquello iba a exigir un sedante de los potentes.

The Show. Capítulo 14: Ebba.

- Hola, soy yo.
- Vaya, ya pensaba que no llamarías.
- He estado ocupada. Acepto, pero necesito tiempo para organizarlo todo.
- Genial. Hablamos la semana que viene. Adiós.

Colgué y me senté en la mesa del salón delante de una copa de vino y cientos de preguntas.

Necesitaba despejarme un poco así que decidí salir a por tabaco y algo de comer.

Veinte minutos después llegaba a mi destino, un restaurante italiano que me encantaba y al que no iba tan a menudo como me gustaría porque no estaba en una zona por la que una chica sola pudiera pasearse sin meterse en algún lio, y mi meta era ser invisible. Al doblar la esquina un chulo mantenía una acalorada conversación con un tipo que, al parecer, le debía pasta. Un grupo de cinco putas se paseaban calle arriba en busca de algún cliente y, justo cuando iba a entrar en el restaurante para hacer mi pedido para llevar, la vi. Al principio me costó reconocerla. Habían pasado muchos años. Pero en cuanto nuestras miradas se cruzaron y vi sus ojos, supe que era ella. Di gracias al cielo. No se acordaba de mi. Fue mi último trabajo, después de aquello juré que jamás volvería a dedicarme a esto y justo el día en que acepto la oferta que me lleva directa a esa antigua vida, la veo. Precisamente hoy.

Se llamaba Ebba. Sus padres, Anna y Hans, habían nacido y vivido en Alemania. Años después de tener a Ebba, su única hija, se mudaron a Viena. Fue ahí cuando el matrimonio Austerlitz comenzó a amasar su fortuna y cuando yo di con ellos. Yo era joven, no tenía ni pizca de compasión. Supongo que por eso era tan buena. Durante aquellos años trabajaba sola, Rolfe no aparecería hasta meses más tarde.
Conocí a los Austerlitz en una gala benéfica. Una conocida que trabajaba para una casa de subastas solía proporcionarme las invitaciones. En una ocasión me dijo: - No entiendo para qué quieres TU ir a esas fiestas de ricachones-. Le pasaba la mejor coca de la cuidad y se acababan las preguntas.

A los cinco minutos de hablar con Hans ya sabía lo sencillo que iba a ser. No era como en otras ocasiones, cuando tienes que convencer a un tipo que lleva veinte años levantando su empresa, que ha visto de todo y que no se deja engañar fácilmente, para que deje una parte considerable de sus ahorros en tus manos. Tras invitarles a un par de almuerzos y un fin de semana esquiando, eran míos.

El día que salía por la puerta con todos los ahorros de los Austerlitz vi a Ebba por segunda y última vez. Me saludó con la mano desde el columpio del jardín. Sentí una punzada de un sentimiento que en ese momento no supe identificar. Cuando conseguí hacerlo, me retiré.

No estaba segura de cuántos años habían pasado, pero ahí estaba. Salía del portal de un edificio medio en ruinas. Yo ya llevaba en la cuidad el suficiente tiempo como para saber qué clase de huéspedes ocupaban ese edificio. No era la calle de las putas por casualidad. Los chulos las confinaban a todas en dos o tres edificios en la misma calle, así las tenían controladas. Dios mío…Ebba...

Continurá...

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR. 

domingo, 22 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 13. Compañeros incómodos.

Inquieto, Wolfie pasó al cuarto de baño procurando no mover demasiado las cosas de su sitio. De algún modo sentía reconocer el lugar, pero no todas las piezas del puzzle encajaban en su cabeza. Corrió de un tirón las cortinas esperando encontrarse lo peor en la bañera... pero no vio nada, no al menos hasta que bajó su mirada y pudo ver una masa fofa peluda rodeada de unos diminutos bastoncillos negros del tamaño de granos de arroz. Tras él, Yohann entró trayendo algo de ropa para su invitado, se acercó a la bañera y levantó el cuerpo peludo, un hilillo de sangre comenzó a brotar de lo que parecía ser el cuello de una chinchilla decapitada.

- Cazzo di Cristo, otra vez no...

Yohann escudriñó las paredes del aseo como buscando algo, sus ojos barrieron de esquina a esquina la habitación y justo después salió corriendo fuera del baño. Se oyó el sonido sordo de las ventanas cerrándose precipitadamente. Wolfie abrió el grifo de la ducha para arrastrar toda la porquería desagüe abajo, se descalzó, se despojó de lo que le quedaba de ropa y entró. Desde fuera, se podía oir a Yohann arrastrando los sofás y tresillos. Una templada lluvia comenzó a brotar de la alcachofa. Cerró los ojos y se concentró en escuchar el repiquetear de las gotas de agua contra el suelo de la bañera. Se oía blasfemar en italiano tras la puerta. Abrió los ojos, el agua iba dibujando caprichosas líneas, rectas y anguladas, sobre la pared, acelerando para justo después frenar, detenerse o unirse a otras gotas que seguían su ineluctable marcha. Ruido de cristales rotos, un chillido. El aroma del champú lo impregnó todo y nubes de vapor se fueron formando alrededor suya. Un fuerte golpe hizo temblar la pared. La espuma acariciaba su cuerpo, sintió quitarse un enorme peso de encima bajo la fuerza del agua y del jabón. Cerró los ojos y se vio flotando en el paraíso. Se estaba purificando, se sentía renacer, exhaló pausadamente mientras terminaba de despojarse de lo que le quedaba de jabón. Armonía universal.

Al terminar apoyó la barbilla contra su pecho, se relajó, tomó aire, levantó la mirada y justo entonces apareció ante sus ojos algo asquerosamente largo y negro. Gritó y pegó un salto hacia atrás. Toda la paz interior, todo el puto karma acumulado, se fueron a la mierda en un abrir y cerrar de ojos. La puerta se abrió y Yohann, con felina agilidad, se abalanzó sobre el monstruo zancudo agarrándolo por su abdomen.

- Vaya, al fin te encuentro preciosa, me tenías preocupado- dijo mientras alzaba en el aire a la araña.- Dirigiéndose a Wolf:- Veo que ya has conocido a Roberta, normalmente vive enjaulada, pero a veces la dejo suelta para que pueda tejer sus telarañas- se llevó el negro abdomen a la cara y se acarició una mejilla con él.- Verás, Roberta no come chinchillas, Roberta se ha comido a Maggie antes de que pudiera dar cuenta de la chinchilla. Y sin Maggie, no puedo sintetizar el bálsamo del sueño. Pero no es problema, hay otras alternativas, de hecho conozco un acuario por aquí cerca que nos va a venir bien.

Wolfie estaba petrificado.

- Es una criatura encantadora. Tiene su genio, pero fuera de su telaraña es totalmente inofensiva. Una genuina viuda negra, de la familia Theridiidae. Letal. Fría. Y además, su veneno produce priapismo... La mujer perfecta.

Un olor a podrido lo inundó todo.

- Oh vaya, parece que has tenido la misma reacción que la chinchilla. Ahí tienes sales de baño, si quieres, puedo enjabonarte la espalda. Por cierto, no es que me vayan los tíos, pero hay que admitir que tienes un culo muy bonito.

Continuará.

miércoles, 18 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 12: Amitriptilina 75 miligramos

Me senté frente al escritorio bajo la ventana del salón. Ojeé algunos papeles recogidos al azar del suelo, informes rigurosos, recortes de prensa antiguos con cúmulos de anotaciones, fichas policiales, la mayoría aludían a una mujer con muchos nombres. Me invadió una profunda desazón.

Escuché pasos, volví la cabeza y del susto casi me caigo de la silla. En la puerta del baño la figura de un hombre elegante, con un chaleco ceñido y una camisa blanca remangada, se secaba las manos en una toalla empapada de sangre.
-Tú debes de ser Wolfgang- Comentó sin el más mínimo asomo de emoción mientras se esmeraba con las uñas.
Asentí con la cabeza. Aterrorizado hice un esfuerzo por adoptar una pose digna, metí con despreocupación las manos en los bolsillos, en el derecho había un papel.
-Vaya con el 'Ilustre mendigo'- Ironizó inspeccionándome de forma burlona, me había calado. Tragué saliva y continué con mi impostura, no tenía ni idea de qué otra cosa podía hacer.
-¿Y tú?..¿Quién eres?-
-Esta vez si que se han pasado - Murmuró para si – Ni idea de quien soy ¿verdad?-
El tono paternalista me molestó, estaba lo suficientemente desorientado y maltrecho como para soportarlo.
-¿Llevas mucho así? quiero decir consciente-
-Una hora creo ¿Qué sabes de todo esto?-
-Sé muchas cosas. Relájate y descansa un poco, mañana hablaremos con más calma. Si te vas a duchar, que sepas que tenemos otro invitado, apártalo y cuando termines vuelve a meterlo en la bañera, nos ocuparemos de él más tarde. Por cierto, me puedes llamar Yohann- Entró en una de las habitaciones y le perdí de vista.
-Pero, tú eres italiano...el acento- Pensé mientras hablaba en las consecuencias de cabrear a aquel extraño. Cuando salió de la habitación con una pistola miré hacia la puerta, estuve a punto de salir corriendo. La dejó en la mesa junto con algo de munición y acercándose a mi cara más de lo que la cortesía exige me dijo.
-Y tú un alemán imbécil que no sabe en que está metido. Una Tokarev 9mm, 8 balas, una reliquia pero servirá. Procura no matarte-
- Este...¿cómo se usa esto? - La migraña era cada vez más dificil de soportar, estaba mareado.
- Te he dicho que descanses, lo vas a necesitar - Recordé el papel arrugado en el bolsillo del pantalón destrozado. Lo extendí sobre la mesa, a lápiz alguien había escrito en él: "Calle Hetzgasse número 14, 2ºA. Aminotriptilina 75mg diarios".Yohann abrió el cajón del escritorio y sacó un tarro de pastillas
- ¿Buscas esto?- Dijo agitándolo ante mis narices.
-¿Qué es?-
- Ese dolor de cabeza puede hacer que desees volarte la cabeza con esa pistola. Un efecto secundario del hipnótico experimental que te inyectaron después de la paliza-
Recordé súbitamente estár en el suelo encogido mientras me pateaban, uno de los perros había hecho pesa en el brazo y lo zarandeaba con sus fauces. Nada más, ni antes ni después, tan solo impresiones vagas.

Continuará...

martes, 17 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 11. Algunas respuestas.

Caminaba deprisa, inquieto, desorientado porque no conocía el lugar, deseando encontrar respuestas a las preguntas que se iban amontonando sobre su mente como cascotes en un terremoto. Su cabeza se movía a un lado y a otro buscando algo conocido, una esquina, una fachada... Nada. No le sonaba ese lugar, una idea latente presionaba su cerebro, deseosa de salir fuera y explicarle lo que había pasado, pero era incapaz de hacerlo, su jaqueca le impedía pensar con claridad. Se sentía drogado, y herido. Cuando hubo más luz pudo comprobar que su cuerpo estaba lleno de hematomas, dentelladas y arañazos... el hijo de puta que le hizo eso iba a cuatro patas, o los hijos de puta... Había marcas para todos los gustos y tamaños.

Sintió una urgencia y evacuó su vejiga apoyando una mano sobre un muro, fueron unos instantes de gloria después de tanto malestar. Una meada larga, de campeonato, tonificante, de un color azulado... "un momento, ¡¿AZULADO?! ¿Qué mierda me han obligado a tomar?", pensó sin permitir que ese susto le impidiera seguir disfrutando de la micción. Soltó un prolongado suspiro y mientras se sacudía las últimas gotas, miró a ambos lados, al otro lado de la calle vio a una anciana que volvía a casa cargada con bolsas de fruta y productos de desayuno. Se emocionó, la relajación del momento le hizo ver que huir no era la solución, se dijo a sí mismo que seguro que esa mujer sentiría piedad de él y le ayudaría. Todavía algo aturdido y sin ser muy consciente, con la mano que tenía libre intentó atraer su atención.

- ¡EHH SEÑORA! FRAU... AQUÍ...  OIGA...

La mujer, atónita ante semejante panorama, debió perder la poca fuerza que le quedaba en los brazos dejando caer las bolsas al suelo. La comida se esparció por la acera y una manzana rodó calle abajo cual carricoche del Potemkin. Debió pensar que era uno de esos degenerados que salen en los programas de sucesos. Wolf no tuvo que hacer nada, ya se había encargado la tele de asustar a la mujer.

Después sobrevino el temporal iniciado por el grito de socorro de la anciana. Prosiguieron las pedradas de unos gamberros en bicicleta que jugaban por ahí cerca y la indignación popular de todos los que se asomaban a esa calle. -Ese pervertido ha intentado violar a esa pobre mujer- gritaron desde una esquina. "POLICÍA, POLICÍA" se escuchaba desde otro lugar. -Santo cielo, es que ya no se está seguro ni a plena luz del día-  se quejaba amargamente una vecina que acudió rauda y veloz ante la posibilidad de linchamiento público. Se oyeron también gritos de feministas que pedían no sólo la cabeza de Wolfgang, sino también la de todos los hombres mayores de trece años.

Wolf corrió. Hasta donde su cuerpo le permitió. Había esquivado a la muerte la noche anterior sólo para volver a meterse en problemas. Se palpó los bolsillos y sacó su cartera, debía buscar pistas. Detrás del billete de tren estaba escrita una dirección, de algún modo una parte de su memoria volvió a cobrar vida, el tacto del billete y el olor de la tinta le trajeron recuerdos antes dormidos. Reconoció el lugar y se dirigió a él a toda velocidad, intentando dejar atrás el ruido de sirenas. Al llegar al piso se lo encontró abierto. Un amasijo de papeles lo inundaba todo, las paredes estaban repletas de mapas, recortes de periódicos y esquemas incomprensibles. La ventaba también estaba abierta y dejaba entrar una brisa que atrajo algo brillante hacia sus manos.

-¿Qué mierda has venido a hacer a Viena, Wolfie? Tú no eres de por aquí- se dijo mientras sostenía un sombrero hecho con papel de aluminio.

Mientras, en otro lado de la ciudad, la muchedumbre hacía corro alrededor de una ambulancia. Eins, zwei, drei.. repetía continuamente el personal sanitario que intentaba reanimar a una anciana. Al parecer la mujer había sido asaltada por un maníaco sexual que no pudo llevar a cabo sus fechorías gracias a que un grupo de valerosos vecinos lo impidió.

lunes, 16 de mayo de 2011

¡Olvídate de mí!

TÍTULO ORIGINAL Eternal Sunshine of the Spotless Mind
DIRECTOR Michel Gondry
GUIÓN Charlie Kaufman (Historia: Charlie Kaufman, Michel Gondry, Pierre Bismuth)
MÚSICA Jon Brion
FOTOGRAFÍA Ellen Kuras
REPARTO Jim Carrey, Kate Winslet, Kirsten Dunst, Mark Ruffalo, Elijah Wood, Tom Wilkinson, Thomas Jay Ryan, Gerry Robert Byrne, Jane Adams, David Cross, Ryan Whitney
GÉNERO Fantástico. Comedia. Drama. Romance | Cine independiente USA.


Ya, ya, se lo que estáis pensando. De ‘La eterna luz de la mente impoluta’ a '¡Olvidate de mi!' hay un trecho.
No se que me pasa, siempre que me plantan, veo esta película. No puede ser bueno. Es tan autodestructivo...
Pero al grano, es un peliculón y os diré por qué:

"Pensamientos al azar sobre el día de San Valentín de 2004. Es una celebración inventada por los fabricantes de tarjetas de felicitación par que la gente se sienta como una mierda".  

Y así empezamos, o mas bien terminamos, porque uno de los grandes aciertos es que la historia empieza por el final. Una historia que nos cuenta el lado mas amargo del amor.
Joel (Jim Carrey, sin muecas, papel serio) y Clementine (Kate Winslet) son dos personas ajenas a la norma. Él introvertido, con dificultad para socializar y con un gran talento para el dibujo. Ella, un tanto inestable, insegura y con una leve adicción al alcohol.
Y son estos dos personajes los que nos guían a través de todas las fases que suele tener una relación. Todos somos Joels y Clementines. Desde la magia del comienzo, hasta el desastroso final, pasándo por el conocimiento de la personalidad del otro. Al principio, disfrutando cada detallito pero, finalmente, definiéndo estos detalles como defectos y odiándolos. En definitiva, odiando todo aquello que una vez te enamoró.


" - Y en tu pequeño cerebro agusanado nace la misma pregunta: ¿habrá follado con alguien esta noche?
- Pues verás, Clem, doy por supuesto que has follado con alguien. Así es como consigues caer bien."

Y, sin embargo, buscándo una y otra vez lo que ya una vez fracasó.
Clementine, impulsiva como es, no duda en erradicar a Joel de su memoria cosa que él también hace pero sólo por despecho y como venganza al enterarse finalmente de por qué en la librería ella actúaba como si no le conociera. Es duro, vas con un regalo a disculparte, pero él o ella te ha borrado de su cerebro para siempre. Sin segundas oportunidades; c'est finit mon amic. 
Pero Joel la ama, y durante el proceso de borrado, se arrepiente, se niega a dejarla ir. Huye con ella por todos los rincones de su mente. La lleva a sus sitios más privados, a su humillación. Desnuda su alma por completo ante ella. Sabe que va a salir mal, pero quiere intentarlo. ¿Por enésima vez? Qué mas da...

 "- Tu nombre me parece mágico.
- Se acaba. Pronto desaparecerá.
- Lo se. 
-¿Qué hacemos?
- Disfrutarlo." 

Y vuelven a encontrarse, pero en este último encuentro ellos ya saben lo que va a pasar. Tienen las cintas. Oyen a su propia voz, a su propio yo enumerar todas y cada una de las cosas que les llevarán al desastre. Al  dolorosísimo final.

" - ¿Qué quieres, Joel?
- No lo se, sólo espera. Solo quiero que esperes...un rato.
-  Vale.
- ¿En serio?
- No soy un concepto, Joel. Soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu. No soy perfecta.
- No veo nada que no me guste de ti. Ahora mismo, no lo veo.
- Pero lo harás, pero lo harás. No se, ya se te ocurrirán cosas y yo me aburriré de ti y me sentiré atrapada porque eso es lo que me suele pasar.
- Vale.
- Vale." 

Se ríen y siguen adelante. Porque, ¿qué otra cosa podemos hacer sino reir y seguir adelante?  

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.

The Show. Capítulo 10: Próximo Destino

Me había prometido a mi misma cuando me mudé que iba a romper lazos con toda mi vida anterior. Sin embargo, ahí estaba tumbada a su lado en la cama que ni siquiera habíamos deshecho. Me levanté, me cubrí con la bata y busqué un cigarro. Me senté en el alféizar de la ventana. Vi pasar calle arriba a un tipo vestido con harapos, parecía desorientado. Un vagabundo borracho seguramente.
Me di la vuelta y miré a Rolfe, parecía dormido. Fui a la cocina y eché hielo en un vaso. Ya en el salón me serví una copa y me senté en el sofá.

- Bebes demasiado.- me dijo apoyado en el marco de la puerta.
- Hablas demasiado.
- Nena, no te tortures. No podemos negar lo que somos. Eras la mejor, es normal que te busquen. Vayas a dónde vayas, antes o después, darán contigo.
- Eso parece.- le dije.- Aún no he aceptado, quizás si ahora digo que no, se den por vencidos y ya nadie vuelva a buscarme jamás.
- Y, ¿cuál es la alternativa? ¿vivir así?.- echó un vistazo a su alrededor.
- Tú no lo entiendes.- me levanté para rellenar el vaso y al pasar a su lado, me agarró por la cintura.
- Puede que no, pero a diferencia de ese pringado que te plantó hace un par de meses, yo siempre he estado aquí.
- Y, ¿se supone que eso es algo bueno? Además, ¿tú como sabes...?
- Te lo acabo de decir, siempre he estado aquí.- me cogió el vaso de la mano y lo dejó sobre la mesa del correo que tenía detrás. Me desabrochó la bata, me sonrió y me besó.- Nena, esta es tu vida, siempre lo será. La única pregunta es cuánto vas a tardar en aceptarlo.
- Les haré esperar.
- Esa es mi chica.

De camino al dormitorio, pensé en mi próximo destino. Al acabar el trabajo habría que irse echando leches, como siempre. Pero esta vez era distinto. No se trataba de un mafioso de tres al cuarto o de un narcotraficante con deudas pendientes. Este era realmente un pez muy gordo. Es difícil esconderse de tipos así, con un ejército a su servicio, dispuesto a jugarse la vida por él. Cuando el asunto estuviera liquidado, seguirían detrás de mi. No pararían hasta encontrarme. Había que planearlo todo muy bien, no podían quedar cabos sueltos. Y para dejar todo bien atado, nadie mejor que Rolfe. No es es que el tipo fuera todo sensibilidad, pero en cuanto a negocios se refiere, nunca me había fallado. Como si me leyera el pensamiento, mientras nos sentabamos en la cama, dijo:

- ¿No estás harta de este frío polar? Dicen que Ko Samui está preciosa en esta época del año.
- Cállate de una vez.
- Como quieras, ven aquí.

Cerré con el pie la puerta del dormitorio.

Continuará...

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.


The Show. Capítulo 9: Recién nacido

En aquel enorme descampado del extrarradio de Viena crecían sin control la hierba, los arbustos y algún pino desperdigado, mancillaban su espesura senderos que unían atravesándolo distintos núcleos de población.  Erguido a duras penas, bajo un cielo de nubes pasajeras contorneadas por la alborada, acariciado por la brisa, un joven desnudo miraba a su alrededor, palpaba aturdido el hilo de sangre reseca que parecía tener origen en su oreja. En el lóbulo donde debería haber un zarcillo estaba rasgado. Comenzó a tambalearse, se inclinó y apoyó las manos sobre sus rodillas, como para recuperar el aliento, quizás lloraba, quizás contenía toneladas de ansiedad, lo cierto es que respiraba estertóreamente. Cayó al suelo fulminado.

Cuando recobró la consciencia estaba aterido de frío, había amanecido, por los charcos debió llover lo que quedaba de noche. En un gesto repentino se incorporó dispuesto a resolver algunos problemas. Inpeccionó el suelo y encontró trozos de ropa; un pantalón de pana color café con leche rasgado con el que conformó un taparrabos y un jersey de lana con la manga colgandera notablemente maltrecho que le sirvió para cubrirse el pecho.

Una vez más miró a su alrededor, divisó en la distancia el Danubio serpeando por el centro de la ciudad. Aún dudó unos minutos, parecía no saber qué hacer. Hablaba consigo mismo en un afán por inferir su situación, a veces murmurando, a veces gritando. Su angustia era evidente.

Siguió el rastro que debió dejar, restos de una vomitona, jirones de ropa, una botas de ante vuelto que no dudó en ponerse a pesar de estar en el centro un gran charco, un calcetín, restos de una camiseta de tirantes, marcas en el barro que inequívocamente correspondían con las de una persona arrastrada, otro charco y en el ¡una cartera!
La recogío y hurgó en su interior, no había dinero, tan solo un billete de tren y un pasaporte de la RDA. Lo inspeccionó con avidez deteniéndose largo rato en la foto, no conocía al tipo. Mirándose en el reflejo del agua que estaba pisando se quedó perplejo, era él.
- ¡Me llamo Wolfgang! ¡Wolfgang! ¡Wolfie! ¡sí!-
Se sorprendió a si mismo gritando su nombre en mitad de la nada y trató de contenerse. Miró en todas direcciones por si alguien le había oído. En un extremo del descampado una mujer enfilaba uno de los senderos que rasgaban la maleza, no parecía haberle visto. Raudo atravesó dos frondosos arbustos y huyó de la mujer rumbo al centro de la ciudad.
CONTINUARÁ...

domingo, 15 de mayo de 2011

The Show. Capítulo 8: Viejas amistades

Rolfe, ese cabrón siempre aparecía cuando menos lo esperaba una. Gabrielle cerró la puerta tras él, le ayudó a quitarse la chupa claveteada y la dejó caer sobre la primera silla que encontró. Alto, delgado y con la cara marcada, el rostro de Rolfe era el de un niño travieso atrapado en el cuerpo de un adulto. Buscó un lugar donde sentarse mientras Gabrielle iba a buscar un par de vasos y hielo a la cocina.


-Y bien- preguntó ella desde la otra habitación- ¿qué celebramos?
-No te hagas la tonta, las noticias vuelan. No eres tan desconocida por el barrio como piensas, parece ser que un pez gordo te ha estado ofreciendo trabajo. Dime, ¿qué esperabas para contármelo?
-Sea lo que sea lo que te hayan dicho, es mentira. Ya sabes lo que pienso de la mierda de las grandes corporaciones. Si has venido buscando dinero ya puedes ir largándote por esa misma puerta porque no vas a pillar ni un mísero chelín.
-Vamos- sonrió socarrón- sabes que entre nosotros hay algo más que intereses comerciales- sorbió su whiskey sin perderla de vista-. No vamos a echar a perder nuestra vieja amistad sólo porque unos negocietes nos hayan ido mal antes.

Rolfe se puso a buscar entre la pila de vinilos que había junto al equipo de música, como buscando uno que tocara la fibra sensible de Gabrielle.


-Sabes- dijo él- siempre me he preguntado por qué insistes en escuchar esta mierda de discos pudiendo tener todo lo que te de la gana en caset. Siempre fuiste un poco rara para esto de la música.
-¿Buscas a Rick Astley? Te juro que ahí no lo vas a encontrar en tu vida.
- Aquí está- sacó un disco de una caja azul marino y lo colocó en el tocadiscos-. Seguro que te habías olvidado de esta...

La música empezó a sonar y justo entonces sucedió...


CONTINUARÁ...

The Show. Capítulo 7: Pienso luego...

Fui pensando y fumando de camino a casa. Tenía una semana para decidir. El trabajo estaba tan absurdamente bien pagado que ni siquiera sabía por qué dudaba. ¡Ah, claro! Conciencia.
Al llegara a casa tenía un mensaje de una empresa publicitaria. La voz al otro lado del contestador mascullaba no se qué sobre un anuncio de aerolíneas baratas. Lo borré y me serví una copa de vino. Me senté frente al televisor y lo encendí aunque ni lo miraba, ni lo escuchaba. Dejé la copa de vino sobre la mesa junto a mis pies descalzos, apoyados entre revistas y busqué el cenicero. Abrí la cajetilla de tabaco y vi que era el último. Bajé los pies, me calzé y salí. Decidí cruzar el descampado para ahorrar tiempo y, sobretodo, porque aún habia luz. A mitad de camino mi pie derecho resbaló y casi caigo de bruces. Tras un humillante tira y afloja con la gravedad, miré hacia el suelo. Que asco, alguien había vomitado y aún era reciente. Algo temprano para un borrachera.
De vuelta a casa con provisiones, tomé una decisión. Aunque no sabía la respuesta, la daría al final del periodo de gracia. Sí, les haría esperar.
Al salir de la ducha alguien llamó a la puerta. Fui a abrir mientras me abrochaba el albornoz.
- Hola, ¿quieres compañía? - dijo sonriendo y blandiendo una botella de wisky.
Le devolví la sonrisa y me hice a un lado para dejarle pasar. Basta de pensar por hoy.

Continuará...

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.

The Show. Capítulo 6: Despierta

Negro. El silencio de la noche se vio interrumpido por un agudo dolor de cabeza que le atravesó los sesos, tan intenso como si una lámina de acero al rojo le hubiese cercenado en dos el cráneo. Se retorció sobre sí mismo y apretó los dientes, la gravilla sobre la que estaba tumbado se le empezó a clavar en la piel y entonces fue consciente de que iba desnudo.

Trató de incorporarse como pudo, acertó a ponerse tembloroso a cuatro patas mientras un hilillo de baba le resbalaba de entre los labios. No conseguía enfocar la vista, todo daba vueltas y por sus oídos sólo sentía un molesto pitido. A duras penas conseguía percibir lo que le rodeaba. Desnudo, sólo y perdido en algún lugar. No conseguía recordar nada, no sabía cómo o por qué había llegado allí, sólo sabía que estaba en pelota picada en mitad de ninguna parte y se sentía morir.

"Tranquilo", pensó, "tómate tu tiempo y respira hondo". Lentamente, alcanzó una postura más digna y miró a su alrededor, la luna iluminaba un descampado y apenas podía identificar nada, sólo jirones de ropa y un charco cercano a él. Apartó su nariz cuando descubrió que se trataba de su propio vómito, a duras penas contuvo las náuseas. No se sentía nada bien, su cuerpo apenas respondía a sus órdenes, aunque sobre su cabeza empezaban a arremolinarse las mismas preguntas cada vez con más fuerza. ¿Qué cojones había pasado?

Continuará...