lunes, 6 de junio de 2011

The Show. Capítulo 17. Amargos recuerdos

- Herr Austerlitz, ¿tiene usted su propio notario o desea que haga venir al mío?

¿Notario? ¿Se suponía que debía tener uno? Hans dudó - Por favor, si no es mucha molestia, le pediría que el suyo se hiciese cargo.

- Como desee- respondió Gabrielle - mañana mismo lo tendrá aquí a mediodía.

Pero mañana a mediodía nunca llegó.

Los días pasaron, el ambiente se fue cargando en la residencia de los Austerlitz. Hans no daba crédito a lo que le acababa de suceder. Donde antes sonaba la radio popular o el jolgorio de la tele, ahora sólo eran portazos y discusiones. Todo por lo que había luchado el matrimonio se había desmoronado en un abrir y cerrar de ojos. Habían sido víctimas de una estafa. "No, no no y no. Esto no puede estar pasando...", "La culpa es tuya por ser así de avaricioso", "si es por ti todavía estaríamos viviendo en aquel cuchitril de Villach", los reproches se sucedían como las gotas de lluvia sobre la ventana. El otoño caía en la ciudad y traía consigo la gelidez al hogar.

Dentro de la inocencia de su juventud, todo esto pasaba desapercibido para Ebba... al principio. No era consciente de la tragedia que estaba por suceder. Sus padres habían sido lo bastante discretos para mantenerla al margen de todo esto. Sin embargo, no lo pudieron ocultar durante mucho más, era inevitable. Un día, la pelea entre sus padres se elevó más de lo normal. Ebba, aterrada, hundió la cabeza bajo su almohada, apretó los dientes y se juró a sí misma no casarse nunca. Hubo gritos, golpes y gritos más fuertes todavía. Luego nada. Cuando la policía vino a levantar los cadáveres los agentes tuvieron que aislarla de la prensa, se abalanzaron sobre ella buscando el titular más morboso del año. Lo tenían fácil, un poderoso hombre de negocios, ejemplificando al odiado macho maltratador que después de matar a su mujer, se quita la vida.

Y así fue como se fueron a la mierda todas las espectativas de futuro de Ebba. No ya las propias de ser una hija de clase alta, sino la simple aspiración a ser una chica normal: baile de fin de curso, novio en el instituto, universidad y matrimonio con un prometedor ejecutivo.

No. Su vida se convirtió en un infierno, de hogar de acogida en hogar de acogida, comenzó a cometer pequeños hurtos, los psicólogos decían que para llamar la atención, "no conseguirás que vuelvan tus padres", le decían. Saltaba de diagnóstico en diagnóstico como una avispa va de flor en flor. ¿Depresión? ¿Déficit de atención? ¿Trastorno de la personalidad? De algún modo, Ebba empezó a pensar que el mundo entero la odiaba. Que ya no sería como esos ejemplos que aparecen en las sitcoms de la tele. Su vida empezó a torcerse con cada gramo que consumía, de repente, los ahorros familiares se esfumaron entre tanta factura. El estado no deseaba hacerse cargo de casos irrecuperables como el suyo, por lo visto era más rentable invertir en bancos. Así fue como la espiral se fue haciendo más profunda, más estrecha, más oscura. Su camino autodestructivo la llevó hasta el Spittelberg, el barrio chino de Viena.

4 comentarios:

Galadriel dijo...

¡QUÉ CAPITULAZO!
Este y el 12 han sido de momento para mi de lo mejor.

Unknown dijo...

Posi.
¿Por cierto te has dado cuenta de que para llevar por el buen camino a Ebba sería necesaria una clínica de desintoxicación, una motivación para salir, una invalidez mental y una tutora?
Lo digo para quien quiera cogerlo.

Javier Martínez Campos dijo...

Puede que se reencuentre con Dios...

Bueno vale, eso no.

Unknown dijo...

Pues que no me de por poner en su camino una pistola, una borrachera y un bajonazo.
Entonces si que se encontrará con Dios.