domingo, 24 de abril de 2011

The Show. Capítulo 4: Cualquier Tiempo Pasado...

- ¿Nos conocemos?
- Directa al grano. Muy bien.


Me sonrió levemente. Esos ojos… Por alguna extraña razón no era capaz de aguantarle la mirada. Bajé la vista hacia mi vaso medio vacío intentando parecer despreocupada, cuando en realidad mi corazón latía a mil por hora. No podía sacudirme de encima la sensación de que ese tio sabía exactamente lo que estaba pensando. Joder, que día.

- No nos conocemos, aun, pero creo que podría ayudarte.
- ¿Quién dice que necesite ayuda?


Me miró desde las zapatillas sucias y viejas, hasta el pelo recogido de cualquier manera. Los vaqueros rotos, la camiseta de Los Ramones con un par de agujeros, el rostro cansado, apático. Harta. Decidí resignarme, las evidencias eran claras. No tenía nada que perder.

- Está bien- dije mientras intentaba mirarle a los ojos. Imposible. Decidí fijar mi vista en algún punto de su nariz. – Te escucho-.
- He oído que tienes ciertas habilidades que podrían serme útiles.
- De eso hace mucho tiempo. Soy escritora.
 - Sí, lo sé. Vi “El Punto de Vista”. Era un buen guión, aunque la realización me pareció horrible. También sé que desde entonces las cosas no te han ido muy bien y no hace falta ser un genio de las finanzas para darse cuenta de que la pasta que ganaste con aquello ha volado.
Ciertamente, no hacía falta ser un genio. Suerte que no ha visto donde vivo.
- Prefiero morir de hambre antes de volver a ganarme la vida así.
- Bueno…-
sonrió. – Quizás en un par de meses se cumpla tu deseo.

 Dejó sobre la barra una tarjeta completamente blanca, a excepción de un número de teléfono escrito pulcramente en tinta negra, y se levantó – Si cambias de idea… Un placer, Gabrielle-.

Me quedé mirando la tarjeta mientras el hombre cruzaba el bar hasta la salida. Con la puerta abierta y un pie en la calle, se giró. Le hice un gesto despreocupado con la cabeza a modo de despedida. La puerta se cerró con un ruido sordo. -‘El pasado siempre vuelve a darnos por el culo’- pensé.

Metí la tarjeta en el bolsillo trasero de mis vaqueros. No sabía si llegaría a utilizarla. Cansada me levanté y emprendí el regreso a casa. Era uno de esos días en los que no tenía claras muchas cosas, de lo que sí estaba segura era de que hoy no iba a tomar una decisión.

Continuará...

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR.

2 comentarios:

Christian Supiot dijo...

Lo importante es volver de vez en cuando. :)

Unknown dijo...

Comenzó a llover tímidamente, aún así continué caminando. Quedaban unos cinco minutos a pie cuando la lluvia arreció. El pelo se pegaba en la frente, la camiseta a la espalda. Mascullé veneno y apreté el paso.
Al llegar a casa, en el espejo del ascensor pude comprobar como con la lluvia los últimos restos de glamour se desvanecían como la negrura del 'eyeliner'. La miseria al otro lado del espejo no tenía reparos en decirme: "No te pongas Maridigna, llama". En fin ¿qué es lo peor que podía ofrecerme? Eché mano a la tarjeta y me aterrorizó notar su tacto blanduzco, tibio y áspero. Se ha mojado pero bien ¡La tinta!
Con la misma cara que Mel Gibson desactivando una bomba saqué meticulosamente la tarjeta con una mano mientras con la otra estiraba el borde del bolsillo para facilitar la extracción. El número se había difuminado hasta hacerlo apenas reconocible.
Abrí la puerta del piso y saltando sobre la enésima nota que el casero desliza bajo la puerta me dirigía al bañó en busca del secador. Tan solo podría detener el desastre pero al menos habría una oportunidad.
Tras unos minutos de aire caliente que la tarjeta y yo supimos compartir estábamos casi secas, podía distinguir todas las cifras menos la penúltima. Era... ¿un...Seis?¿Un ocho?¿un tres?...No quería reconocerlo pero tendría que hacer diez llamadas. Un suspiro cansino. Otra maldición al viento.