domingo, 6 de mayo de 2012

MORTEM VIRIDIS. PRÓLOGO

El primer cuarto del siglo XXI fue testigo de terribles momentos de penuria. Las numerosas crisis económicas y bancarrotas gubernamentales derivaron en un insostenible malestar social que provocó el auge de radicalismos de todo color.

No solo había conflictos a nivel estatal, la competencia por obtener los menguantes recursos y materias primas del planeta fue en aumento, llegando a provocar fuertes tensiones y hostilidades abiertas entre varias naciones de lo que entonces se llamaba el primer mundo, algo impensable algunas décadas atrás.

Ante la escalada de violencia urbana, los gobiernos se vieron abocados a desviar el foco de los problemas verdaderos fuera de sus fronteras, avivando el clima de aversión y xenofobia que desde algunos sectores de la sociedad se estaba implantando. Ni siquiera eso les ayudó a mantener sus escaños y sus puestos en los gobiernos, el resultado de unas elecciones podían fácilmente cambiar de signo de unos comicios a los siguientes, pasando de un extremo a otro: el caldo de cultivo perfecto para el caos y el desgobierno.

De entre todo este descontento surgieron sociedades secretas, algunas apostaban por la unificación definitiva de los pueblos del planeta y derruir toda frontera para un futuro que auspiciaban armonioso y grandioso para la Humanidad, mientras que otras reclamaban desandar el camino de la globalización y retornar al viejo modelo de los estados-nación, añorantes de épocas pretéritas y arropadas por sueños de estabilidad, progreso o gloria. No había un programa único para la gran mayoría de estos lobbies, lo que importaba en los discursos de estos grupos era inspirar a la ciudadanía y ponerla de su lado, aun a costa de contradecirse continuamente.

Pese a no haber declaradas abiertamente guerras, los gobiernos trabajaban a destajo desarrollando nuevas armas e ingenios que permitieran a sus países protegerse en caso de conflicto armado. Las cicatrices de Verdún o los recuerdos de Auschwitz parecían haber desaparecido de la memoria colectiva, y la situación se había tornado lo suficientemente dramática como para no andarse con remilgos a la hora de dar a luz nuevos monstruos bélicos.

Nuestra historia tiene su origen en uno de esos laboratorios que oficialmente no aparecen en ningún registro del Ministerio de Defensa ni en sus partidas presupuestarias, la instalación que lo alberga tampoco se encuentra en ningún mapa, solo es un espacio en blanco al final de una carretera. El típico lugar cuyos trabajadores firman cláusulas de confidencialidad y cuyos planos de arquitectura se perdieron misteriosamente una vez terminada la obra. Un lugar al margen de la ley y del escrutinio público.

Únicamente los más altos cuadros militares y una minoría del gobierno tenían constancia de que ese lugar existiese, y de entre todos ellos tan solo una ínfima parte estaba al tanto de los experimentos que allí se realizaban. Yo soy una de esas personas. Y ruego al privilegiado lector que sea prudente y se abstenga de propagar este secreto que voy a desvelarle, ya que aún quedan peces gordos interesados en que toda esta información quede a la sombra. Que esto quede entre tú y yo.

Hace no muchos años, durante un seco mes de mayo, se produjo un terremoto con epicentro unos kilómetros al oeste de la Sierra de Carrascoy, en el interior de la Región de Murcia, no fue un gran seísmo, sin embargo, dada la superficialidad a la que se produjo el foco, causó severos daños. La ya mencionada instalación secreta no quedó indemne, y aunque no hubo que lamentar graves daños a primera vista, los responsables del centro se llevaron las manos a la cabeza cuando descubrieron grietas en la estructura que albergaba uno de sus tanques de pruebas. La reacción fue inmediata, pero pese a haber sellado la estancia, parte del contenido de uno de los tanques con agentes bacteriológicos se filtró al suelo. Era cuestión de rezar para que no pasara nada, pero también era cuestión de tiempo para que sucediese...

A los pocos días, se obtuvieron extraños resultados en una medición rutinaria de aguas del Río Mula a la altura de Albudeite, localidad muy próxima a la instalación clandestina. La contención había fracasado, la caja de Pandora se había desatado y avanzaba por los canales de riego y los trasvases hacia mayores focos de población, a la ávida caza de víctimas...

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