martes, 8 de mayo de 2012

Viridis. Capítulo 2. Brote

Sofi extendió su mano hasta tocar el botón del ascensor de servicio, mientras esperaba, podía oír los gritos de júbilo de la masa embriagada por el triunfo de su equipo, iba a ser una noche larga en la ciudad, miles de aficionados se preparaban para armar mucho jaleo con sus bocinas y sus bufandas por las calles, molestando hasta altas horas. Las puertas se abrieron y del interior surgió una sombra, indecisa, de espaldas a ella, con la barbilla hundida en el pecho. Sofi se quedó esperando a que la figura se decidiese a abandonar el ascensor, pero algo no parecía ir bien.


-¿Te pasa algo?- preguntó Sofi.

La silueta se giró y mostró un semblante aterrorizado:

-He visto algo terrible ahí abajo... no lo vas a creer.

Al verla, Sofi reconoció a la chica, era camarera en el restaurante que había frente al suyo, se habían parado a charlar muchas veces en esa zona, sobre todo acerca de los oscuros sótanos del centro comercial. En más de una ocasión se gastaban bromas entre los propios trabajadores al bajar a los almacenes del sótano, a veces aguardaban tras uno de los múltiples coches abandonados que poblaban esos sótanos-garaje en desuso, esperaban a que un despreocupado colega bajara para reabastecer su local, y en cuanto menos se lo esperase le saltaban entre sonidos guturales y espasmos incontrolados. El resultado era casi siempre el mismo: gritos e impromerios resonando entre las paredes del sótano desierto, incluso había quien salía corriendo entre chillidos histéricos, estos eran los objetivos preferidos de los bromistas.

Sofi pensó que esta era una de esas noches, aunque le costaba imaginarse a sus colegas con muchas ganas de cachondeo después del palizón a trabajar que se habían pegado.

-No te preocupes, que ya bajo yo a por limones y de paso me llevo un par de ajos y se lo explico al Conde Drácula, a Frankenstein, al hombre lobo o a quien haga falta- dijo Sofi con convicción.

-No es coña, hay algo ahí abajo, las curianas estaban volando en bandadas como si fuesen gorriones, y había algo, algo se movía por el suelo reptando a toda velocidad, ¡te lo juro que no me lo estoy inventando!

-Que sí que sí, mira, tú no te preocupes que llevo una biblia y un crucifijo en el bolsillo por si hay que exhortizar lo que sea, y si no vuelvo en cinco minutos, te doy permiso para llamar a los cazafantasmas.

Sofi se acercó para pasarle una mano por la mejilla en ademán tranquilizador pero su compañera rehusó el gesto. Tenía la cara completamente sudada “qué se habrá metido ésta” pensó Sofi. Reparó también en que el dedo meñique de su colega había una pequeña manchita de sangre. Apostilló con una nueva broma para rebajar tensión:

-¿Eso quién te lo hizo? ¿El chupacabras?

La otra se miró sorprendida la mano...”esta noche no me he cortado con nada... ha debido ser al agacharme a coger las llaves... No bromeo, hay algo y me ha debido morder... una rata o algo...”

Sofi ya no podía contenerse más la risa y soltó una carcajada liberadora, “sí, probablemente haya sido un caimán mutante de las alcantarillas” y sin seguir dándole palique se metió en el ascensor y pulsó el botón del -2, una vez dentro, puede que por los nervios, sintió una punzada risueña en los mejillas y se llevó una mano a la boca para tapar su descarada risotada. A saber lo que le esperaba ahí abajo.

Pero, contrario a lo que pudiera imaginarse, no se topó con nada, tomó la precaución de encender todas las luces para evitar ser sorprendida por ninguno de los camareros del otro restaurante, pero se ve que éstos, de haber perpetrado antes su broma, se habrían apresurado a regresar en el otro ascensor para contemplar, en actitud victoriosa, el humillante regreso de su compañera asustada.

Sofi no vio ni rastro de ellos, ni siquiera se topó con ninguna curiana, el lugar estaba desolado y el ambiente sordo de las celebraciones que se llevaban a cabo plantas más arriba llegaba por la inutilizada puerta del garaje. Lo que sí vio fue el lugar bastante encharcado, una serie de recientes lluvias torrenciales provocaron desbordamientos del río Segura algunos kilómetros antes de Murcia, y por las paredes se filtraba una gran cantidad de humedad que se deslizaba hacia abajo en hileras, el nivel freático había alcanzado el subterráneo del centro comercial y con sus acuosas zarpas lo rodeaba.

Tras cerrar la puerta de su almacén, Sofi se cercioró de que llevaba consigo todo lo que le hacía falta al restaurante, se echó las llaves al bolsillo y esta vez le pareció ver la sombra de un roedor bebiendo de uno de los charcos, pero fue una imagen fugaz, pues las luces se apagaron en ese preciso instante. Cuando encontró el interruptor temporizado, la silueta había desaparecido y ella volvió a encontrarse en plena soledad.

Se dirigió hacia el ascensor y conforme se acercaba empezó a oír de nuevo el rugido de las celebraciones de más arriba, aunque algo había cambiado en el tono del rumor. Algo distinto que no lograba discriminar desde ahí abajo. Entró en el ascensor y pulsó el botón que le conduciría a la planta baja, al amasijo de personas entregadas a la fiesta y el jolgorio.

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