martes, 24 de mayo de 2011

Capítulo 15. El cazador

Yohann se sentó en la mesa de la esquina, sumida en penumbra y protegida de miradas curiosas, tal y como acostumbraba a hacerlo. Llevaba pocas semanas en Viena, las suficientes para pasar desapercibido, siempre era así, viajaba como una sombra de ciudad en ciudad. El encargo de esta vez era una mujer, y la querían viva. Por eso se lo pidieron a él.

Si había algo en lo que destacara Yohann era en eso: tóxicos y narcotizantes. De pequeño se entretenía mezclando las medicinas de sus padres y dándoselas a probar a sus mascotas, si éstas morían, seguía sus macabros experimentos con animales callejeros, sólo había que poner el suficiente salami o atún en cualquier callejón, nadie en su sano juicio iba a pensar que aquel niño fuese el responsable de todas aquellas alimañas muertas. Cuando ingresó en la legión extranjera pudo dar rienda suelta a su sádica afición. Líbano, Iraq, Afganistán... Yohann estuvo en todos esos conflictos. Se especializó en el trato a prisioneros, memorizó el manual de la CIA sobre interrogatorios. Sus compañeros decían de él que era espeluznante verlo en acción.

Pero ahora era distinto, los enemigos se camuilaban entre los civiles. Pasar incógnito es vital para el éxito de la misión. El contacto entró, escrutinó el bar en busca de miradas indiscretas y se dirigió hacia la mesa de Yohann. Puso sobre la mesa un maletín, lo abrió y sacó fotos de una mujer, pasaportes, dinero en varias divisas, mapas y callejeros. Yohann miraba lo que el contacto le ofrecía. Removió el bourbon en el interior de su vaso y dijo: "necesitaré un ayudante. Sabes que las misiones de extracción suben bastante el presupuesto, ¿verdad?". El contacto no respondió, miraba continuamente a la puerta del bar, resopló y dijo "ahora mismo carecemos de efectivos libres, si desea contar con el apoyo de la agencia deberá esperar". Esa no era la respuesta que esperaba Yohann, apuró las últimas gotas de su bebida mientras leía los informes. Finalmente dijo: "según tus papeles si esperamos es probable que se largue de la ciudad". El contacto se encogió de hombros: "esperábamos que usted encontrara la manera de hacerlo". "Si va a ser a mi manera, os costará el doble", sentenció Yohann.

La puerta del bar se cerró, la silueta del contacto se desvanecía calle abajo. En el interior, Yohann observaba fijamente la fotografía de una mujer. "No pareces demasiado importante" pensó. Cerró el maletín y se dispuso a salir a la calle. Tenía que encontrar un cómplice. No es que conociera a mucha gente en la ciudad, pero había uno que quizás le ayudase, sí, él le ayudaría. Aunque no sería fácil. Tendría que urdir un plan para sacarlo de allí... aquello iba a exigir un sedante de los potentes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaría ver como se camuiflan
P.D.:No puedo comentar con mi identidad

Javier Martínez Campos dijo...

Creo que a mí me funciona.